El movimiento browniano

Publicado el 1 de mayo de 2009 en Historias de la ciencia por omalaled
Tiempo aproximado de lectura: 8 minutos y 35 segundos

El movimiento browniano es uno de aquellos temas olvidados, que apenas aparece en los libros de texto; pero que fue la primera prueba concluyente de la hipótesis atómica y que, además, hizo que cambiáramos el modo en que entendemos hacer ciencia. Quisiera hablaros hoy de este fenómeno que empieza en la persona de Robert Brown.

Robert Brown fue hijo de un pastor protestante escocés. Nacido en 1773 fue el típico erudito autodidacta, soberbio, diligente y meticuloso hasta el fanatismo. Estudió medicina en Edimburgo y trabajó unos años como ayudante de un cirujano en un regimiento de Fifeshire.

Mientras hacía esto, se puso a aprender alemán. Estudiaba los nombres y sus declinaciones antes del desayuno y la conjugación de los verbos auxiliares después. Armado con sus nuevos conocimientos, empezó a dominar toda la documentación alemana sobre botánica.

En 1798 hizo una visita a Londres donde conoció al gran botánico Sir Joseph Banks, en aquel momento presidente de la Royal Society. Nuestro hombre lo impresionó de tal manera que tres años después hizo, con la recomendación del mismo Banks, un largo viaje a Australia regresando en 1805 con cerca de 4.000 especímenes de plantas exóticas pulcramente guardadas en el barco.

Pasó varios años describiendo, clasificando y catalogando esos especímenes, a la vez que trabajaba de bibliotecario y asistente personal de Banks. De ahí, salió el embrión de lo que ha llegado a ser el departamento botánico del Museo Británico, del que fue el primer encargado profesional.

Brown conoció a Charles Darwin. Darwin dijo de él que era contradictorio, profundamente sabio, pero muy dado a la pedantería, generoso en unos aspectos, malhumorado y receloso en otros. Me pareció que destacaba sobre todo por la puntillosidad de sus observaciones y su perfecta exactitud. Darwin dijo también de él que nunca prestaba especímenes de su colección, incluso ni aquellos que él y sólo él poseía y que nunca le iban a ser de utilidad.

Brown es conocido, sobre todo, por un estudio de los granos de polen de la Clarkia pulcella, una flor silvestre popular actualmente entre los jardineros, descubierta en 1806 por Meriwther Lewis, aunque le puso el nombre de su compañero de exploración: William Clark (actualización: leer comentario). Brown pretendía analizar minuciosamente la forma y tamaño de los granos de polen con un microscopio. Pero se encontró con un problema: no paraban de moverse. Se desplazaban erráticamente por el campo de visión. No era el primero que veía eso. Ya Leeuwenhoeck (¿recordáis a a nuestro amigo el bedel?) había escrito que los «animáculos» se movían en el agua cuando los observaba arriba, abajo, en círculo… decía que era fantástico observarlo. Algunos de aquellos animáculos tenían minúsculas pilosidades o finísimas extensiones que les permitían nadar, así que el movimiento podía ser explicado por la fuerza vital.

Aunque los granos de polen eran simples y carecían de partes móviles eran innegablemente orgánicos. Brown supuso que, al ser las partes masculinas del equipo reproductivo de una planta, también tenían ese espíritu vital que los impulsaba a moverse. No obstante, desconfiaba de estas hipótesis tan vagas. A Brown le encantaba la observación, así que observó otras plantas y pudo ver también un movimiento similar, pero lo mismo sucedió con fragmentos de hojas y tallos.

Probó con partículas de colorante, pequeños fragmentos de un trozos de madera petrificada, trozos de cristal ordinario, etc. Incluso con polvo de un trozo de la Esfinge a la que tenía acceso como encargado del Museo Británico. Aunque era materia indudablemente inanimada o muerta bailoteó como todo lo demás.

Intentó averiguar la causa de esos movimientos. Aparte de no ser debidos al movimiento vital, tampoco lo eran por vibración, por acción del calor o por influencias eléctricas o magnéticas. Todo era contradictorio e incomprensible: las partículas no podían moverse por voluntad propia si no había alguna influencia externa. Pero se movían. Como era un escrupuloso botánico descriptivo y no un filósofo de la naturaleza no hizo hipótesis alguna. Murió en 1858 y, como dijo Charles Darwin: con él murieron muchas cosas, debido a un excesivo temor de no cometer nunca un error.

