Piones, muones y guerreros

Publicado el 23 de mayo de 2009 en Opinión por omalaled
Tiempo aproximado de lectura: 6 minutos y 22 segundos

Sabéis (y si no, ya os lo digo) que detesto las guerras. Una de las muchísimas  razones es cómo cambia los comportamientos de los seres humanos. Personas que pueden ser amables y maravillosas se transforman en asesinos sin escrúpulos o en meras herramientas de matar. Los párrafos que os invito a leer a continuación están sacados del libro citado al final (y que, por supuesto, recomiendo leer). La copia no es exacta, sino que está bastante modificada y cambiada de orden para dar forma a la historia. Creo haber respetado la idea que el autor quiere reflejar. Espero que os dé qué pensar y un buen argumento más para ver por qué  las guerras son tan odiosas y nefastas.

En agosto de 1946 se juzgaba a Alfred Jodl y a Hermann Balck ante el  Tribunal para los Crímenes de Guerra de Nuremberg. Ambos utilizaron su pericia profesional para conquistar y asolar media Europa. Ambos continuaron poniendo en práctica habilidades durante los largos años de retirada, cuando el único resultado de sus esfuerzos era prolongar la agonía de Europa. Ambos parecían ser indiferentes a los sufrimientos de las personas cuyas casas aplastaban y quemaban con sus tanques.

Sin embargo, Alfred Jodl fue condenado a la horca y Hermann Balck quedó libre.  ¿Cuál era la diferencia que vieron los jueces?

Jodl había sido elegido por Hitler como jefe de operaciones y lo mantuvo a su lado durante toda la guerra. Le pidió muchas veces que lo relevara del mando, pero Hitler se negó y Jodl obedeció con firmeza hasta el final. Había jurado por su honor de soldado obedecer a Hitler reconociéndolo como autoridad máxima y ese juramento era, para él, inquebrantable; más que la fe católica en la que había sido educado; más fuerte que su obligación de luchar por el bien del pueblo alemán al que creía estar sirviendo.

Balck fue quizás el jefe de operaciones más brillante de la Segunda Guerra Mundial. Mandaba el regimiento de infantería motorizada que encabezó la decisiva irrupción en Francia en 1940. Posteriormente, combatió en el frente del Este, sorprendiendo continuamente a los rusos con movimientos y tácticas inesperados. En 1945 dirigió la última ofensiva alemana, frenando las tropas rusas en Hungría durante el tiempo suficiente como para retirarse a Austria y rendirse finalmente con sus tropas a los americanos.

Ambos aguantaron hasta el final. Pero había una diferencia: mientras Jodl había convertido la voluntad de Hitler en su ley suprema, Balck siguió combatiendo porque nunca se le ocurrió hacer otra cosa. El Tribunal condenó a Jodl por hacer la guerra agresivamente en el plano estratégico y perdonó a Balck por hacer la guerra agresivamente en el plano táctico. La distinción estaba entre estrategia y táctica.

No obstante, había otra diferencia, aunque los jueces no la utilizaron para justificar la condena de Jodl: la diferencia entre profesión militar como oficio y la profesión militar como culto. Balck ganó batallas porque esa habilidad era natural en él. Nunca dijo que ganarlas fuera una actividad especialmente noble o virtuosa: era simplemente su oficio. Jodl ponía la actividad militar por encima de la humanidad. Creía que debía ser fiel a su juramento de soldado aunque ello significara hundir a Alemania hasta destruirla. Identificaba su deber como soldado con lealtad a Hitler y de esa manera llegó a contagiarse de su locura. Ambos eran buenas personas que luchaban por una causa equivocada.

Los soldados y marineros profesionales han desempeñado un papel necesario y honorable en los asuntos de la humanidad. No se puede negar el respeto tradicional que las naciones muestran ante el valor militar. Del mismo modo que todo país tiene derecho a defenderse, también lo tiene a rendir honores a sus jefes militares. Pero esa actitud con respecto los militares supone un peligro mortal para la humanidad a menos que se limiten de manera estricta tanto la autoridad moral que se les confiere como los medios técnicos puestos a su disposición. El poder militar nunca debe confundirse con la virtud moral, y a los jefes militares nunca se les deben confiar armas de destrucción ilimitada.

