El universo de las matemáticas
El libro que hoy quiero comentaros tiene una forma curiosa de enfocar la historia de las matemáticas: aprovecha el alfabeto para dar un repaso tanto de los conceptos como de la vida de muchos de los grandes, asociando a cada letra un personaje o algún hecho matemático destacable en la historia. Mezcla trozos de biografías con demostraciones matemáticas de todo tipo. Para quien no tenga suficiente soltura matemática recomiendo que haga un esfuerzo: valdrá la pena. Aun así, si no se desea hacer, dichos pasajes se pueden obviar perfectamente.
Por su forma e idea de divulgación de las matemáticas, me ha recordado mucho a otro titulado «Más allá de los números» de John Allen Paulos, pero este me ha gustado mucho más. Por supuesto, nunca hemos de menospreciar a Paulos, aunque de este último autor recomendaría antes «El hombre anumérico» (en mi opinión, el mejor libro de Paulos, aunque hay que recordar que tiene bastantes más).
Pero volvamos con el libro de hoy. Es relativamente largo, de unas 400 páginas pero de tamaño pequeño, letra mediana y muchísimas ilustraciones. Os hago un breve resumen sin olvidar que dejo en el tintero muchos más temas de los que trata.
Los números primos siempre han sido la atracción de los matemáticos. Marin Mersenne estaba intrigado por aquellos que tenían la forma 2p-1, siendo p un número primo. Los resultantes son obviamente impares, pero lo curioso es que muchos de ellos también son primos. A aquellos que tienen esa forma se les llama números primos de Mersenne. Pero la cosa no está del todo clara. Se cumple para 2, 3, 5 y 7:
22 – 1 = 3
23 – 1 = 7
25 – 1 = 31
27 – 1 = 127
Y se acaba aquí. Si tomamos el 11 tenemos que 211 – 1 = 2.047 que es también el producto de 23 x 89. Mersenne sabía perfectamente que, aunque el exponente del 2 fuera un número primo, no era garantía suficiente para que el resultado de 2p – 1 también lo fuera. Conjeturó que sólo los números primos para los que se cumplía la fórmula eran 2, 3, 5, 7, 13, 17, 19, 31, 67, 127 y 257. Pero, ¡ay!, se le pasó que 261 – 1 también era primo y, por otro lado, 267 – 1 no es primo. Este último caso fue indicado por Edouard Lucas en 1876. Demostró de forma indirecta que debía tener divisores pero sin llegar a mostrarlos.
En 1903 el problema quedó resuelto de una forma fascinante. Había una reunión de la American Mathematical Society. Entre los conferenciantes programados figuraba Frank Nelson Cole. Cuando le tocó el turno, se adelantó al extremo de la sala. En completo silencio, multiplicó 2 por 2, 67 veces y le restó cuidadosamente 1, obteniendo la enorme cifra de 147.573.952.588.676.412.927. Los que, más que escuchar, observaban, vieron asombrados cómo Cole iba al otro lado de la pizarra y escribía a continuación 193.707.721 x 761.838.257.287 realizándola y obteniendo el mismo resultado. Entre que los asistentes quedaron sin habla y que el conferenciante se fue a su asiento sin haber pronunciado una sola palabra, ya podéis imaginar la emoción del momento. Todos sabían que era histórico. De pronto, la sala prorrumpió en aplausos. Le hicieron una larguísima ovación. Más tarde, Cole confesaría que le llevó más de dos décadas (según el libro y en castellano, en inglés dijo exactamente «three years of Sundays»).
Cita una anécdota de Erdös, del que hace poco os hablé. A la edad de 21 años, después de haber asombrado a la comunidad matemática con una demostración mucho más sencilla de aquel teorema que decía que entre un número entero y su doble hay, al menos, un número primo, untó por primera vez en su vida un trozo de pan con mantequilla, cosa que recordó más tarde:
Acababa de marcharme a Inglaterra para estudiar. A la hora del té, pusieron pan. Pasé también un gran apuro al tener que admitir que nunca había untado mantequilla. Lo intenté. No fue tan difícil.
Por supuesto, que Erdös no supiera untar pan con mantequilla o atarse los zapatos no le quita mérito.
Habla de un par de componentes de la pintoresca familia Bernoulli. Jakob hizo una de las primeras obras maestras en teoría de la probabilidad, la llamada Ars Conjectandi. Durante 30 años fue uno de los primeros matemáticos del mundo. No obstante, tenía una personalidad hiriente, un gran orgullo y una marcada tendencia a minusvalorar los esfuerzos de personas menos dotadas. Aun así, hay que decir a su favor que fue uno de los principales responsables en la popularización del cálculo recién inventado de Leibnitz.