La comunidad científica ignoró el movimiento browniano durante décadas. Los que lo observaban lo consideraban una molestia y la mayoría de los botánicos y zoólogos persistían en la idea del movimiento vital. No obstante, la cosa iba a cambiar. Ludwig Christian Wiener era un profesor que daba clases de matemáticas y geometría en universidades alemanas. En 1863 repitió los experimentos de Robert Brown e hizo una hipótesis muy especulativa: que todo ese movimiento era explicable si el líquido en el que se retorcían las partículas brownianas estaban compuestos de furiosos átomos que las chocaban por todas partes.

Pensad que por aquella época los átomos eran demasiado pequeños para ser vistos ni percibidos por ningún medio directo, y aunque podían resultar muy útiles como modelos no se acababa de aceptar su existencia. Naturalmente los químicos se veían casi forzados a creer en ellos. Si no existieran, ¿cómo podrían explicar tantas reacciones químicas con tanta sencillez? ¿Por qué habría de comportarse la materia, en tantos sentidos y tan enteramente como si fuera atómica, no siéndolo en realidad? Algunos químicos, sin embargo, sostenían que no era prudente salirse de los fenómenos mensurables. Así pensaban hombres como Wilhelm Ostwald, quienes exigían de forma rigurosa efectos directamente observables para aceptar su existencia. Incluso a principios del siglo XX mantenía que los átomos no existían.

Allá por los años 1860, el físico escocés James Clerk Maxwell había propuesto una impresionante explicación de las propiedades de los gases a base de partículas moviéndose al azar. Maxwell había aprendido toda esa estadística leyendo al matemático belga Adolphe Quetelet, quien había clasificado los índices de criminalidad en Francia de acuerdo con la edad, educación, clima de la localidad en la que se sufría el crimen y la época del año en que se producía; lo que había sido el principio de la aplicación de los métodos estadísticos a las ciencias demográficas y sociales.

En seguida surgió la sospecha de que las partículas del líquido, al moverse al azar, podrían empujar en uno y otro sentido a las partículas más gruesas en suspensión. Podía ser que los granos de polen o de tinte estuvieran siendo bombardeados por las partículas de agua y que fuera eso era lo que producía el movimiento browniano. Podría haber momentos en que les chocarían más partículas de un lado que de otro y de este modo nosotros veríamos a la partícula browniana desplazándose aun sin ver a las pequeñas. En suma, estaban viendo el resultado de la acción directa de los átomos que componían la suspensión.

Una serie de jesuitas franceses también formuló esa misma hipótesis. El Padre Joseph Delsaulx atribuye a un colega anónimo la idea de que el movimiento browniano era el resultado de la agitación constante de las partículas o átomos que componen un líquido. El problema es que había que demostrarlo pero no tenían el aparato matemático necesario. Aunque Botzmann sí lo tenía no intentó resolverlo. Ni siquiera Maxwell se interesó.

Vamos al año 1905 cuando entra en escena un hombre de 26 años. Trabajaba en una casa de patentes en Berna porque había sido incapaz de conseguir una posición académica. Aparte de realizar su trabajo, cuando no había jefes por allá, desarrollaba sus ideas de física. Tenía que hacerlo con cuidado, pues cuando el jefe entraba tenía que esconder rápidamente esos bocetos y fórmulas en un cajón. El nombre de este hombre no es otro que Albert Einstein.

El gran sabio llegó a sentirse fascinado por las densas y prolijas monografías de Boltzmann. También él se dio cuenta que una partícula lo bastante pequeña sumergida en un líquido rebotaría por todas partes a causa de las colisiones moleculares. Se preguntó si el movimiento de una partícula suficientemente grande como para ser vista al microscopio podría constituir una prueba directa de la existencia de los átomos.