El culto a la obediencia militar y a las armas de destrucción masiva son las dos grandes locuras de la época moderna. El culto a la obediencia llevó a Alemania a la degradación moral y al desmembramiento. El culto a las armas de destrucción masiva amenaza con llevarnos a todos la aniquilación.

Fue en 1956 cuando los rusos organizaron el primer congreso de físicos de alta energía que se celebraba en Moscú después de la guerra. Por razones que tenían poco que ver con la seguridad militar, el trabajo experimental con la física de altas energías se había mantenido en secreto hasta entonces.

Los últimos años de la vida de Stalin habían sido una época de terror y silencio para los intelectuales rusos; incluso en la ciencia física, en un terreno no político, las publicaciones se habían restringido con severidad y los contactos con científicos extranjeros eran casi inexistentes. Cuando Stalin falleció, la presión glacial del secretismo se fue debilitando.

En 1956 los físicos se disponían a celebrar el regreso de la primavera con un gran congreso al que estaban invitados colegas de todo el mundo. Fue una feliz oportunidad de encuentro para los rusos y también para nosotros. Se renovaron viejas amistades y se crearon otras nuevas. La prensa rusa nos dio cobertura en portada y explicó con orgullo cómo llegaban a Moscú las grandes figuras de la ciencia internacional para conocer los importantes logros de los científicos soviéticos.

Cuando terminó el congreso de Moscú, fui a Leningrado con un grupo de científicos extranjeros. Acompañados por dos guías de Intourist estuvimos visitando la costa oeste de la ciudad. Por error entramos en un puesto de la guardia costera, que evidentemente era una zona militar restringida. Un marinero ruso salió para echarnos de allí gritando «nelzya», que significa «prohibido». Entonces observamos que nuestros guías, asustados ante la posibilidad de que se les hiciera responsables de nuestro error, se marchaban rápidamente en sentido opuesto. En consecuencia, nos quedamos allí y charlamos amigablemente con el marinero, chapurreando lo que sabíamos de ruso. Cuando le expliqué que éramos científicos extranjeros, nos dedicó una amplia sonrisa y dijo:

-Ah, ya sé quiénes son ustedes. Son los que han venido al congreso de Moscú y saben todo sobre piones y muones.

Sacó de su bolsillo un arrugado ejemplar de Pravda que contenía un reportaje sobre nuestros debates. Después nos invitó a entrar en el puesto y nos presentó con orgullo a sus camaradas. Nos sentamos un rato con ellos e hicimos todo lo que pudimos para explicarles lo que habíamos aprendido en Moscú sobre los piones y los muones. Al despedirnos, nuestro anfitrión nos estrechó la mano afectuosamente y nos dijo:

– ¿Por qué no vienen ustedes a nuestro país con mayor frecuencia? Por favor, digan a la gente de sus países, y a sus esposas e hijos, que nos gustaría verles más a menudo.

(De regreso a Leningrado, reflexionando sobre este encuentro, me preguntaba con tristeza si un guardia costero de Estados Unidos que se encontrara inesperadamente con un grupo de físicos rusos chapurreando en inglés les habría saludado con la misma amabilidad y la misma comprensión)

Sin pensarlo dos veces, le dije al marinero del puesto de la guardia costera:

– También usted debería venir a Estados Unidos para visitarnos.

Me miró, riéndose, con un gesto comprensivo en su cara joven:

– ¿Cómo podríamos ir a Estados Unidos? Eso es imposible. Somos guerreros [militares, según me dicen en un comentario].

Me resultó extraño oírle usar aquella palabra, voyenniye, «guerreros». Parecía tan poco bélico, sentado allí con sus amigos en torno a la mesa y charlando con nosotros sobre piones y muones. SIn embargo, la palabra expresaba una realidad. SU oficio era la guerra.

Toda su amabilidad, su curiosidad intelectual y su humor ingenuo no podían cambiar el hecho de que era un instrumento voluntarioso del poder soviético. Era un guerrero y seguiría siéndolo, incluso después de terminar y encontrar su lugar en la sociedad civil. Durante toda su vida estaría orgulloso de haber formado parte de la marina soviética. Si alguna vez le llamaran a filas para entrar en batalla y morir por su país, no vacilaría más que aquellos que navegaban con Nelson en Trafalgar. Si le llamaran para disparar un misil que arrasaría una ciudad, no tendría más dudas que los que lanzaron las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.

