Toma de decisiones

Publicado el 31 de octubre de 2009 en Historias de la ciencia por omalaled
Tiempo aproximado de lectura: 9 minutos y 43 segundos

Es interesante ver cómo toman decisiones algunos científicos. Hoy os cuento dos historias sobre cómo lo hacían dos hombres de los que ya os he hablado más de una vez: Robert J. Oppenheimer y Richard Feynman.

Lansing Hammond era el encargado de hacer las gestiones para que los estudiantes que llegaban a EEUU desde Inglaterra se colocaran en su lugar ideal. El propio Hammond nos relata cómo Oppie lo ayudó alguna vez:

Acababa de recibir unas copias de las solicitudes (sesenta de ellas) presentadas para las adjudicaciones de 1949. Entre ellas había cuatro o cinco que se situaban en esa frontera, a mi juicio difusa, entre la física teórica y las matemáticas. Estuve en Priceton un par de días, pidiendo ayuda por todas partes. Armándome de todo el valor que era capaz de reunir, concerté una cita para ver a Robert Oppenheimer en la mañana del día siguiente y le dejé la documentación relevante a su secretaria.

Al recibirme, me saludó amablemente y me hizo preguntas sobre mi formación académica, para hacer que me sintiera cómodo. Uno de sus primeros comentarios me dejó lleno de asombro: «Usted hizo el doctorado en Yale sobre literatura inglesa del siglo XVIII, la época de Samuel Johnson. ¿Fue Tinker o Pottle quien le dirigió la tesis?». ¿Cómo podía saber eso?

Luego nos centramos en el asunto que había motivado la entrevista. En menos de diez minutos ya tenía datos suficientes para apoyar mi intento de convencer al candidato Z de que Berkley podía satisfacer sus intereses personales mucho mejor que Harvard; le iría bien en el Instituto y le recibirían con agrado, pero Berkley era realmente la mejor opción. Yo garateaba notas lo más rápido que podía; en ocasiones, al oír un nombre propio se me fruncía el ceño. Entonces Oppenheimer me hacía un gesto de comprensión y deletreaba el nombre para que yo pudiera escribirlo: «Esto le puede ahorrar a usted tiempo y dificultades».

Cuando yo estaba recogiendo mis papeles, convencido de que había abusado del tiempo de aquel gran hombre, me dijo amablemente: «Si puede concederme unos pocos minutos más, me interesaría revisar algunas de las solicitudes correspondientes a otros campos, para ver qué es lo que le interesa hacer por aquí al grupo de jóvenes británicos que viene este año». Le tomé la palabra y me sentí completamente abrumado al ver lo que sucedió a continuación:

«Bueno, vamos a ver… música indígena americana… Roy Harris es la persona adecuada para él, su programa le resultará interesante. Roy estuvo en Stanford el año pasado, pero acaba de trasladarse al Peabody Teachers’ College de Nashville. Psicología social, y pone Michigan como primera opción, quiere algo general, global. En Michigan es probable que lo pongan en un equipo y aprendería mucho sobre algún aspecto concreto. Yo le sugeriría que optara por Vanderbilt; los grupos son menos numerosos y tendrá más posibilidades de obtener lo que desea» (Se convenció al candidato para que probara lo de Vanderbilt durante un curso, con opción a cambiarse a Michigan si no estaba satisfecho. Pasó en Vanderbilt dos años, de manera provechosa y lleno de entusiasmo). «Lógica simbólica, es decir, Harvard, Princeton, Chicago o Berkeley; veamos en qué quiere hacer hincapié. ¡Vaya! Es su campo, literatura inglesa del siglo XVIII. Yale es una opción evidente, pero no descartemos a Bate, en Harvard; es un jovenzuelo, pero también una persona con la que hay que contar.» (Era mi campo y yo ni siquiera había oído hablar de Bate, pero la primera vez que estuve en Cambridge después de aquello, me esforcé por conocerle y hablar con él.)