No era tarea fácil. Otros científicos anteriores habían visto que una partícula browniana tenía que tener, por término medio, la misma energía de movimiento que las moléculas del líquido en las que estaban suspendidas. Esas moléculas de líquido con masa mucho menor se moverían por todas partes a toda velocidad, mientras que las partículas brownianas avanzaban de forma mucho más torpe. Por supuesto, había que aplicar estadística. Resumiendo, había que encontrar una relación matemática entre la velocidad media de una molécula de líquido (que se movía muy deprisa) y la velocidad media de la molécula browniana (que se movía más despacio). Recordemos, además, que el movimiento browniano es mayormente errático.

Einstein siguió otro camino, como tantas veces hizo. Trazó un círculo imaginario alrededor de una molécula y se preguntó cuánto tardaría, por término medio, en alcanzar el borde de dicho círculo. De este modo, obtuvo un resultado teórico que podía ser sometido a experimentación. Estos resultados fueron publicados en 1905 junto a otros famosos ensayos, entre ellos la Teoría Especial de la Relatividad y otras provocadoras ideas sobre la naturaleza corpuscular de la luz.

Aquí hay un detalle sorprendente. Resulta que cuando Einstein inició sus cálculos, ni siquiera había oído hablar del movimiento browniano. Fue mientras lo escribía cuando se enteró que el fenómeno ya era conocido por botánicos y otros durante generaciones anteriores. De hecho, en la introducción escribió:

Es posible que los movimientos que se discutirán aquí sean idénticos al llamado «movimiento molecular browniano»; sin embargo, los detalles que he conseguido establecer en relación a este último son tan imprecisos que no puedo formarme un juicio sobre el particular.

Según su fórmula, las partículas suspendidas en un vaso alto de líquido debían reflejar, en su distribución, el equilibrio entre la fuerza gravitatoria y el efecto del movimiento browniano. Si actuase sólo la gravedad, todas las partículas se irían al fondo. Si sólo actuase el movimiento browniano, se esparcirían con uniformidad. Bajo la acción de ambos fenómenos deberían esparcirse concentrándose hacia el fondo cada vez con más densidad.

Einstein era un teórico y se conformó con obtener la ecuación. Tres años después, en 1908, el físico francés Jean Perrin suspendió en agua granitos de resina y de goma y contó el número de granos a distintos niveles. Halló que ese número crecía hacia abajo. Y lo mejor de todo: concordaba exactamente con lo predicho por la ecuación de Einstein.

También obtuvo, además, una medida razonablemente aproximada del peso real de las moléculas sueltas. El antiatomista Ostwald se enfrentó entonces con un experimento observable, producido por moléculas individuales. No pudo seguir negando la existencia de los átomos.

Perrin recibió por su trabajo el premio Nobel de Física en 1926. Einstein había recibido el suyo en 1921, por otros méritos (merecía otro Nobel, ¿verdad?; y si tenemos en cuenta que no por la relatividad… En fin. Continuemos).

Pero algo más había cambiado. Por primera vez un razonamiento estadístico permitía a los físicos hablar sobre el comportamiento de multitudes de átomos sin conocer el comportamiento de cada uno por separado. Incluso aunque su observación estuviera más allá de sus posibilidades. O sea, que podíamos conocer el edificio sin saber cómo eran los ladrillos.

Más aún. Hasta entonces, la teoría y el experimento habían ido de la mano. Ahora eso ya dejaba de suceder. La teoría contenía elementos sobre cuya existencia real los físicos no tenían duda alguna, pero no podían llegar de forma experimental. Mientras que para el teórico los átomos tenían una existencia evidente y una posición y velocidad determinadas (la cuántica todavía no había entrado en juego), para el experimental los átomos sólo existían de forma deducible y únicamente podían ser descritos estadísticamente.

Un gran cambio, ¿verdad?

Para acabar, quiero recordaros qué contestó Feynman cuando le preguntaron que si se acabara el mundo y desapareciera todo el conocimiento, qué  idea científica guardaría. Dijo: «que la materia se compone de átomos».