Pues bien, resulta que le enseñó matemáticas a su hermano menor, Johann, quien se convirtió en un durísimo competidor. De hecho, hubo una fuerte rivalidad por la supremacía matemática. Mientras Johann no disimulaba su alegría cuando resolvió un problema con el que no había podido Jakob, éste último le llamaba «discípulo» intencionadamente. Una disputa famosa se produjo por una curva llamada catenaria, (aquella que se produce al colgar una cuerda sujeta por dos puntos). Mientras Jakob no pudo resolverlo, su hermano Johann sí y corrió a decírselo dejándolo perplejo. Jakob contraatacó con el problema isoperimétrico. Esto es: entre todas las curvas del mismo perímetro, dar la que encierra mayor área. Por ejemplo, en unidades arbitrarias, un rectángulo de lados 1 y 9 tiene un perímetro de 20 y el área sería de 9; pero un cuadrado con el mismo perímetro (de 5×5) tendrá un área de 25 (en gaussianos han tratado el tema hace poco).
Pero volvamos con Jakob. Este problema le obligó a vérselas con una ecuación diferencial de tercer orden (una ecuación con terceras derivadas). Con ello abrió el camino de una rama de las matemáticas que hoy llamamos cálculo de variaciones. Johann discrepó y dijo que era, en realidad, de segundo orden y no tercero. Aquí tenía razón Jakob; pero no pudo apenas reír porque murió. Para editar los trabajos de Jakob, sugirieron a su hermano Johann, pero imaginad cómo estaba el pique familiar que la viuda de Jakob lo impidió. No obstante, aunque en este libro no se hable mucho más de ellos, la familia Bernoulli tiene mucha más miga y tendré que explicarla en otra historia.
También da la demostración de que sólo hay tres maneras de disponer polígonos idénticos alrededor de un vértice común sin que haya intersticios: 6 triángulos equiláteros, 4 cuadrados y 3 hexágonos regulares (este último caso es el que utilizan las abejas).
Habla también del intento de patentar el número PI que ya os expliqué; pero da algún detalle más como que dos brillantes y excéntricos hermanos llamados David y Gregory Chudnovsky, nacidos en Kiev, desarrollaron el algoritmo para calcular PI que hoy utiliza el programa Mathematica. Ellos quisieron calcularlo con una precisión de hasta dos mil millones de dígitos en una computadora construida por ellos a base de piezas pedidas por correo en su apartamento de Manhattan. Su proyecto llenó mesas y mesas con las piezas del computador y salones y pasillos con todo tipo de cables. El calor generado por todo el follón elevó el apartamento hasta unas temperaturas infernales. Pero lo hicieron.
Habla del problema que planteó en su día Gerolamo Cardano, quien sostenía que no existían dos números reales que sumaran 10 y cuyo producto fuera 40 … y tenía razón.
Habla de Euler, quien se interesó por el cálculo, el álgebra, la geometría; que dio luz a nuevas ramas de las matemáticas como la teoría de curvas, topología combinatoria, cálculo de variaciones, etc., que se interesó por la óptica, mecánica, electricidad, acústica … hasta la estructura subyacente de la música. Decían de este último trabajo que contenía demasiada geometría para los músicos y demasiada música para los geómetras. Fue de lo más prolífico: hoy día existen unos 70 volúmenes; cada uno de ellos tiene unas 500 páginas y pesa unos 2 kg; así que tenemos de él unos 140 kg de sabiduría en sus libros … Distinguió entre funciones algebraicas y trascendentes y entre funciones elementales y superiores, desarrolló las coordenadas polares y la representación paramétrica de las curvas. Hasta le dieron un premio por determinar la óptima colocación de los mástiles en un barco de pasajeros. Por si fuera poco, era una persona sencilla, sin pretensiones. Me descubro ante Euler.
El autor aprovecha a este personaje para poner sobre el tapete un tema del que ya hemos hablado muchas veces: que muchas de las personas que apenas han oído hablar de él no tienen problema en conocer a personajes tan dispares como Pierre Auguste-Renoir, Johannes Brahams o Walter Scott. Pero advierte que no es comparable Renoir con Rembrandt, Brahams con Bach o Walter Scott con Shakespeare. Pues bien, Euler es el Shakespeare de las matemáticas y es una pena que no sea tan conocido como él.