Pasamos por lo menos una hora hojeando las sesenta solicitudes. Robert Oppenheimer sabía de qué hablaba. Alegó ignorancia con respecto a dos o tres programas esotéricos. Todos los comentarios positivos y todas las recomendaciones que hizo dieron en el blanco. Y así, cuando llegó por fin el momento de marcharme, no pude contenerme y le dije que si lograba sobornarle para que repitiera, tan solo una vez al año, lo que acababa de hacer, me ahorraría meses de sudores. Ante eso, sonrió abiertamente y me dijo: «No sería justo hacerle eso a usted, doctor Hammons. Le privaría de la satisfacción y la emoción de hablar con muchas personas y de averiguar por su cuenta lo que debe hacer».

Me fui flotando en una nube, con la cabeza muy alta y habiendo resuelto la mayoría de mis problemas. Ni antes ni después de aquello hablé yo con un hombre como aquel. Ni sombra de cualquier intento de impresionarme. Ni tampoco era necesario. Lo de Robert Oppenheimer era solo un interés auténtico en todos los campos del estudio y de la inteligencia; un conociminto fantásticamente moderno de lo que estaba pasando en las escuelas de graduados y los centros de investigación; una comprensión intuitiva de dónde podría encajar mejor una persona concreta con unos intereses bien definidos, y el placer de ayudar a alguien que lo necesitaba.

Es sobrecogedor pensar que ese Oppenheimer era el mismo que había perfeccionado todos los detalles para la bomba atómica en Los Alamos cinco años antes y había asignado la tarea más apropiada a cada científico y cada ingeniero de su ejército de subordinados. Se sentía como Pedro por su casa tanto en el campo de la literatura del siglo XVIII como el de la ciencia del siglo XX.

De Richard Feynman os he hablado multitud de veces y siempre me gusta recordaros que fue Premio Nobel de Física y declarado deficiente mental por el ejército de los EEUU. Pues bien, Feynman tuvo que decidir entre las Universidades que le ofrecían un puesto. La mayoría de los mortales rápidamente miraríamos cuánto nos pagarían. Feynman, no obstante, tenía otros criterios:

¿Se acuerdan ustedes del burro situado exactamente entre dos pilas de heno, incapaz de ir a una ni a la otra, de tan equilibrada que está la cosa? Bueno, eso no es nada. Cornell y Caltech comenzaron a hacerme ofertas, y tan pronto iba yo a decidirme por Caltech, pensando que su oferta era la mejor, los de Cornell subían la suya, y cuando estaba a punto decidirme por Cornell, los de Caltech pujaban más fuerte. Así pueden imaginar a este burro entre los dos montones de heno, con la complicación adicional de que pronto empezaba a moverse hacia uno de ellos, el otro aumentaba. ¡Aquello lo hacía muy difícil!

La razón decisiva para convencerme fue mi permiso sabático. Yo quería volver otra vez a Brasil, esta vez para diez meses, y acababa de ganarme el año sabático que me correspondía en Cornell. Yo no quería perderlo, por lo cual, ahora había inventado otro motivo para llegar a una decisión, le escribí a Bacher contándole lo que había decidido.

Caltech escribió a la vuelta de correo: «Le contrataremos inmediatamente, y le concederemos el primer año con nosotros como año sabático». Así es como actuaban: no importaba lo que yo hiciera; ellos estaban decididos a apretar más las clavijas. Mi primer año en Caltech lo pasé en Brasil, en realidad. Empecé a enseñar en Caltech en mi segundo año. Así es como ocurrieron las cosas.

Un día, cuando aún no hacía mucho de mi llegada al Caltech, tuvimos una pésima racha de esa mezcla de humo, contaminación y niebla que llaman smog. En aquella época la contaminación era mucho peor de lo que es ahora, por lo menos, los ojos me escocían mucho más. Estaba yo de pie en un rincón, con los ojos lacrimosos, y dije para mí: «¡Es absurdo! ¡Verdaderamente, esto es de LOCOS! ¡Mira que estaba bien en Cornell!¡ Me largo de aquí!»

