Y más anécdotas

Publicado el 13 de abril de 2014 en Curiosidades por omalaled
Tiempo aproximado de lectura: 5 minutos y 51 segundos

Cuando leo libros acostumbro a apuntar diferentes anécdotas más o menos cortas, más o menos extensas que me llaman la atención y acaban desparramadas por diferentes sitios. Desgraciadamente, las olvido; pero algunas veces los repaso y las intento ordenar. Y bueno, las pongo reunidas en artículos como el de hoy. Espero que os gusten.

Los franceses pasaron las botellas de litro a 75 cl porque un estudio determinó que era la cantidad prudente de vino por obrero que podía beber durante un almuerzo y regresar con dignidad. Bajaron el volumen, pero no el precio.

Los ingenieros franceses Jean Delhambre y Pierre Méchain fueron responsables de las mediciones topográficas del trozo de meridiano terrestre de París entre Dunquerque y Barcelona, para así poder hacer el patrón físico del metro como «diezmillonésima parte del cuadrante de meridiano terrestre». Es decir, por definición, cualquier meridiano terrestre debería tener 40.000.000 de metros, pero el problema era determinar esta unidad. Delambre y Méchain sólo cometieron un error del 0,023%, lo cual, para 1799 fue todo un récord.

El 25 de febrero de 1991, durante la guerra del Golfo, un misil Patriot estadounidense no logró interceptar un misil Scud iraquí y este mató a 28 soldados e hirió a más de 100. Lo sorprendente de este fallo es que fue estrictamente numérico, ya que el software del Patriot estaba programado para cifras binarias con 24 bits y en el cálculo del propio misil se produjo un error de tan solo 0,34 segundos, pero como la criatura iba a 1.676 metros por segundo, el desvío fue de casi medio kilómetro… y pasó lo que pasó.

Oppenheimer, por ejemplo, fue seleccionado para dirigir el proyecto Manhattan. No era un candidato muy destacado. Sí, era inteligente, pero muchos de los que allí había lo eran mucho más que él. No obstante, hay una experiencia muy reveladora. Su profesora de matemáticas comprendió que el chico se aburría en clase de matemáticas y lo envió a hacer trabajo independiente. De niño era un apasionado recogedor de rocas.

A los 12 años empezó a mantener correspondencia con geólogos de Nueva York sobre formaciones rocosas que había visto en Central Park. Los impresionó de tal modo que le invitaron a pronunciar una converencia en el Club Mineralógico de la ciudad. Sus padres escribieron lo siguiente:

Intimidado ante la perspectiva de dirigirse a un público adulto, Robert pidió a su padre que les explicara que habían invitado a un chico de 12 años. Enormemente divertido, Julius animó a su hijo a aceptar tal honor. En la tarde designada, Robert se presentó en el club con sus padres, quienes con orgullo presentaron a su hijo como J. Robert Oppenheimer. El asombrado público de geólogos y aficionados se echó a reír cuando el orador desapareció detrás de la tribuna: hubo de traerse una caja de madera para que se le viera algo más que su fuerte mata de cabello oscuro sobresaliendo por encima del atril. Tímido y torpe, Robert leyó no obstante su conferencia, que levantó una cálida ronda de aplausos.

Sigmund Freud era muy consciente del peligro de que hitlerismo se extendiera a Viena, pero estaba resignado. «Si me matan, pues bueno Es una muerte como otra cualquiera.» Sin embargo, en 1934 admitió que si un lacayo de Hitler pasaba a gobernar el país, se marcharía de él. «El mundo se está convirtiendo en una enorme prisión, y Alemania [es] la peor de sus celdas.»

Freud, que sufría cáncer, permaneció en Viena hasta el Anschluss, cuando se aplicaron las leyes raciales alemanas a los ciudadanos austriacos. Después de muchas y complicadas negociaciones en Gran Bretaña, en Berlín y Viena, Freud recibió finalmente permiso para abandonar Austria y viajar a Inglaterra. Una vez allí, fijó su residencia en Londres. Pero antes de que se le permitiera ir a la estación para coger el tren con destino al exilio, llegaron unos agentes de la Gestapo con un documento en el que se hacía constar que había sido tratado correctamente. Freud estampó su firma en el documento como le ordenaron los hombres de la Gestapo y añadió: «Recomiendo cordialmente la Gestapo a todo el mundo».

Alexander Craig Aitken fue profesor de matemáticas en la Universidad de Edimburgo. Comenzó a calcular mentalmente cuando tenía 13 años. Aitken afirmaba que se necesita una capacidad innata para memorizar números a toda velocidad como ayuda del cálculo mental. Él mismo hizo gala de esta capacidad memorizando los primeros mil decimales de PI, simplemente porque no le costaba trabajo. Para ello, colocó los dígitos en filas de 50 y luego leyéndolas a un ritmo particular. Afirmaba que «de no ser tan fácil, habría sido una hazaña reprensiblemente inútil». Dejó para la posteridad una conferencia pronunciada en la Royal Academy of Engineering titulada El arte de calcular mentalmente, con demostraciones.