Habla de Fermat, quien nunca publicó un tratado. Si no hubiera tenido un carácter tan cerrado, en lugar de plano cartesiano, hoy hablaríamos de «plano fermitiano». Por supuesto, no deja de nombrar el último Teorema de Fermat y algunas de las divertidas anécdotas que nos han obsequiado las mentes más agudas de la historia a través de él. Cuando el libro entraba en prensa, Andrew Wiles estaba a punto de sorprender al mundo con la demostración del mismo. Algún día, si queréis, os puedo hablar de ello comentando el libro «El Último Teorema de Fermat», de Simon Sigh, donde hace un maravilloso relato de su historia.
Habla también del teorema de Pitágoras y de que un profesor de principios del siglo XX llamado Elisha Scott Loomis reunió y publicó 367 demostraciones del mismo. Dice que hay evidencias que los chinos demostraron ese teorema antes de Pitágoras, pero lo más divertido es que hay quienes dudan que utilizara ese método para demostrarlo, que hay quienes dudan que Pitágoras lo demostrara y que hay, incluso, quienes dudan que Pitágoras haya existido. En fin, la conclusión es que no sabemos nada de nada.
Explica posibles trampas en que pueden caer los matemáticos como que no bastan unos cuantos casos para confirmar una suposición. Los matemáticos utilizan argumentaciones muy convincentes para demostrar que «algo no existe». Muy parecido al dragón en el garaje: suponemos que existe, lo desarrollamos de una forma fría y lógica y llegamos a una contradicción. Que un contraejemplo es un arma demoledora que invalida una posible hipótesis; el problema es encontrarlo. Y, creedme, no es nada trivial muchas veces. Por ejemplo, Euler conjeturó que hacía falta sumar, al menos, n potencias para obtener una potencia de orden n. Por ejemplo:
Para n=2 tenemos 32 + 42 = 52
Para n=3 tenemos 33 + 43 + 53 = 63
O sea, tantos sumandos como valor tenga el exponente. Así quedó el asunto en 1778. Los que creyeron en Euler no pudieron demostrarlo. En 1966 los matemáticos Leon Lander y Thomas Parkin descubrieron que:
275 + 845 +1105 + 1335 = 1445
Ese contraejemplo invalidaba la conjetura. Sí, ya sé, Euler se equivocó, pero no seré yo quien se lo recrimine. Y es que las demostraciones matemáticas son totalmente diferentes de cualquier otra ciencia. Un químico que deja caer 50.000 trozos de sodio metálico en 50.000 vasos de precipitado con agua y observa 50.000 explosiones, extrae una conclusión diciendo que ha demostrado algo. Un matemático que hace 50.000 quebrados y encuentra que ninguno de ellos es igual a raíz de 2 concluye que está en el mismo punto que antes.
Resumiendo: los matemáticos no sólo buscan que una prueba esté más allá de toda duda razonable, sino más allá de toda duda.
También habla del sentido del humor y la forma de ser de los matemáticos. En vez de vestir normal y como todo el mundo, se ponen camisetas con inscripciones de alguna movida matemática (los físicos, en ese aspecto, no les van muy lejos).
Que los que escriben tiras cómicas se equivocan: los matemáticos no llevan bata blanca y que es más probable ver llevar una bata blanca a un luchador de sumo que no a un matemático. Que abundan los barbudos matemáticos: afeitarse es ilógico y que el único sitio donde podremos encontrar más barbas que en un congreso de matemáticos es en un congreso de Santa Claus.
Distingue entre dos tipos de humor matemático: el «bajo» y el «alto». El bajo es la confusión pretendida de la terminología matemática como homotopía o difeomorfismo; aunque algunas palabras se han colado al lenguaje habitual como matriz o parámetro. El humor matemático bajo es, por ejemplo, llamar a una reunión de colegas «grupo finito».
El humor alto es mucho más sutil y entra cuando los engranajes se salen totalmente de su sitio. Un ejemplo es lo que Pólya escribía: «¿Qué es un filósofo? Uno que lo sabe todo y nada más» o Pauli (aunque era físico, pero igual de retorcido) cuando decía «Tan joven y tan desconocido» (en ciencias puras se dice que si no has destacado de joven, de mayor ya no sirves: tienes demasiados prejuicios). Cita varias más pero que tienen que ver con un doble sentido en inglés.