Al día siguiente tuve la mayor de las suertes que haya podido tener al tomar una decisión. Sin duda el buen Dios debió preparar las cosas para ayudarme a decidir. Iba yo caminando hacia mi despacho, cuando se me acercó un compañero corriendo para decirme: «¡Eh Feynman! ¿Te has enterado de lo que acaba de ocurrir? ¡Baade ha descubierto que hay dos poblaciones de estrellas! Todas las medidas que hemos estado haciendo sobre las distancias a las galaxias habían estado basadas en que las Cefeidas variables eran de un solo tipo, pero hay otro tipo, por lo cual la edad del Universo tiene que ser dos, tres, o quizá cuatro veces mayor de lo que pensábamos!»

Yo conocía el problema de que me hablaba. En aquellos días parecía que la Tierra era más antigua que el Universo. Según ciertos cálculos, la Tierra tenía entre cuatro y cuatro mil quinientos millones de años, mientras que el Universo podría tener unos dos mil, tres mil millones de años a lo sumo. Y este descubrimiento lo resolvía todo. Ahora el Universo era demostrablemente más antiguo que todo cuanto antes se hubiera podido pensar. Y yo había recibido esta información inmediatamente, mi compañero vino corriendo a contármelo todo.

Aún no había acabado de cruzar el campus de camino a mi oficina, cuando se me acercó otra persona, Matt Meselson, un biólogo que se había doctorado en física. (Yo había formado parte del tribunal que calificó su tesis.) Meselson había construido la primera de las llamadas centrífugas de gradiente de densidad, que permitía medir la densidad de las moléculas. Me dijo: «¡Mira los resultados del experimento que he estado haciendo!».

Meselson había demostrado que cuando una bacteria se escinde y engendra otra nueva hay una molécula entera que pasa intacta desde una a la otra, una molécula que hoy denominamos ADN. Ya ven, siempre pensamos que todo se divide, y se divide, y se divide. Así que nos imaginamos que en la bacteria todo se divide y da la mitad a la nueva bacteria. Pero eso es imposible: en algún momento, la mínima de las moléculas que contiene información genética no puede dividirse en dos; tiene que hacer una copia de sí misma, enviarla a la nueva y conservar otro ejemplar para la antigua. (…) Fue un descubrimiento muy importante, un descubrimiento fundamental, algo apasionante. Y cuando por fin llegué a mi despacho me di cuenta que era aquí donde yo tenía que estar. Donde personas de los distintos campos de las ciencias pudieran contarme estas cosas, donde todo fuera apasionante. Era verdaderamente lo que yo necesitaba y quería.

Así que cuando me llamaron de Cornell un poco más tarde, y me dijeron que lo estaban preparando todo, y que casi todo estaba resuelto, tuve que decirles: «Lo lamento muchísimo, pero he vuelto a cambiar de opinión». Pero entonces decidí que jamás volvería a tomar una decisión. Nada, absolutamente nada, volvería a hacerme cambiar de idea.

Hice una vez eso en el MIT. Me cansé de tener que decidir qué postre iba a tomar en el restaurante; tener que hacerlo me ponía enfermo. Entonces decidí que siempre iba a tomar helado de chocolate, y nunca volví a preocuparme del asunto; ya había resuelto ese problema. Sea como fuere, decidí que me iba a quedar en el Caltech.

En cierta ocasión quisieron hacerme cambiar de idea sobre este punto. Fue poco después de fallecer Fermi. El claustro de la Universidad de Chicago estaba buscando sucesor. Vinieron a verme a mi domicilio. Comenzaron exponiéndome todas las excelentes razones por las que yo debía ir a Chicago. No les pregunté cuánto estarían dispuestos a pagarme, y por eso ellos no hacían más que dejarme ver que lo dirían en cuanto preguntase. Finalmente, me preguntaron si no me gustaría saber cuál sería mi salario. «¡Oh, no! -les respondí-. He resuelto quedarme en el Caltech. Mary Lou, mi esposa, está en la habitación de al lado, y si se enterase de cuál sería mi salario tendríamos una discusión. Además, he decidido no decidir nunca más; definitivamente, me quedo en Caltech.» Así que no les dejé decirme el salario que me ofrecían.