Cuando me imagino la guerra nuclear, la pesadilla comienza con la escena de aquel joven marinero ruso pulsando el botón que nos hará añicos, y, mientras lo pulsa, le oigo decir «Somos guerreros» con la misma voz risueña, llena de inocencia asesina, que oí en Leningrado hace mucho tiempo.

Fuente:
«El científico rebelde», Freeman Dyson



Hay 17 comentarios a 'Piones, muones y guerreros'

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  1. #1.- Enviado por: Carlos Marcelo Cabrera

    El día 23 de mayo de 2009 a las 19:31

    Tienes un error gramatical en el sexto parrafo, en esta oración: «El Tribunal fue condenó a Jodl por hacer la guerra agresivamente en el plano estratégico y perdonó a Balck por hacer la guerra agresivamente en el plano táctico.»

    Como siempre, un post excelente. Muchas gracias 🙂

  2. #2.- Enviado por: omalaled

    El día 23 de mayo de 2009 a las 19:55

    Ups! corregido. Gracias 🙂

    Salud!

  3. #3.- Enviado por: elpeor

    El día 24 de mayo de 2009 a las 13:51

    no sabia de la historia..
    s»i alguna vez le llamaran a filas para entrar en batalla y morir por su país, no vacilaría más que aquellos que navegaban con Nelson en Trafalgar.»
    este es el gran problema, y mientras los ejércitos y banca controlen hasta la educación pasando por los grandes medios de propaganda(tv, periódicos y radio) … mal lo llevamos.

  4. #4.- Enviado por: elpeor

    El día 24 de mayo de 2009 a las 13:53

    se me olvidaba el clásico:
    «imagínate que hay una guerra y no va nadie»
    yo no pienso ir!

  5. #5.- Enviado por: Edna Krabappel

    El día 24 de mayo de 2009 a las 23:39

    El primer párrafo me ha recordado un libro de Pittigrilli (La gran impúdica, 1977 Ed Planeta) donde hay un relato corto sobre los horrores de la guerra. El título es metamorfosis.
    En la primera página un joven escritor tiene unas notas para su próximo libro: «El hecho que más me sorprende y que casi resulta increíble, es que el hombre civilizado, el pacífico ciudadano, el padre de familia, el tierno hijo de su mamá, hechos para llevar una vida sin violencia de ningún tipo, en cuanto se ponen un uniforme y reciben un fusil y la autorización para servirse del mismo, puedan transformarse en asesinos.»
    Tras estallar una guerra, alistarse y vivir los horrores de la contienda, el joven escritor decide cambiar sus palabras: «El hecho que más me sorprende y que casi resulta increíble es que el hombre, nacido para matar, para ser cruel y para convertirse en verdugo, cuando se encuentra sin autorización, sin uniforme, sin arma, sin estímulos ni premios, en los breves momentos de paz entre guerras, pueda provisionalmente transformarse en un hombre civilizado respetuoso con el derecho, en un pacífico ciudadano, en un tierno hijo de su mamá, en un buen padre de familia».
    No deja de exagerar la realidad del ser humano (o de algunos seres humanos), pero esas 4 páginas de mini-relato me parecen una buena descripción del horror que es una guerra.

  6. #6.- Enviado por: panta

    El día 25 de mayo de 2009 a las 22:41

    Este libro es una mina de ideas para comentar y de hecho muchos capítulos están basados en algo que me encanta : comparar ideas de autores diferentes. Acabo de terminarlo y estoy ansioso por repasar las partes que he marcado y postear algo.
    Saludos.