Fuentes:
«El electrón es zurdo», Isaac Asimov
«Incertidumbre», David Lindley
http://es.wikipedia.org/wiki/Movimiento_browniano



Hay 28 comentarios a 'El movimiento browniano'

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  1. #1.- Enviado por: Oscar

    El día 1 de mayo de 2009 a las 21:50

    Fantástico…. eres como una droga,todos los días visito el blog con la esperanza de que una nueva historia aparezca… no pares…. y aumenta la frecuencia de publicación de historias……

  2. #2.- Enviado por: omalaled

    El día 1 de mayo de 2009 a las 23:33

    Oscar: muchas gracias por tus palabras. Si no publico más no es por falta de ganas, sino de tiempo. Aunque tengo bastantes artículos (y libros) en el tintero, hasta que les doy la forma final, suelo darles muchas vueltas hasta que todo encaje.

    Salud!

  3. #3.- Enviado por: paglinares

    El día 2 de mayo de 2009 a las 07:59

    Buenísmo. Suscribo lo dicho por Óscar, aunque me debato entre lo «malo» que sería que Omalaled aumentase la frecuencia de los artículos… pues entonces tendría menos tiempo para continuar con el resto de mi vida y hacer la infinidad de cosas que siempre tengo pendientes =)

    Óscar: cuando sufras síndrome de abstinencia o «mono» de artículos de Omalaled, simplemente visita otros antiguos (yo es lo que hago)… si no es que te los has leído ya todos, claro.

    Omalaled: no me contento con «sólo» leer y disfrutar tus posts, porque soy una prsona muy extrovertida y tiendo a compartir estas cosas (por eso, entre otras cosas, escribo en el foro, supongo) y te hago mucha publicidad sugiriendo a amigos y gente cercana (trabajo en investigación) que te lean… pero no te creas, lo hago sobre todo por ellos, porque sé que les encantará y pienso ue se pierden un auténtico placer leyéndote.

    Saludos y como dicen por aquí: domo arigato gozaimas

  4. #4.- Enviado por: paglinares

    El día 2 de mayo de 2009 a las 08:02

    …que se pierden un auténtico placer no leyéndote, quería decir

  5. #5.- Enviado por: Uriel

    El día 3 de mayo de 2009 a las 01:56

    Magnífico artículo. Este Einstein….realmente cada vez q oígo hablar de él (aunque conosca los temas) sigue soprendiendo su genialidad, inventiva e imaginación para tratar los temas. Cuesta creer de una persona tan capaz!

    Muy buen artículo, como siempre.

    Un saludo

  6. #6.- Enviado por: Marfil

    El día 3 de mayo de 2009 a las 04:05

    Muy buen artículo. 🙂

    Podrías complementarlo con algunas imágenes, yo encontré estas:

    http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/ciencia/volumen2/ciencia3/085/imgs/calor57.gif

    http://en.wikipedia.org/wiki/File:Brownian_hierarchical.svg

    http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Wiener_process_3d.png

    Y con algún video:

    http://www.youtube.com/watch?v=9fszHle5D6A&feature=PlayList&p=FE4453408D03499B&playnext=1&playnext_from=PL&index=2

    El movimiento browniano también sirve para explicar procesos como la ósmosis, claves en la biología célular, (a través de una membrana semipermeable, el agua u otro solvente pasa de una zona de baja concentración de soluto a otra zona de alta concentración debido al movimiento browniano aleatorio y la dirección en que el soluto bloquea los poros de la membrana), y esto a su vez sirve para explicar cosas curiosas como por qué nos deshidratamos al beber agua salada. No obstante no hay evidencia del «aprendizaje por osmosis» que practican algunos estudiantes:

    http://sunderlandbookgroup.files.wordpress.com/2009/04/girl_sleeping_book.jpg

  7. #7.- Enviado por: javier

    El día 3 de mayo de 2009 a las 15:45

    Muy interesante. Se trasluce la pasión de las gentes que se ven involucradas en las historias, se percibe la épica de los descubrimientos científicos que tan poco llega al público general. Muchas gracias

  8. #8.- Enviado por: Anónimo

    El día 3 de mayo de 2009 a las 21:28

    Von Leeuwenhoeck era «bedel». Considero que un fallito como ese puede deslucir un magnífico artículo.

    Elimina mi comentario tras corregir.