Más o menos un mes después, estando yo en un congreso, Leona Marshall se me acercó y me dijo:

– Es curioso que no aceptases la oferta que te hicimos los de Chicago. Nos quedamos desolados, y además, sin comprender cómo fuiste capaz de rechazar una oferta tan espléndida.
– Fue muy fácil -respondí-. No les permití decirme cuánto era vuestra oferta.

Una semana más tarde recibí una carta suya. La abrí, y la primera frase decía: «El sueldo que te iban a ofrecer era de …», una cifra tremenda, tres o cuatro veces lo que estaba cobrando entonces. ¡Apabullante! Su carta continuaba diciendo: «Te he dicho el salario antes que pudieras leer nada más. Quizás desees reconsiderar tu decisión, porque me han dicho que la cátedra sigue vacante y a nosotros nos gustaría muchísimo tenerte entre nosotros».

Tuve que escribirles una carta diciendo:

Después de leer el sueldo, he llegado a la conclusión de que tengo la obligación de rehusar. La razón de tener que rehusar un salario semejante es que me permitiría hacer lo que siempre he querido hacer, buscarme una querida maravillosa, ponerle piso, comprarle cosas bonitas… Con el sueldo que me ofrecen podría realmente hacerlo, y ya saben  lo que me iba a ocurrir. Empezaría a preocuparme por ella, o por lo que ella hiciera; tendría discusiones al volver a casa, etc. Todos esos disgustos me harían sentirme incómodo y desdichado. No podría entonces hacer un buen trabajo en física, y todo sería un gran follón. Lo que siempre he querido hacer sería malo para mí; por eso he decidido declinar su oferta.

Fuentes:
«¿Está Ud. de broma, Sr. Feynman?», Richard P. Feynman
«El científico rebelde», Freeman Dyson



Hay 35 comentarios a 'Toma de decisiones'

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  1. #1.- Enviado por: Busscar

    El día 31 de octubre de 2009 a las 23:47

    Además de super sabio, un super sentido del humor, (y de lo común).

  2. #2.- Enviado por: omalaled

    El día 31 de octubre de 2009 a las 23:56

    Busscar: Pero bueno… sólo ha pasado un cuarto de hora desde que he publicado el artículo y ¿ya lo has leido? ¡Madre mía! 🙂

    Salud!

  3. #3.- Enviado por: jangod

    El día 1 de noviembre de 2009 a las 04:07

    La contestación de Feynman a la super oferta de la Universidad de Chicago es para enmarcarse. Es sincera, humorística y demoledora. ¡Ese Feynman hasta para no tomar decisiones tenía estilo!

  4. #4.- Enviado por: as

    El día 1 de noviembre de 2009 a las 05:01

    Feynmann, el puto amo!

  5. #5.- Enviado por: Edna Krabappel

    El día 1 de noviembre de 2009 a las 07:46

    Hola de nuevo Fernando,
    ¡Ya tenía mono de tu entrada! gracias

  6. #6.- Enviado por: Edna Krabappel

    El día 1 de noviembre de 2009 a las 08:03

    – Toda mala decisión que tomo va seguida de otra mala decisión.
    Harry S. Truman
    – Nada mas difícil, pero nada mas precioso que el saber decidirse.
    NAPOLEÓN BONAPARTE
    – El hombre que pretende verlo todo con claridad antes de decidir nunca decide.
    AMIEL, Henri Frédéric

  7. #7.- Enviado por: Manuel Sánchez

    El día 1 de noviembre de 2009 a las 10:46

    Está claro que al final, Feynman aplicó un viejo dicho de la sabiduría popular. A saber, el dinero no da la felicidad.

    Un saludo

  8. #8.- Enviado por: agremon

    El día 1 de noviembre de 2009 a las 12:27

    Lo de Feynman lo tengo claro desde que leí su libro preguntándose si estaba de broma: me convirtió en un fan.
    Pero lo de Oppenheimer no lo encajo con el título del artículo, sino más bien únicamente con la capacidad de la persona.