Explica también que los matemáticos son despreciados por el resto de los mortales (no es el caso de un servidor que aunque siempre diga que están locos es por pura envidia), en el aspecto que muchos afirman que odian las matemáticas o que les asustan o ambas cosas. ¿Acaso fueron mordidos de niños por un matemático? Imaginad una conversación del tipo:
Profesor: ¿Quiénes fueron los Reyes Católicos?
Alumno: Lo siento, yo nunca pude estudiar historia.
Si un matemático se jactara de no haber leído nunca poesía sería inmediatamente tachado de ignorante, pero si un poeta admite ser un analfabeto matemático lo lleva con orgullo. ¿A que no parece equitativo?
También nos recuerda que Gauss, aunque reconoció el patrón, no pudo demostrar el Teorema de los Números Primos ni nadie durante los cien años siguientes hasta que dos lumbreras llamados Jacques Hadamard y C. J. de la Vallee Pousin lo lograron utilizando técnicas que se escapan a muchos de nosotros.
Que, a veces, las innovaciones en el campo matemático son terriblemente mal acogidas. Muchos se opusieron violentamente a la extensión de números enteros a los negativos. Michael Stifel (1487-1567) decía de ellos «numeri absurdi» y Gerolamo Cardano decía despectivamente «numeri ficti» (números ficticios). Hasta Descartes los llamaba «falsas raíces».
También recuerda que Charles Hermite fue el primero que demostró que e es un número trascendente en 1873 y fue aclamado por ello. Más tarde fue instado a demostrar que PI era también trascendente. Declinó la oferta diciendo:
No oso intentar demostrar la trascendencia de PI. Si otros emprenden esta tarea, nadie se sentirá más feliz que yo por su éxito, pero, créame, mi querido amigo, esto no puede menos que costarle un buen esfuerzo.
Fue Lindeman quien lo demostró en 1882 basándose en muchas técnicas que había introducido Hermite.
Hace una bonita biografía de Bertrand Russell y habla de mujeres matemáticas en dos capítulos de forma tan extensa que os las tendré que contar en más historias para poder sacarles todo el jugo.
Y también de los tres teoremas fundamentales en matemáticas: el de la aritmética, que dice que todo entero positivo puede ser descompuesto de forma única por factores primos; el del cálculo, que afirma que derivación e integración son operaciones inversas; y el del álgebra, que dice que cualquier ecuación polinómica de grado n escrita con números complejos tiene, precisamente, n soluciones. La demostración a este último teorema fundamental apareció en la tesis doctoral de Gauss en 1799 y se considera el mayor doctorado en matemáticas de todos los tiempos. Hay que descubrirse también ante Gauss.
Título: «El universo de las matemáticas»
Autor: William Dunham
Otras opiniones del libro:
http://deproapopa.blogspot.com/2007/10/president-of-usa.html
El día 23 de enero de 2008 a las 03:16
Llevo ya más de dos años leyendo este blog. Es de lo mejor que hay, sigue así !!!
El día 23 de enero de 2008 a las 04:48
Muy buenoo el articulooo me encanta tu blog…
Solo una cosa mas, tengo una discucion pendiente sobre uno de los primeros articulos que has publicado, se que soy un completo ignorante y que «solo se que no se nada» pero creo tener razon acerca de mi punto de vista sobre la ley cuadrado-cubica. Pero eso lo dejo para otro dia porque ahora tengo mucho pero mucho sueño.
Muchas gracias por tu espacio.
Exitos
El día 23 de enero de 2008 a las 05:00
De William Dunham leí «Viaje a través de los genios. Biografías y teoremas de los grandes matemáticos» (muy recomendable), y desde entonces tengo muchas ganas de leer este libro. Así que, por esta vez, esperaré a haber acabado el libro para leer tu historia 😉
Un saludo
El día 23 de enero de 2008 a las 10:43
A proposito de los primos de Mersenne – los numéricos claro- recordar que hasta ahora se han descubierto 44, y que el mayor de todos es 2^(32,582,657)-1, con casi 10 millones de dígitos, es el mayor número primo conocido.
Quien quiera colaborar en descubrir números primos de Mersenne, puede apuntarse en http://www.mersenne.org y poner su ordenador personal a calcular números primos de Mersenne.
Además, aquel que tenga la suerte de que su ordenador encuentre un número primo con mas de 10 millones de cifras ganará un premio de $100.000, que no está mal.
El día 23 de enero de 2008 a las 13:55
Pues a mí siempre me han resultado difíciles de entender (reconozco que carezco de base matemática), ante lo cual siento una terrible vergüenza… y envidia :´(
Muy buen artículo. No sé cómo lo haces, pero cada comentario de libro que haces me provoca unas ganas irreprimibles de comprarlo y leerlo.
