Autobiografía [Charles Darwin]

Publicado el 27 de mayo de 2008 en Libros por omalaled
Tiempo aproximado de lectura: 11 minutos y 8 segundos

El libro del que os quiero hablar hoy es el de la autobiografía de Charles Darwin. Había leído muchas veces sobre muchos detalles sobre él y la Teoría de la Evolución, así que no esperaba muchas cosas nuevas. No os imagináis la sorpresa que me he llevado.

No fue el clásico hombre que de pequeño destaca en diferentes ramas de la ciencia ni nada por el estilo. Al contrario: una persona absolutamente normal. Respecto su carácter, la impresión que me he llevado es la de un hombre extremadamente sensible que valoraba mucho los elogios que le dedicaban; educado y observador; un hombre, por otro lado, muy centrado, con unas opiniones muy lógicas, coherentes y razonadas; una persona muy noble que no soportaba la esclavitud (tened en cuenta que en aquel momento era algo normal).

Su padre quiso que fuera médico, así que empezó a asistir a la gente pobre de Shrewsbury, principalmente niños y mujeres, tomando notas de todos sus síntomas. Su padre decía que si se dedicaba a la medicina tendría muy buenos pacientes porque Charles era un gran psicólogo y el elemento principal era conseguir la confianza de los pacientes.

No se sabe cómo, averiguó que no era del agrado del joven y se propuso hacerle clérigo. Explica que no es que renunciara al expreso deseo de su padre pero que, con el viaje del Beagle, toda su intención murió «de forma natural».

Tanto los profesores como su padre decían que Charles era de lo más normal: No te importa otra cosa que no sea la caza, los perros y matar ratas y vas a ser una desgracia para ti y para toda tu familia. Aunque su padre debía estar muy enfadado en ese momento, en opinión de Darwin, fue algo injusto al utilizar esas palabras.

Más adelante explica que poco a poco fue dejando la caza hasta regalar la escopeta a su criado. Le estaba entrando el gusanillo de la ciencia y descubrió que le encantaba observar y razonar y que el placer que le procuraba todo esto era muy superior al de la caza.

De hecho, observar le venía de pequeño. Con 10 años observaba los insectos con todo detalle y las costumbres de las aves. Disfrutaba con ello. Se preguntaba por qué no todos los caballeros se hacían ornitólogos. Su hermano cogió afición a la química y creó un pequeño laboratorio en el cobertizo del jardín. Charles solía trabajar con él hasta altas horas de la noche. El director de su escuela le reprendió públicamente por perder el tiempo en temas inútiles.

Tenía pasión por los escarabajos (bueno, de escarabajos hay tantos tipos que J.B.S. Haldane, cuando le preguntaron qué opinaba de Dios, respondió que le encantaban los escarabajos; prometo hablar algún día del genial Haldane). Explica que los coleccionaba, aunque no diseccionaba. Y para mostrar lo que le gustaban narra una graciosa anécdota:

Un día, mientras arrancaba la corteza de un viejo árbol, vi dos extraños escarabajos y capturé uno con cada mano; entonces vi un tercero, de un nuevo tipo, que no podía permitirme perder, de modo que me metí en la boca el que sujetaba con la mano derecha. ¡Ay! Expulsó un líquido intensamente acre que me quemó la lengua y que me obligó a escupir el escarabajo que, por cierto perdí, igual que el tercero.

En una ocasión le llevaron a la Royal Society donde pudo ver a Sir Walter Scott ocupando la silla de presidente y disculpándose con los reunidos por no sentirse merecedor de ese puesto. Admiro a los grandes hombres cuando, además, son humildes.

Habla de su amistad con el profesor Henslow. Era un hombre profundamente religioso, sin atisbo de vanidad, siempre de buen humor (aunque si veía una mala acción se ponía «al ataque»), con muchas cualidades morales y un hombre que apenas pensaba en si mismo o en sus intereses. Dio muchos paseos con él. Menciona un incidente que dice no tener importancia, pero que yo he encontrado encantador:

Estábamos examinando unos granos de polen sobre una superficie húmeda cuando vi que emergían los tubos polínicos y al instante corrí a comunicarle mi sorprendente descubrimiento. Me imagino ahora que cualquier otro profesor de botánica no habría aguantado la risa al verme llegar tan acelerado para comunicarle una cosa así. Él, en cambio, coincidió conmigo en que el fenómeno era muy interesante y me explicó su significado, pero dándome a comprender que ya era perfectamente conocido; de modo que no me sentí en absoluto avergonzado, sino satisfecho por haber descubierto por mí mismo un hecho tan notable y decidido a no volver a tener tanta prisa en comunicar mis descubrimientos.