  9. #9.- Enviado por: omalaled

    El día 3 de mayo de 2009 a las 23:12

    Gracias, Anónimo. Aunque no eliminaré tu comentario. Cometo errores y garrafales, pero es bueno corregirlos. En mi vida se me olvidará que bedel va con b.

    Salud!

  10. #10.- Enviado por: Ahskar

    El día 4 de mayo de 2009 a las 16:06

    Muy bueno el artículo. Muy interesante. Fíjate que cuando me han hablado de él en física estadística, de Einstein no dijeron ni mu.

    Un saludo!

  11. #11.- Enviado por: Haplo

    El día 5 de mayo de 2009 a las 15:30

    Genial como siempre omalaled, cada vez espero con más ansias los artículos.

    Como dices, creo que Einstein debió llevarse, por méritos propios, 4 ó 5 nóbeles más, a parte del de el efecto fotoeléctrico. Un genia. Y que decir de Feynman… En fin, genial

  12. #12.- Enviado por: Edna Krabappel

    El día 7 de mayo de 2009 a las 15:18

    ¡Excelente!
    Respecto Feynman, no acabo de entender que la respuesta que da al final de la entrada sea tan ingeniosa o interesante. Pero claro ya dijo Russell que de premisas falsas puedes deducir lo que quieras.

  13. #13.- Enviado por: Malonez

    El día 8 de mayo de 2009 a las 15:47

    Maravilloso. Parece que hay casos por todas partes. Las acciones suben y bajan según el movimiento browniano.

    Una buena respuesta para la gente de letras que a menudo te dice que cómo se puede saber que los átomos existen, si nadie nunca ha visto ninguno.

    Queremos más! 🙂

  14. #14.- Enviado por: Busscar

    El día 9 de mayo de 2009 a las 20:32

    Hola, tengo una pregunta para Omalaled, ¿Tú, que idea científica te guardarías si se acabara el mundo y desapareciera todo conocimiento? Saludos a todos los lectores y mis respetos para un gran maestro como tú.

  15. #15.- Enviado por: Marfil

    El día 10 de mayo de 2009 a las 10:52

    Edna Krabappel, tal vez la respuesta de Feynman no te parece tan impresionante porque Omalaled no la colocó completa: “todas las cosas están formadas por átomos –pequeñas partículas que se mueven con movimiento perpetuo, atrayéndose unas a otras cuando están separadas por una pequeña distancia, pero repeliéndose cuando se las trata de apretar una contra otra”.

    Efectivamente, decir que las cosas están hechas de átomos y no decir qué es un átomo es un poco inútil; la descripción que agrega después Feynman parece suficiente para echar bastantes luces en cambio de la profundidad de lo que implica en realidad la teoría atómica y su capacidad para unificar prácticamente todas las ciencias en un mismo modelo de la realidad.

    Si aún así no te parece impresionante, tal vez se deba a que piensas como yo, que una verdad revelada es de escaso valor; más importante que la teoría atómica, es cómo llegamos a ella a través del método científico. De hecho el enunciado de Feynman en una civilización en la que se ha destruido el conocimiento, no se diferenciaría mucho del atomismo griego que postuló una idea aproximadamente acertada de la realidad, pero sin ninguna evidencia o si quiera teoría.

    Siempre me ha causado curiosidad como los atomistas griegos a su vez, también atinaron en proponer la evolución biológica e incluso cosmológica. Es tan sólo interesante, porque sus enunciados tanto sobre los átomos como sobre la evolución eran indemostrables, tan sólo tuvieron suerte. Algo así creo que le pasaría al enunciado de Feynman, tendría que esperar a que la humanidad volviera a alcanzar la capacidad para demostrar la teoría atómica, para que tenga valor.

  16. #16.- Enviado por: omalaled

    El día 10 de mayo de 2009 a las 17:27

    Busscar: mis respetos para un gran maestro como tú. Gracias. Soy sólo un aficionado que, desde este lugar, hago lo que puedo por mostrar la ciencia.

    Respecto la pregunta, supongo que lo mismo que Feynman. Quizás añadiría algo más sobre la radiación (vamosl habáría de la energía en forma de radiación). Al fin y al cabo hay dos cosas en el Universo: materia y energía. Pero aun así, intentaría dejar más cosas 🙂

    También explicar el método científico, como apunta Marfil sería otro de esos puntales.