Me ha encantado lo de los chistes y tópicos de los matemáticos. Los 2 profes de matemáticas que más me marcaron en el instituto y en la universidad… tenían barba!! (y mucha)… y uno de ellos iba siempre con bata (para evitar mancharse la ropa con la tiza).
Saludos!
El día 23 de enero de 2008 a las 14:00
¡Qué interesante! Me lo apunto.
Sobre la propuesta que nos haces de comentar «El último Teorema de Fermat», de Simon Singh, me apunto. Lo leí hace algunos meses y me pareció fascinante cómo algo tan sencillo de exponer y tan intuitivamente fácil de resolver haya tardado 300 años en ser plenamente demostrado, utilizando todas las técnicas matematicas esotéricas que existen, y algunas que hubo que inventar, en una demostración de 200 páginas…
¡Qué moral, la de Andrew Wiles!
El día 23 de enero de 2008 a las 15:48
Pues sí tiene buena pinta el libro sí. Voy a tener que buscarlo por ahí. Y el de Simon Singh es otro que tengo ganas de leer.
Por cierto, qué razón tienes con esto:
Profesor: ¿Quiénes fueron los Reyes Católicos?
Alumno: Lo siento, yo nunca pude estudiar historia.
A nadie se le pide ser especialista en todo, pero unos mínimos generales sí que deben ser exigibles bajo mi punto de vista.
El día 23 de enero de 2008 a las 21:51
«Habla del problema que planteó en su día Gerolamo Cardano, quien sostenía que no existían dos números reales que sumaran 10 y cuyo producto fuera 40 … y tenía razón.»
No sé en qué época habrá dicho esto, pero desde que sabemos calcular raíces reales de un polinomio de grado 2 la solución es trivial, y el problema intrascendente :-).
El día 23 de enero de 2008 a las 22:17
El libro de Simon Singh es otra maravilla de libro. Fascinante cómo se van explicando los procesos de acercamiento a la solución, pasando por las formas modulares y las ecuaciones elípticas, hasta llegar a la demostración de Wiles de 200 páginas. Por cierto, Euler fue el primero en dar un paso de gigante en la solución (siempre Euler). En dicho libro también se explica cómo un ordenador demostró (¡increíble!) la conjetura de los cuatro colores para pintar los paises de un mapa (la verdad, es que más que una demostración estrictamente lógica, fue una demostración de fuerza bruta, pero igualmente válida)
Del famoso teorema de Fermat, además, es increible cómo para llegar a dicha solución se tuvieron que emplear técnicas de otras ramas de las matemáticas para demostrar un teorema propio de la teoría de números.
Y otra cosa, si no creo recordar mal, en el 2007 (¿o fue en el 2006?) se encontró una demostración bastante más corta del famoso teorema.
El día 23 de enero de 2008 a las 22:55
Tincho, las soluciones de esa ecuación de 2º grado son complejas, y eso, en época de Cardano, Tartaglia y compañía no era ni trivial ni intrascendente.
El día 24 de enero de 2008 a las 01:50
Oscillator: estoooo … muchas gracias.
Daniel: de la ley cuadrado-cúbica podemos hablar cuando quieras.
Raku: je jeeeee, me lo apunto.
fcasarra: muy interesante el enlace a esa página. Me bajaré el programa, a ver si las matemáticas me jubilan 🙂
Nelor: je jeeee, las matemáticas para la mayoría de nosotros son como aquella mujer de la que estuvimos enamorados alguna vez pero que nunca correspondió a nuestro amor. Intentamos entenderla, conocerla … pero siempre nos da la espalda 🙂
Macluskey: me apunto lo de comentar el libro del Ultimo Teorema de Fermat.
^DiAmOnD^: lo tengo en formato electrónico. Te lo pasaré en privado.
Tincho: Raku ya te ha contestado. Por aquel entonces los matemáticos rechazaban totalmente los números imaginarios (repasa el párrafo donde los llamaban «numeri absurdi»). Si representas esa función, es una parábola que nunca corta el eje de coordenadas. Aunque no conocían los imaginarios, eran muy hábiles.
Maelstrom: lo de la demostración más corta lo desconozco. Pero para la demostración de Andrew Wiles tuvo que relacionar, como ya habrás leído en el libro de Simon Singh, dos ramas de las matemáticas separadas hasta entonces. Dicen que relacionar dichas ramas fue mucho más importante que no la resolución del teorema en sí.