Explica que fue al norte de Gales con el profesor Sedgwick quien pretendía continuar con sus investigaciones geológicas de piedras antiguas. Mientras inspeccionaba aquella cantera, un obrero le dijo que había encontrado una gran concha antigua tropical de forma espiral y que no estaba dispuesto a venderla:

Se lo expliqué a Sedgwick, quien dijo en seguida (sin equivocarse, sin duda) que alguien debía haberla tirado en la cantera. Pero luego añadió que si era verdad que la concha estaba incrustada allí, sería la mayor desgracia de la geología, pues desbarataría todo lo que sabemos sobre depósitos superficiales de la región de los Midlands. Estos lechos de grava pertenecen de hecho al periodo glacial, y en años posteriores he encontrado en ellos conchas árticas rotas. Pero en aquel momento, me asombró tremendamente que Sedgwick no se alegrara ante un hecho tan maravilloso como el de descubrir una concha tropical en medio de Inglaterra y cerca de su superficie. Nada hasta entonces me había hecho percatar, pese a los diversos libros científicos que había leído, que la ciencia consiste en agrupar datos para extraer de ellos leyes generales o conclusiones.

Otra cosa que he visto interesante es la descripción de FitzRoy, capitán del famosísimo Beagle. Gracias a la intervención de su tío tuvo una entrevista con él antes de embarcar y estuvo a punto de ser rechazado para el viaje debido a ¡la forma de su nariz! FitzRoy era ardiente discípulo de Johann Caspar Lavater y estaba convencido que podía juzgar el carácter de un hombre por sus facciones y dudaba de que alguien con una nariz como la de Darwin poseyera la energía y la determinación necesaria para el viaje. Aun así, según cuenta Darwin:

El carácter de FitzRoy era singular, con rasgos de gran nobleza: estaba consagrado a su deber, exageradamente generoso, intrépido, decidido, incorregiblemente enérgico y apasionado amigo de todo aquel que estuviese bajo su mando. Se enfrentaba a cualquier tipo de problema para prestar ayuda a quien considerara que la mereciera. Era un hombre apuesto, un auténtico caballero, con modales muy cultivados (…) El humor de FitzRoy era de lo más aciago. Habitualmente era peor a primera hora de la mañana. Con su vista de lince era capaz de detectar cualquier cosa que anduviera mal en el barco, y entonces se mostraba despiadado con el culpable. Aunque era muy amable conmigo, era un hombre muy difícil con quien convivir en las condiciones de intimidad que necesariamente implicaba compartir el mismo camarote. Tuvimos varios altercados; por ejemplo, al principio del viaje, en Bahía, Brasil, cuando defendió y elogió la esclavitud, que yo aborrecía, y me contó que acababa de visitar a un importante propietario de esclavos, que reclamó la presencia de ellos y preguntó si eran felices, y si deseaban ser libres, y todos respondieron «No». Luego le pregunté, tal vez con una sonrisa sardónica, si pensaba que la respuesta de los esclavos en presencia de su amo tenía algún valor. Aquello le enojó en demasía, y dijo que puesto que yo dudaba de su palabra no podíamos seguir viviendo juntos. Pensé que aquello me obligaría a abandonar el barco, pero tan pronto como se difundió la noticia -lo que sucedió con gran rapidez, pues el capitán mandó llamar al primer lugarteniente para que apaciguara el enfado que tenía por haberme insultado-, recibí una invitación de todos los oficiales de cubierta para que comiera con ellos, cosa que me alegró profundamente. Transcurridas unas pocas horas, sin embargo, FitzRoy mostró su habitual magnanimidad y me hizo llegar un oficial con sus disculpas y su ruego de que continuara viviendo con él. Su carácter era en varios aspectos uno de los más nobles que jamás he conocido.