  9. #9.- Enviado por: omalaled

    El día 1 de noviembre de 2009 a las 18:20

    Como siempre, gracias a todos por los comentarios.

    Manuel: je jeee, ante eso, el otro día me soltaron una que me dejó parado: «el dinero no trae la felicidad, pero se llora mejor dentro de un Ferrari que no debajo de un puente» 🙂

    agremon: Más que capacidad de la persona es la capacidad de tomar decisiones de forma consciente, con todo el conocimento que hay detrás de dicha decisión. Oppenheimer tomaba las decisiones sabiendo qué quería cada persona y el entorno que iba a encontrarse. Aunque sí, reconozco que es un criterio subjetivo.

    Salud!

  10. #10.- Enviado por: ram

    El día 1 de noviembre de 2009 a las 19:28

    ¿Por que no tendremos a un tipo como Feynman mandando en política?

    Sin querer gobernar, gobernaría (perdon por la redundancia) lo haría infinitamente mejor que cualquiera de los gobernantes que hemos tenido hasta ahora y de los que tendremos en siglos venideros.

  11. #11.- Enviado por: Marfil

    El día 1 de noviembre de 2009 a las 20:04

    Creo que hay una errata aquí:

    «Le contrataremos inmediatamente, y le concederemos el primer año (sabático) con nosotros como año sabático.”

    Muy buen artículo Omalaled. 🙂

  12. #12.- Enviado por: J. Carlos

    El día 1 de noviembre de 2009 a las 20:25

    No veo a un hombre de la talla de Feynmann batallando con las miserias de la política. Einstein también rechazó un puesto político y bajo mi punto de vista es comprensible.

  13. #13.- Enviado por: Estocasticom

    El día 2 de noviembre de 2009 a las 09:55

    Este tipo de personas racionales y analíticas solo podrían dedicarse a la política si al menos un 25% de los políticos fueran racionales y analíticos… pero en su lugar la mayoría son retóricos, polémicos y tortuosos. Las interacciones entre ambos tipos de personas son sumamente difíciles porque parten de bases filosóficas y morales completamente opuestas y ambos convencidos de que su base en una verdad natural e inapelable.

    El único campo de la política donde puedes encontrar un cierto número de mentes mas o menos científicas es en los ministerios de economía y solo porque pueden aportar un argumento que los políticos naturales no pueden discutir: camiones de dinero.

  14. #14.- Enviado por: Inma

    El día 2 de noviembre de 2009 a las 16:21

    Bueno, parece que de tu entrada de hoy y de los comentarios se infiere (me encanta este verbo) que anda «todo dios» preocupado por lo que decidirá Rajoy (o no).
    Yo, además, he conseguido otro argumento para mi particular teoría: «las mejores personas y las más inteligentes simpre trabajan para quien más y mejor paga, que suelen ser los tienen el Dinero. Y no conozco a nadie que se haya hecho rico trabajando»

  15. #15.- Enviado por: panta

    El día 2 de noviembre de 2009 a las 20:01

    Feynman era el genio en acción.Oppenheimer era una intelectual y, en cierta manera, un sabio atormentado.
    Estuvieron ambos en el proyecto Manhattan, los dos con responsabilidades – mayores las del segundo, por supuesto- pero cada uno vivió luego de manera muy distinta al legado de lo que hicieron.
    ¿Cómo serían las conversaciones entre ellos?
    ¿Saltarían chispas de energía mental pura? 😉
    Saludos.

  16. #16.- Enviado por: joaquim

    El día 2 de noviembre de 2009 a las 23:45

    Feynman es uno de las personas más maravillosas sobre las que he leído. Me encanta su mezcla de genialidad y sentido del humor, su forma apasionada de afrontar la vida. En cuanto a Oppenheimer, todo un ejemplo a seguir, tener curiosidad auténtica por los otros es una de las virtudes más poco comunes.

    genial post!