Torsten Wiesel fue distinguido con el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1981 por sus aportaciones en el estudio del área visual de la corteza cerebral. Pero posteriormente, se destacó por su defensa de los derechos humanos y formó parte del Comité de Derechos Humanos de la National Academy of Sciences de EEUU. En 2001 se le propuso para el Consejo de los poderosos Institutos Nacionales de Salud americanos, en tareas de asesoramiento a los países en desarrollo, pero su nombre fue vetado por razones políticas. ¿Sabéis cuál fue uno de los grandísimos argumentos? Que «había firmado demasiados escritos en The New York Times críticos con el presidente Bush». Este incidente es uno de los ejemplos más citados contra la ciencia cometidos desde la Administración de Bush hijo.

Jean-François Pilâtre de Rozier (1754 – 1785) fue profesor de física y química francés y uno de los primeros pioneros de la aviación. Su globo se estrelló cerca de Wimereux en el Paso de Calais en el curso de un intento de cruzar volando el Canal de la Mancha. Él y su acompañante, Pierre Romain, pasaron a ser las dos primeras víctimas de un accidente aéreo. Pues bien, aparte de ello quiso comprobar la inflamabilidad del hidrógeno reteniendo en la boca cierta cantidad de éste y soplando sobre una llama; demostró así que el hidrógeno es, en realidad, explosivamente combustible. Pero también descubrió otra cosa en ese experimento: que las cejas no son forzosamente una característica permanente de la cara de los seres humanos.

El médico y matemático italiano Gerolamo Cardano se atribuía «el cultivo de las artes ocultas» y presumía de tener «facultades adivinatorias». Pero llevó la cosa demasiado lejos y predijo el día de su propia muerte: el 21 de septiembre de 1756. Y así fue: ese día se suicidó.

Un día, el matemático catalán Francesc d’Assís Sales i Vallès  le dijo a un alumno que había sacado a la pizarra:

— Veamos si tiene usted talento de matemático; explíquenos paso a paso qué haría usted para freir un huevo, suponiendo que tiene el aceite, el huevo y las cerillas encima del mármol, y la sartén en el armario.

El alumno, asombrado, lo describió más o menos así:

— Cogería las cerillas, encendería el fuego, sacaría la sartén del armario, echaría aceite en la sartén, pondría la sartén al fuego, esperaría a que se calentara, rompería luego el huevo, lo echaría en la sartén … – y a cada paso explicado, el Sr. Sales iba diciendo:

— Bien, va usted bien, siga, siga.

Cuando acabó, le dijo al alumno:

— Ahora, explique de nuevo cómo lo haría si tuviese la sartén ya en el mármol.

El alumno, más asombrado aún, respondió, más o menos, como antes:

— Cogería las cerillas, encendería el fuego, echaría aceite en la sartén, pondría la sartén al fuego, …

Acabada la explicación, el Sr. Sales le dijo:

— No tiene usted talento matemático. Un matemático hubiera contestado: «metería la sartén en el armario y aplicaría el método del caso anterior».

La lógica matemática es aplastante, ¿verdad?

Fernando Blasco, El periodista matemático.
Malcolm Gladwell, Fueras de serie.
Julio González, Biografía del Cerebro.
Byll Bryson, Una breve historia de casi todo.
Claudi Alsina, Asesinatos matemáticos.
Gregorio Doval, Anecdotario universal de cabecera.



Hay 4 comentarios a 'Y más anécdotas'

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  1. #1.- Enviado por: Luis Mario Morales Rios

    El día 13 de abril de 2014 a las 17:48

    genial, me cautiva esta gran publicación…saludos no bajen la guardia!

  2. #2.- Enviado por: JL

    El día 14 de abril de 2014 a las 08:17

    Fantásticas anécdotas.

    ¿La última es de el libro El periodista matemático?

  3. #3.- Enviado por: omalaled

    El día 14 de abril de 2014 a las 11:13

    Creo que sí (ufff, leí ese libro hace tiempo), pero he rebuscado un poco más por Internet y esa anécdota sale en muchos sitios a través de este enlace de una búsqueda de google.

    No descarto que también lo haya leído en el libro de Gregorio Doval.

    Salud!


  4. El día 10 de agosto de 2017 a las 09:24

    […] de consulta: wineintro / historiasdelaciencia / wallafaces / quora / vivancoculturadevino Fuente de la imagen: Alfred […]

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