Aunque para este casi fortuito encuentro, recomiendo el capítulo «Historia en evolución» del libro «Brontosaurus y la nalga del ministro» de Stephen Jay Gould donde narra las peripecias del encuentro y los prejuicios de FitzRoy por sus tendencias depresivas.

Y también habla de Lyell:

Frecuenté mas a Lyell que a ningún otro [científico], tanto antes como después de contraer matrimonio. A mi parecer, su espíritu se caracterizaba por la claridad, la prudencia, el buen criterio y una dosis bastante grande de originalidad. Cuando le hacía algún comentario sobre Geología, no descansaba hasta ver el caso con claridad, y a menudo conseguía que yo lo viese también más claro que antes. Adelantaba cualquier posible objeción a mi sugerencia, y aun después de haberlas agotado todas, seguía con sus dudas durante largo tiempo. Una segunda característica era su cordial entusiasmo por los trabajos de otros científicos.

Al regreso de mi viaje a bordo del Beagle, le expliqué mis puntos de vista sobre los arrecifes de coral, que diferían de los de él, y me sentí gratamente sorprendido y animado por el interés que mostró. Estaba tremendamente fascinado por la ciencia y sentía un ardiente interés por el futuro progreso de la humanidad. Era muy bondadoso, y completamente liberal en sus creencias religiosas, o más bien descreencias; aunque era un fuerte teísta. Su candor era notable. Lo demostró convirtiéndose en una edad avanzada a la Teoría de la Evolución, pese a haberse hecho famoso por su oposición a los puntos de vista de Lamarck. Me recordó que hacía muchos años, cuando comentábamos la oposición de los geólogos de la vieja escuela a sus nuevos puntos de vista, yo le había dicho: «Qué bueno sería que todos los científicos murieran a los sesenta, ya que después es seguro que rechazarían todas las nuevas doctrinas». La ciencia de la Geología tiene una deuda enorme con Lyell, mayor, creo, que con cualquier otro hombre que haya existido.

Y una situación que relata bastante graciosa. Y más teniendo en cuenta los personajes que la componían:

Su conversación [se refiere a Carlyle] era dicharachera e interesante, igual que sus escritos, pero a veces se explayaba demasiado en el mismo tema. Recuerdo una divertida cena en casa de mi hermano en la cual, entre otros, estaban Babbage y Lyell, a los que les gustaba hablar. Carlyle, sin embargo, silenció a todo el mundo arengando durante toda la cena sobre las ventajas del silencio. Después de la cena, Babbage, de la forma más feroz que le fue posible, dio las gracias a Carlyle por su interesantísimo discurso sobre el silencio.

Habla del éxito de su libro «Sobre el origen de las especies» y habla también quienes ya decían cosas realmente sorprendentes que todavía hoy se pueden oír o leer:

La primera y corta edición integrada por 1.250 ejemplares se vendió en su totalidad el mismo día de la publicación, y una segunda edición de 3.000 ejemplares poco después. Hasta la fecha (1876) se han vendido en Inglaterra 16.000 ejemplares. Teniendo en cuenta lo grueso del volumen, puede considerarse como una gran venta. Ha sido traducido a prácticamente todos los idiomas europeos, incluso a lenguas como el español, el bohemio, el polaco y le ruso. Según la señorita Bird, ha sido también traducido al japonés y es objeto allí de numerosos estudios. ¡Incluso ha aparecido un ensayo en hebreo sobre el libro, en el que se demuestra que la teoría estaba ya presente en el Antiguo Testamento!

Parece que por aquellos momentos no éramos Europa. Quiero pensar que hoy sí lo somos. En fin, continuemos.

Cada vez que se encontraba una nueva observación o hecho que iba en contra de sus resultados generales, los anotaba en seguida redactando un informe, pues era muy fácil olvidar dichas observaciones. En su libro las advertía e intentaba responder, así que muy pocas objeciones pudieron encontrarse en su libro.

Al volver del viaje, su padre, que era un excelentísimo observador exclamó: ¡Si incluso la forma de su cabeza está algo cambiada!