  7. #7.- Enviado por: Maktub

    El día 26 de mayo de 2009 a las 23:43

    No me arrepiento de haber puesto este blog para ser visitado .Soy seguidora y me encantan los post.
    Este es muy interesante , garcias por compartir con nosotros
    felicitaciones

  8. #8.- Enviado por: NauZ

    El día 27 de mayo de 2009 a las 07:58

    En la naturaleza de todos esta ser ese soldado ruso, y todos con la motivacion necesaria cogeriamos ese fusil. La historia del ser humano ha sido una historia de colaboracion y de luchar por nuestro grupo, desde que espantabamos leones hace millones de años hasta ir a una guerra inutil para defender a nuestro pais. El verdadero salto adelante sera cuando usemos esa capacidad para progresar juntos y no en absurdas luchas de competencia ya sean empresas, paises etc…

  9. #9.- Enviado por: Haplo

    El día 27 de mayo de 2009 a las 15:12

    Primero y como siempre, genial post omalaled. En algún sitio leí que el hecho de rapar al «0» a los soldados nunca fue por cuestión de higiene, sino por eliminar de algún modo la diferencia entre ellos, siendo todos iguales y sin oportunidad de sobresalir, para convertirse en guerreros ciegos a la orden de su superior.

    Nada más horripilante que el hombre con el poder de matar sin tener que dar respuestas a su comportamiento

  10. #10.- Enviado por: panta

    El día 5 de junio de 2009 a las 11:26

    Por fin he escrito algo sobre uno de los capítulos del libro, en el que habla de Galison, Einstein, Poincaré y Kuhn.
    Quizá te interese.
    Saludos

  11. #11.- Enviado por: Isod

    El día 6 de junio de 2009 a las 19:47

    Hummm… Dyson es una figura que se hace más admirable poco a poco. Este libro pasa a la cola de lecturas pendientes (a ver si dejas de leer tanto, caray!).

    Recientemente leí una entrevista con él (sí, sigue vivo) no sé si en El País o en algún otro periódico. Varias preguntas versaban sobre el cambio climático y su postura «rebelde» en contra de la ortodoxia científica.

    Me lo ha recordado el título del libro.

  12. #12.- Enviado por: omalaled

    El día 7 de junio de 2009 a las 15:00

    Me sabe mal no poder contestar tantos comentarios que, como siempre, os agradezco.

    panta: te he contestado en la reseña de tu blog 🙂
    Isod: je jeeee, dejaré de leer cuando deje de tener tiempo para ello. Mi problema no es leerlos, sino tener que «picarlos».

    Salud!

  13. #13.- Enviado por: jose314

    El día 12 de junio de 2009 a las 03:02

    Me gustó leer a Freeman Dyson

  14. #14.- Enviado por: Marfil

    El día 19 de julio de 2009 a las 05:01

    Muy buena reflexión la que nos traes Omalaled.

    “La diferencia entre un civil y un militar es que el primero siempre puede militarizarse, pero el segundo rara vez puede civilizarse.” –Georges Benjamin Clemenceau

  15. #15.- Enviado por: DALILA

    El día 3 de agosto de 2009 a las 00:50

    muy bueno el comentario solo agregar que el enjuiciado Alfred Jold, en realidad era fanatico, de personalidad adictiva, el Ejercito, Hitler, la guerra, «La Gran Alemania» le deparaban Poder, control, seguridad ,…que el ( y los que son como el) necesitan para experimentar una ilusoria sensacion de seguridad…, como la obtendria de cualquier narcotico…, en este caso el cerebro no diferencia la fuente, solo registra la sensacion pasajera de Poder sobre los demas…

  16. #16.- Enviado por: Maq

    El día 3 de noviembre de 2009 a las 14:28

    Acabo de descubrir el blog y me ha gustado mucho, pero quiero hacer un comentario sobre el razonamiento de Dyson acerca de los guardas «voyenniye». En ruso esa palabra significa simplemente «militar» (http://www.diccionario.ru/cgi-bin/dic.cgi?p=%E2%EE%E5%ED%ED%FB%E9&page=search&vkb=1&base=general&newinput=1&l=es&prefbase=universal). De acuerdo que no es tan diferente de «guerrero», pero creo que justamente «militar» representa mejor la intención del autor, sobre todo en lo que respecta a la obediencia ciega y la irracionalidad.

  17. #17.- Enviado por: omalaled

    El día 4 de noviembre de 2009 a las 00:25

    Maq: muchas gracias por el comentario. Voy a poner una nota en el artículo, porque me parece muy bien el detalle de lo que dices y creo que es significativo.

    Gracias de nuevo.

    Salud!

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