    Salud!

  17. #17.- Enviado por: E8

    El día 11 de mayo de 2009 a las 22:00

    Los átomos de Feynman está bien; pero como efectista, por rompedor de los atávicos convencionalismos de simio, sobre el «pequeño cerebro» del homoporqueyolovalgus me quedo con EVOLUCION. En este su año.
    Te leo

  18. #18.- Enviado por: omalaled

    El día 11 de mayo de 2009 a las 23:03

    E8: tienes toda la razón. EVOLUCION es otra de esas palabras a salvaguardar en caso de hecatombe.

    Salud!

  19. #19.- Enviado por: Rawandi

    El día 12 de mayo de 2009 a las 15:43

    Marfil, me parece que eres injusto con los atomistas griegos. Ellos aplicaban la esencia el método científico: razón y observación. Tuvieron el coraje suficiente para dejar de lado los mitos religiosos y cuando se prescinde de los dioses la única forma de explicar racionalmente el universo es mediante conceptos como «átomos» y «evolución».

    Por desgracia, los místicos (politeístas y monoteístas) se impusieron durante la Antigüedad y la Edad Media y hubo que esperar al siglo XVII para que volviera a emerger con fuerza la ciencia.

  20. #20.- Enviado por: Esteban Moro

    El día 13 de mayo de 2009 a las 08:12

    Estupendo artículo: salvo por una cosa. Brown nunca observó partículas de polen moviéndose. Sino partículas de polvo (probablemente arcilla) moviéndose dentro de los granos de polen. Por tanto toda la discusión sobre los granos de polen, si son los órganos masculinos, etc. es sencillamente errónea. Este error se lleva perpetuando en la literatura durante el último siglo. Durante la celebración del «año maravilloso» de Einstein en 2005, la prestigiosa revista Nature publicó un artículo sobre ello (http://www.nature.com/nature/journal/v434/n7030/full/434137c.html) y en la Wikipedia también está corregido.

    Es fácil darse cuenta de que no eran granos de polen lo que observaba Robert Brown moverse: los granos de polen son enormes (unas 100 micras de diámetro). Nadie, ni el ojo prodigioso de Robert Brown al microscopio óptico, puede observar el movimiento Browniano de una partícula tan grande. Lo que Brown observó fue el movimiento errático de unas partículas de 5 micras dentro de los granos de polen.

    Siento la publicidad, pero en mi blog (http://markov.uc3m.es/2008/12/browns-observations-on-brownian-motion/), explico utilizando las mismas herramientas que Einstein que los granos no podía ser de polen. Por cierto, también incluyo un video de un grupo de la Univ. Complutense de Madrid en el que reprodujero el experimento y se pueden ver las partículas moviéndose

  21. #21.- Enviado por: omalaled

    El día 14 de mayo de 2009 a las 00:02

    Esteban: no lo sabía. He puesto una actualización con un enlace a tu comentario. Cuando pase más tiempo, lo corregiré en detalle.

    Gracias.

    Salud!

  22. #22.- Enviado por: Misijibox

    El día 15 de mayo de 2009 a las 19:33

    Descubrí el movimiento Browniano gracias a Asimov, en su «viaje alucinante», hace ya 30 años. En mis dos carreras, nadie le ha prestado mayor atención, y sin embargo es la base de la comprensión a nivel atómico…¡Así nos va!

  23. #23.- Enviado por: Marfil

    El día 16 de mayo de 2009 a las 02:50

    Rawandi , por supuesto no quiero ser injusto con los atomistas griegos, los contextos históricos en ambos casos eran completamente distintos, las limitaciones técnicas como teóricas eran inmensas como para que estuvieran cerca de descubrir algo sobre los átomos. Es un poco como Aristóteles intentando medir la velocidad de la luz con métodos totalmente rudimentarios para dicha tarea.