Francis Darwin, uno de sus hijos, nos daba una bonita descripción de su padre:

Mi padre tenía el poder de proporcionar a las vacaciones de verano un encanto que percibía con fuerza toda la familia. La presión de su trabajo en casa tensaba al máximo su poder de resistencia, y cuando se liberaba de esta tensión, iniciaba las vacaciones con una juventud y un regocijo que hacían que su compañía fuese una delicia; teníamos la sensación de que en una semana de vacaciones le veíamos más que todo un mes en casa (…) Su carácter tierno y compasivo mostraba su lado más bello en su relación con mi madre. Se sentía feliz en su presencia y con ella, su vida -que podría haberse visto ofuscada por la tristeza- estuvo colmada de alegría y dicha.

Cuando murió su pequeña hija Annie con 10 años, Darwin se sintió muy desolado. Poco después de su muerte, escribió lo siguiente:

Todo su semblante irradiaba alegría y espíritu animal (…) Contemplarla era un placer y una delicia (…) Solía utilizar un lenguaje exagerado, y luego yo la interrogaba en broma exagerando lo que ella había dicho. Con qué claridad la veo ahora echar la cabeza hacia atrás y la oigo exclamar: «¡Oh, papá, qué vergüenza!». Durante la última y breve enfermedad, la verdad es que su comportamiento fue angelical. No se quejó ni una sola vez; en ningún momento se puso irritable; siempre se mostró considerada con los demás, y agradeció, del modo más gentil y patético, todo lo que se hacía por ella. Cuando estaba tan agotada que apenas si podía hablar, elogiaba todo lo que se le daba y comentó incluso sobre el té que «estaba exquisitamente bueno». Y al final, cuando le di un poco de agua, dijo: «Muchas gracias, de verdad»; y estas, creo, fueron las últimas palabras que su querida boca me dirigió.

Hemos perdido la alegría de la casa, y el solaz de nuestra vejez. Sabía cómo la queríamos. ¡Oh, que pueda ahora saber lo profundamente, lo tiernamente, que aún y siempre amaremos su querida y alegre carita! ¡Bendita sea!

El libro está dividido en dos partes. La primera escrita por el propio Charles Darwin y la otra mitad del libro son apéndices cuya parte más extensa está escrita por sir Francis Darwin, uno de sus hijos, donde habla de sus recuerdos sobre nuestro hombre. Y la verdad, ojalá algún día mis hijos hablaran así de mí. Son palabras de pura admiración como científico, como persona y como padre. Absolutamente demoledor.

Y también trata brevemente el tema la religión y el diseño inteligente, pero no quiero extenderme más, así que os lo contaré en otra historia.

En resumen: aunque es un libro corto (de unas 200 páginas), es encantador, muy informativo y que deja con ganas de saber más sobre este personaje que cambió la concepción del ser humano sobre sí mismo. Recomendado para todos los públicos.

Portada del libro

Título: Autobiografía
Autor: Charles Darwin

Otra opinión del libro:
http://www.infobae.com/notas/nota.php?Idx=259863&IdxSeccion=100439



Hay 16 comentarios a 'Autobiografía [Charles Darwin]'

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  1. #1.- Enviado por: BeneDick16

    El día 27 de mayo de 2008 a las 06:03

    En esta interesante nota hay un pequeño error: «con su vista de lince era capaz de detectar cualquier cosa que ANDUVIERA mal en el barco».

  2. #2.- Enviado por: omalaled

    El día 27 de mayo de 2008 a las 10:04

    BeneDick16: tienes toda la razón. Y me haces pensar en si estaba mal en el libro, pues si estuviera bien, no entendería cómo se me ha podido pasar.

    Gracias, lo corrijo.

    Salud!

  3. #3.- Enviado por: Armin Tanzarian

    El día 27 de mayo de 2008 a las 12:18

    Respecto a la preferencia de Dios por los escarabajos (y perdón por el off-topic), hay una referencia muy graciosa en uno de los últimos libros de Terry Pratchett, donde el dios de la evolución, a quien tienen que explicar qué es eso del sexo para que funcione la evolución (el está muy orgulloso de sus amebas), cuando se estresa crea un nuevo escarabajo para relajarse y por eso hay tantos.