  17. #17.- Enviado por: Edna Krabappel

    El día 3 de noviembre de 2009 a las 00:18

    para Inma:
    Dices «“las mejores personas y las más inteligentes simpre trabajan para quien más y mejor paga, que suelen ser los tienen el Dinero.»
    No es mi caso el de la excelencia, pero sí te diré que el dinero no lo es todo ni para mí ni para muchos otros. En formula_1 hay pilotos que escogen el mejor equipo antes que la mejor oferta económica. En fútbol hay algunos que «sienten los colores». En la universidad hay profesores que han rechazado trabajos mejor pagados en la industria. En los institutos (al menos en Springfield 🙂 ) hay profesores que prefieren ganar menos a tener duras responsabilidades en una junta directiva.
    Cierto es que hablo de casos donde no hay penuria económica y se puede renunciar a un poco más de dinero para vivir mejor.

  18. #18.- Enviado por: Inma

    El día 3 de noviembre de 2009 a las 10:20

    Para Edna:
    No son los mejores.
    Puede haber alguna excepción. Ahí tienes a la Madre Teresa de Calcuta (por cierto XX). De econo-deportes no me gusta hablar (ya lo hacen los XY) porque además del deporte están detrás las marcas, la publicidad, la especulación y eso no hay dios que lo pueda tasar.
    Me refería a los listos de verdad.
    A los que pueden constriur un oleducto transcontinental sorteando desiertos, mares, placas tectónicas, .. y no un acueducto que lleve agua a los sedientos.
    A los que son capaces de terminar con la guerra de los Balcanes y no con genocidios en Somalia.
    A los que construyen los edificios más altos y lujosos,que aprovechan la energía solar, que aguantan terremotos y huracanes mientras .. bueno todos vimos en las imágenes del maremoto qué edificios quedaron en pie.
    Bueno, quizá sea demagogia barata.

  19. #19.- Enviado por: manu_sixx

    El día 3 de noviembre de 2009 a las 18:57

    Decía el Sevilla, el cantante de los Mojinos Escozíos: «El dinero no da la felicidad, pero las cosas que sí la dan son caras de cojones».

    Muy buena la entrada.
    Saludos.

  20. #20.- Enviado por: omalaled

    El día 4 de noviembre de 2009 a las 00:36

    En el debate que lleváis enter Edna e Inma, habría que distinguir con mucho detalle lo que es ser buena persona, ser listo, ser inteligente, etc.

    Muchos podemos pensar que un tío es muy inteligente, pero puede no ser capaz de tener un trabajo estable; y otro es capaz de no ser capaz de entender un razonamiento abstracto, pero ser muy hábil en los negocios y ser rico.

    Al «ser los mejores» o no hay que darle una definición muy concreta.

    Respecto a estos personajes en política, Feynman nunco quiso, ni siquiera, ser jefe de nadie. Hizo una apuesta con cierto amigo a que acabaría siendolo. La perdió. El amigo, claro, pues Feynman odiaba las jerarquías.

    Marfil: no se te escapa una 🙂 Corregido, gracias.

    Saud!

  21. #21.- Enviado por: Edna Krabappel

    El día 4 de noviembre de 2009 a las 01:35

    Me llama la atención el comentario que hay en la cabecera: «Tiempo aproximado de lectura: 9 minutos y 43 segundos».
    Me recuerda el chiste en el que se dirigen hacia un fuerte aproximadamente unos 1003 indios porque vienen tres delante y unos mil detrás.
    Imagino que se trata de un comentario automático.

  22. #22.- Enviado por: orayo

    El día 4 de noviembre de 2009 a las 23:29

    Recomiendo fervientemente leer el libro del que se extrae la anecdota de Feynman: «Esta usted de broma, señor Feynman». Lo he leido dos veces y me han entrado ganas de hacerlo por tercera vez. Que gran personalidad, que persona mas brillante y divertida!
    Definitivamente es uno de mis idolos.

    La anecdota de Oppenheimer tambien es fantastica. Que envidia de mentes.