    Lo que si quería apuntar es que si bien las creencias de los atomistas griegos se basaban en un sistema «natural», al igual que el de la mayoría de filosofías griegas, lo cual es muy positivo si se le compara a las creencias religiosas; no llegaron a ser sistemas basados en la corroboración empírica rigurosa (no es negar que no la hubiera, sólo que no la suficiente), sino más bien en experimentos mentales y lógica. El que los atomistas griegos hayan estado más cerca de la verdad que sus contrapartes de otras filosofías (el ser de parménides, el idealismo de Platón, el determinismo de Aristóteles y de los estoicos, etc.) es tan sólo un resultado estadístico: Entre muchos diciendo muchas cosas, eventualmente alguien tendría razón sin saberlo o demostrarlo.

    Eso es lo que creo que pasaría con la cita de Feynman, si se trasladara a una humanidad que perdiera su conocimiento de repente, sería una verdad pero indemostrable, una verdad mística. Y lo mismo vale para la «evolución», la experiencia en escala humana de la naturaleza soporta más a la evidencia contraria de que las especies son inmutables, y el conocimiento legado de la evolución sería otra verdad mística.

    Esteban Moro, muy interesante lo que has comentado. El video esta increíble. 😉

  24. #24.- Enviado por: rj

    El día 16 de mayo de 2009 a las 14:06

    un placer leerle

  25. #25.- Enviado por: Esteban Moro

    El día 20 de mayo de 2009 a las 21:07

    De nada! me encanta tu página. Gracias por darme la oportunidad de contribuir.

  26. #26.- Enviado por: Isod

    El día 6 de junio de 2009 a las 18:31

    El modo de atacar el problema del «movimiento browniano» por Einstein destila su forma de entender la física: un problema teórico sin solución, una hipótesis imaginativa pero muy simple y unas conclusiones correctas. Es más, sin importarle la experimentación posterior que verifique o no sus conclusiones. Y casi siempre acertaba.

    Lo triste de la teoría atómica es que tal y como se estudia/estudiaba en secundaria, siempre parecían ideas geniales de individuos extraordinarios: Dalton, Rutherford, Bohr… Yo, hasta la carrera, nunca había oído hablar del movimiento browniano. Una tristeza.

    En cuanto a lo de Feynman, en el contexto en el que dijo su frase, pues genial Creo recordar haberla leído en el prólogo de sus «Lectures».

  27. #27.- Enviado por: Brigo

    El día 20 de agosto de 2009 a las 00:47

    @Marfil, sobre los griegos y sus avanzadas ideas no puedo dejar de recordar a Terry Pratchet, que no entiende por qué todo libro de pseudo ciencia que se precie cita a los egipcios como visitados por extraterrestres, cuando está claro que debieron ser los griegos 🙂


  28. El día 12 de enero de 2011 a las 11:53

    La existencia de este fenómeno me parece algo maravilloso. Me fijé en ello al leer en la Wikipedia que estaba detrás del fenómeno de la difusión de las partículas en base al gradiente de concentración, una de esas cosas que siempre me habían llamado la atención pero que nunca me había parado a considerar con un mínimo de seriedad.

    Es extraordinario que la naturaleza disponga de mecanismos como éste, que permiten el movimiento allí donde, aparentemente, no habría una fuerza o motivo capaz de generarlo.

    He publicado un post en mi blog donde aparece el movimiento browniano como factor clave en El Modelo De La Reproducción Celular De Atsushi Kamimura y Kunihiko Kaneko. Algo parecido a lo que dice Marfil en el comentario #7. Reconozco que no aporto nada en el post más allá de señalar un documento que me parece interesante.

    La dirección del documento es la siguiente:

    http://arxiv.org/pdf/1005.1142v1

    (por algún motivo no me deja poner más de un enlace en el comentario —y no es un error de sintaxis porque he copiado y pegado desde un editor—)

    Y la dirección del post:

    El Modelo De La Reproducción Celular De Atsushi Kamimura Y Kunihiko Kaneko, University Of Tokyo.

    Me parece un tema muy interesante y es triste que tenga que haberlo descubierto yo por mi cuenta gracias a internet, pues no recuerdo que a lo largo de mis años como estudiante se haya mencionado jamás este mecanismo, que, una vez asumida la complejidad del mundo atómico, se muestra como algo necesario y hasta evidente en cierto grado.

    Saludos

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