  4. #4.- Enviado por: Isod

    El día 27 de mayo de 2008 a las 19:41

    Y el año que viene tendrá un protagonismo especial:
    – 200 años de su nacimiento.
    – 150 años de la publicación de «El Origen de las Especies».
    Así que habrá actividades que compitan con el Año Internacional de la Astronomía (que también se celebrará en el 2009),

  5. #5.- Enviado por: Macluskey

    El día 27 de mayo de 2008 a las 21:27

    Este Darwin… ¡Mira que cargarse el creacionismo…!!

    Ah, no, que no está muerto, que el creacioismo está vivito y coleando, mire usted, y gozando de una excelente salud.

    O sea, que 150 años no son nada, como diría el tango.

    En fin, otro libro a apuntar.

    Gracias por el resumen, Omalaled

  6. #6.- Enviado por: Daniel

    El día 28 de mayo de 2008 a las 04:17

    Es algo muy triste pero muy emocionante de verdad como habla Darwin de su fallecida hijita…

    Pensar en el rostro de esa pobre niña dando las gracias de esa manera por un simple té, me conmovio mucho.

    Muy buen post como siempre. muchas gracias.

    Saludos desde Argentina!

  7. #7.- Enviado por: omalaled

    El día 28 de mayo de 2008 a las 22:43

    Isod: pues habrá que prepararse para el año que viene.
    Macluskey: pues hay un momento en el que habla de creacionismo; aunque era demasiado buena persona; hay otros con carácter más intrépido que ponen las cosas en su sitio 🙂
    Daniel: gracias a ti. Si puedes leer el libro, impresiona muchísimo cómo sus hijos hablaban de él: casi con veneración.

    Salud!

  8. #8.- Enviado por: ElHombrePancho

    El día 30 de mayo de 2008 a las 03:09

    A la espera de los comentarios de Darwin sobre el creacionismo no me queda sino elogiar el artículo. Bravísimo.

  9. #9.- Enviado por: Marfil

    El día 30 de mayo de 2008 a las 03:58

    Genial artículo. La vida de Darwin es bastante asombrosa, siempre viene bien verlo desde su perspectiva como persona «real», en su parte como científico, con las características de su época, las relaciones con su familia, las dudas que tenía, etc.

    Lastimosamente se ha colocado a Darwin en camisa de once varas de cara al público. Existe un Darwin idealizado por los Creatas (es famosa aquella tergiversación total de «Suponer que el ojo […] pudiera haberse formado por [evolución], confieso tranquilamente que parece totalmente absurdo»), un Darwin idealizado por los «humanistas» y de ciencias sociales (que sobresimplifican aquello del egoísmo y lo relacionan con una justificación teórica del statu quo social), un Darwin idealizado por los «neodarwinistas» (que leen en clave a Darwin de modo que cualquier nuevo descubrimiento entre con calzador en su obra), un Darwin minimizado por los «historiadores de la ciencia» que a duras penas le reconocen haber estado en el lugar y momento correcto… Entre otras, cada una más abstracta a irreal, modificada para propósitos propios.

    Una visión interesante es la humildad con la que se expresaba Darwin sobre sus aportes: «Con unas facultades tan ordinarias como las que poseo, es verdaderamente sorprendente que haya influenciado en grado considerable las creencias de los científicos respecto a algunos puntos importantes.”

    En fin, este y otros artículos sobre Darwin del blog son ideales para hacerse a una idea más real del personaje y su época; una perspectiva con la que, contradictoriamente a la cita que hecho de su autobiografía, Darwin gana mucho más en grandeza. Aunque no me gusta* Jay Gould, gran parte de la divulgación que ha hecho sobre el tema es de las más detalladas y destrozadoras de «tópicos».

    *Si Dawkins se lía con metáforas, Gould se lía con patáforas. De ambos prefiero más cuando se meten a trapo directo con argumentos, evidencia, etc. que cuando les entra la vena literaria… 😛

  10. #10.- Enviado por: alvarhillo

    El día 31 de mayo de 2008 a las 22:18

    Estupenda entrada. Darwin es uno de mis personajes favoritos. Creo que voy a sacar de la estantería «El viaje del Beagle»para releerlo.
    Un saludo.