  23. #23.- Enviado por: orlin

    El día 5 de noviembre de 2009 a las 07:59

    Me parecen muy interesantes las anécdotas. A mi también me gusta mucho el carácter de Feynman y sobre todo sus lectures, pero he oido comentarios de gente que le conoció algo amargos. Una persona que le conoció nos planteó la siguiente pregunta. Por qué ninguno de los estudiantes de doctorado de Feynman son muy conocidos en física (personalmente solo conozco a Rick Fields), al contrario de lo que ocurre con estudiantes de otros grandes genios de la física?. Sabiendo que era un gran divulgador, la verdad que me parece muy curioso.

  24. #24.- Enviado por: omalaled

    El día 6 de noviembre de 2009 a las 11:35

    orlin: pues sí que lo es. Veamos, no he conocido a Feynman ni en clase ni en privado. Lo único que puedo decir de él es lo que he leído. Tú conoces un caso, personalmente, que quizás le cayó mal, o tuvo problemas. Por mi parte, de Feynman, como maestro y como colaborador/investigador/rival, puedo hablar de lo que dijo de él Freeman Dyson (quien lo puso por las nubes), puedes leer la introducción que le hace un exalumno del Caltech en su libro «Está Ud. de Broma, Mr. Feynman» o de Boisjoly, implicado en lo de la explosión del Challenger; y puedes leer el montón de cartas de su libro (publicado por su hija Michelle) «Ojalá lo supiera» donde, se carteaba con gente de lo más corriente (no me imagino a otro Premio Nobel haciendo algo semejante), o Leonard Mlodinow en su libro «El Arco Iris de Feynman», al que también lo pone por las nubes.

    Tembién he de decir que he conocido profesores que tenían una cara en clase y en público y cuando ibas a hacer un doctorado con ellos cambiaban por completo.

    Y también he de decir que ha habido otros muchos físicos geniales cuyos estudiantes tampoco han destacado después.

    Sería interesante saber a través de este alumno directo de él, Rick Fields, que conoces personalmente, saber por qué fue así. Si algún día se lo preguntas y te responde, sería interesante saberlo de primera mano.

    Salud!

  25. #25.- Enviado por: orlin

    El día 6 de noviembre de 2009 a las 12:11

    Hola omalaled, yo no conozco personalmente a Rick Fields, quería decir que sólo conozco a Rick Fields como estudiante de él, pero no personalmente :(, que por cierto trabaja como físico experimental.
    También he leido y visto mucho sobre Feynman y es verdad que todo el mundo habla maravillas de él, pero en concreto lo que se refería esta persona es que al parecer era difícil trabajar con él. Entiendo en cierto sentido, que sería difícil discutir con él e intentar convencerle de una idea que no compartiera a priori.

    un saludo!!

  26. #26.- Enviado por: Lou Vina

    El día 7 de noviembre de 2009 a las 00:50

    Estupendo artículo. Y, también estupendo, el estupendo Mr Feynman. Para los fans, recomiendo «El placer de descubrir», un libro de conferencias donde, además de otras cosas, nos deleita con nuevas anecdotas sobre su época en Los Álamos. No os lo perdáis: algunas incluso superan las de «Está usted de broma…».

  27. #27.- Enviado por: Dicanri

    El día 7 de noviembre de 2009 a las 03:47

    Genial artículo.

    Hay una parte que me ha llamado la atención. Lo de «el buen Dios». Es usado como expresión, o Feynman realmente era creyente?

  28. #28.- Enviado por: panta

    El día 9 de noviembre de 2009 a las 22:27

    @Orlin: Se comenta que las clases que dió y se convirtieron en las Feynman lectures on Physics fueron un éxito de público, pero eran aprovechadas por los alumnos de cursos superiores a los que se dirigía.
    Piergiorgio Odifreddi, un matemático y divulgador, las calificó como un fracaso respecto al número de aprobados, pero no sé si es un dato cierto.
    Respecto a las ‘genealogías’ de físicos, me parecen más prolíficas las de los matemáticos. Por ejemplo, tampoco sé de alumnos famosos de Fermi que era un titán comparable a Feynman.
    Saludos

  29. #29.- Enviado por: orlin

    El día 10 de noviembre de 2009 a las 10:53

    Hola panta, con respecto a estudiantes de Fermi echa un vistazo a la wiki y encontrarás nombres como: Friedman, Majorana, Steinberger, Pontecorvo…
    Pero claro, si se busca seguro que existirán otros grandes físicos cuyos alumnos no hayan sido conocidos.

    un saludo!!