  11. #11.- Enviado por: Nachop

    El día 1 de junio de 2008 a las 12:00

    Marfil sera Stephen Jay Gould, Jay Gould fue un hombre de negocios bastante famoso.
    http://en.wikipedia.org/wiki/Jay_Gould
    El propio Stephen hace una gracia cuando se mete con los creatas que lo citan mal en uno de sus ensayos .
    Un abrazop, Nachop

  12. #12.- Enviado por: omalaled

    El día 3 de junio de 2008 a las 01:15

    ElHombrePancho: muchas gracias.
    Marfil: estoy de acuerdo en todo lo que dices, incluido lo de Jay Gould (el Stephan, claro, como dice Nachop). Casi he acabado el segundo libro que leo de él y la verdad es que no ha sido del todo de mi agrado. Pero ya los comentaré.
    alvarhillo: de Darwin tendría que leer ese y otros … me lo apunto 🙂

    Salud!

  13. #13.- Enviado por: Nachop

    El día 4 de junio de 2008 a las 23:21

    Omaled, si ya te dije que empezaras por dedos de caballo, dientes de gallina. Que cuando se pone cientifico de verdad en vez de pseudo historiador de la ciencia y solo expone casos raros en vez de pontificar es el mejor.
    En cambio cuando empieza a explicar un libro del siglo XVI publicado en un dialecto blasfemo del latin germanico aburre un poco…
    El jayyyyyyyyyyy Gould ese me refiero `:op

  14. #14.- Enviado por: Marfil

    El día 5 de junio de 2008 a las 01:07

    Gracias por el dato Nachop. No entendí muy bien pero creo que había un empresario que se llamaba en realidad Jason Gould y sin embargo se le conoce más como Jay Gould (Jay sería la abreviación de Jason para los ingleses), pero en cambio Stephen Jay Gould si tendría inscrito el nombre Jay y no sería meramente un sobrenombre. ¿es así? En tal caso ruego a vuesa merced que se retracte del intento de corrección a mi persona. 😀

    Bueno eso es lo que he entendido, ¿qué dice S. J. Gould sobre los creatas y su nombre?.

    Continuando sobre la recomendación de libros, de Gould tal vez su verdadero legado pueda considerarse el tocho de «estructura sobre la evolución», es un buen trabajo tanto como historiador científico de la teoría de la evolución, como una exposición detallada de la teoría en si desde la neosintesis. (Obviamente hay cosas a discutir, pero al menos en esta obra se entiende cuál es la discusión de fondo –de hecho son varias– en la biología que difícilmente se aprecia en sus ensayos). En una breve historia de casi todo, uno de los mejores capítulos es el que se habla sobre todo el jaleo de Burgess Shale y sobre las interpretaciones y reinterpretaciones al respecto que en últimas aislaron un poco a Gould de la comunidad científica y es que, como diría el mismo, la taxonomía son «nombres y malicia».

  15. #15.- Enviado por: jose

    El día 8 de junio de 2008 a las 01:34

    Cuando leí la Evolución de las Especies, me llamó la atención la humildad de Darwin para defender sus argumentos.

  16. #16.- Enviado por: Nachop

    El día 9 de junio de 2008 a las 14:50

    Marfil, le citan mal, tanto sus argumentos del «equlibrio puntuado» como por el nombre que solo pone el Jay.
    El hombre tambien fue uno de los principales testigos para que retiraron las leyes de que se pudiera dar D.I. en las escuelas de Arkansas como si fuera una teoria científica.
    Yo recomiendo el libro antes citado, (dedos de caballo y dientes de gallina) pues creo que es el que menos se va por la ramas en cuanto historiador de la ciencia y te saca unos libros que sobrecita en abundancia del siglo XVII. A mi no me encanta la prosa de esos libros como le ocurre a el…
    Ademas tiene articulos inolvidables como el que da titulo a la recopilacion. ¿El de que es una cebra? o el de los peces que los machos se enganchan a las embras de forma parasitaria…
    Claro que la vida maravillosa ahora ha salido en edicion barata y como entrada a la explosión de cambrico no esta mal en mi humilde opinión.
    En cuanto a su «obra magna» no se si ha salido en edición barata. La de tapa dura me costo 55€ y si no eres apasionado del tema puede echar un poco hacia atras.
    Un abrazop, Nachop

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