  30. #30.- Enviado por: Estaco

    El día 11 de noviembre de 2009 a las 21:53

    Según la página the Matematics Genealogy Project estos son los estudiantes a los que Fermi dirigió su tesis cuando estuvo en Chicago: Tsung-Dao Lee, Geoffrey Chew Marvin Goldberger, Willem Malkus, Sam Treiman, Arthur Rosenfeld y John Schwarz. Nótese que entre otros hay un premio nobel (Lee) y el considerado padre de la teoría de las cuerdas (Schwarz) lo cual no esta mal. Segun la misma página estos son los estudiantes de Feynman en Caltech: Samuel Berman, David Callaway, Marvin Chester, Michael Cohen, Thomas Curtright, Albert Hibbs, Henry Hilton, Carl Iddings, Koichi Mano, Philip Platzman, Frank Vernon, Willard Wells, George Zweig. De estos reconozco a el tal Zweiigh quien fue uno de los primeros en proponer la existencia de páriculas hoy conocidas como quarks, lo cual tampoco está mal. En cuanto a los colaboradores de Feynman si bien es cierto que Dyson le estuvo tirando flores también está el caso de Gell-Mann quien habló bastante mal de él, incluso con acusaciones de plagio (se dice así?) de por medio. Cual es la verdad de todo esto? No tengo ni idea.

  31. #31.- Enviado por: panta

    El día 11 de noviembre de 2009 a las 23:04

    @Orlin,@Estaco : Gracias por las genealogías.
    Cuanto más conozco de Fermi, más veo agigantarse su figura.
    Lástima que no viviese más años.
    Saludos

  32. #32.- Enviado por: omalaled

    El día 15 de noviembre de 2009 a las 16:07

    Dicanri: no era creyente. Es más una forma de hablar. Feynman nunca se metió en temas religiosos tanto como lo hicieron Asimov o Sagan. Sus intereses eran diferentes.

    panta: de Fermi estoy haciendo un artículo sobre la primera reacción nuclear en cadena de la historia hecha por el hombre (él, en este caso). Te recomiendo «Atomos en mi familia» de Laura Fermi, su esposa: un libro maravilloso.

    Estaco: Gell-Mann nunca ha acabado de caerme bien. Por supuesto, mi opinión no es por conocerlo de primera mano, sino por lo leído acerca de él y de él mismo. Sober todo, en «El Arco Iris de Feynman» de Leonard Mlodinow (otro libro que recomiendo encarecidamente). Y respecto a esas palabras de Gell-Mann sobre Feynman, todo el mundo lo criticó por ello. Nunca las dijo cuando estaba vivo y, es más, habían sido grandes amigos.

    Tal y como de Feynman está el libro Ojalá lo supiera (como ya he comentado anteriormente), lleno de cartas escritas a montones de gente «desconocida», nunca creo que se encuentre nada parecido de Gell-Mann.

    Salud!

  33. #33.- Enviado por: Barbero estepario

    El día 16 de noviembre de 2009 a las 23:24

    «La Física es como el sexo: seguro tiene una utilidad práctica, pero no es por eso que lo hacemos»

    buen humor y buen articulo, excelente, diria.

  34. #34.- Enviado por: josepzin

    El día 19 de noviembre de 2009 a las 08:52

    Muy interesante artículo 🙂

  35. #35.- Enviado por: Haplo

    El día 20 de noviembre de 2009 a las 11:29

    Hace falte ser realmente un hombre excepcional (aparte de una mente genial) para rechazar fortunas con ese sentido del humor. Un grande Feynman 🙂

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