Salud!
El día 24 de enero de 2008 a las 06:24
En este enlace podéis ver una noticia sobre esa prueba, al parecer más sencilla que la anterior, del último teorema de Fermat. La noticia es de 2005 por lo que la demostración debe ser también de ese año.
El día 24 de enero de 2008 a las 13:46
Omalaled: Realmente el premio de $100.000 se repartiría entre los del proyecto, los otros descubridores de numeros de Mersenne y a ti «solo» te corresponderían $50.000. No es para restirarse, pero si para disfrutar de un par de años sabáticos 😉
Lo increíble es que llevan 10 años calculado números primos de Mersenne mediante la computación distribuida. Su capacidad de cálculo es de mas de 26 Teraflops, equivalente a cerca de 500 supercomputadores Cray T932. Es en definitiva uno de los «computadores» mas potentes del mundo.
Se puede ver una gráfico estadístico en http://mersenne.org/ips/stats.html
El día 25 de enero de 2008 a las 19:48
3^4 + 4^4 + 5^4 + 6^4 = 7^4
2258 = 2401
Por que no funciona? u_u
El día 26 de enero de 2008 a las 06:02
No Funciona porque el hecho de que 3^2 + 4^2 = 5^2 no significa que 3^4 + 4^4 + 5^4 + 6^4 = 7^4
Lo que Euler dijo fue que hacía falta sumar, al menos, n potencias para obtener una potencia de orden n, pero en ningun momento dijo que A^2 + B^2 = C^2 tecnicamente (ej: 5^2 + 6^2 no es igual a 7^2) sino que el matematico expreso que se necesitan «por lo menos» n potencias para obtener una potencia de orden n; y tampoco especifica cuales son las bases a las que se debe aplicar ese exponente n.
Por otro lado la teoria no es del todo correcta ya que existe una excepcion a la regla (27^5 + 84^5 +110^5 + 133^5 = 144^5) asi que ya tienes dos buenas razones acerca del ¿por que tu igualdad no funciona?.
Espero que con esto puedas dormir tranquilo
El día 26 de enero de 2008 a las 06:04
David: espero haberme hecho entender claramente. Si no lo pude lograr me justifico en que solo tengo 18 años y no he terminado la escuela ( estudio en una escuela tecnica en Argentina).
Saludos
El día 26 de enero de 2008 a las 13:15
fcasarra: bueno, una ayudita tampoco vendría mal 🙂 aunque me da am í que es más improbable eso que la lotería.
David: creo que Daniel te ha contestado perfectamente: no tiene por qué ser así.
Daniel: lo has explicado muy bien. Serás un gran técnico, sin duda … o lo que quieras ser, por supuesto.
Salud!
El día 27 de enero de 2008 a las 00:25
Estaba leyendo la reseña y diciendo ¿Dónde he leído yo esto que comenta? … se trataba del mismo libro. Me encanta coincidir contigo 😉
Saludos.
P.D. : no estaría nada mal que a final de año dieras un repaso a los libros que has comentado durante el curso y así leemos lo que se nos quedó atrás ( por pedir que no quede 🙂
El día 27 de enero de 2008 a las 11:29
¡Ay!, lo siento: me olvidé poner los enlaces a otras opiniones del libro … En fin, serás el único al que hago referencia. Ya he hecho la actualización.
Y lo de comentarlos cada principio o fin de año … OK, a ver si me acuerdo 🙂
Salud!
El día 27 de enero de 2008 a las 16:03
Muchas gracias por enlazarme, en cualquier caso, no tenías por qué conocer que yo había comentado algo sobre el libro.
Saludos.
El día 27 de enero de 2008 a las 20:12
Si ahora si. Llevaba varias noches durmiendo mal, pensando en eso. Pero ahora si, podre descansar tranquilo.
Thank you very much 🙂
El día 29 de enero de 2008 a las 04:42
Omalaled: ¿recuerdas que hace poco tiempo te dije que tenia un tema que me habia quedado pendiente sobre la ley cuadrado-cubica?
Bueno estuve viendo el tema y mis ideas no tenian fundamento, de una manera u otra habia un error en lo que yo pensaba, pero ahora, y sabiendo un poco mas de esta ley, te dejo una pregunta:
¿Podria ser que en el caso del aumento del tamaño del cuerpo de forma proporcional, y solo por cambiar el tamaño de los musculos, se acarree un aumento del coeficiente de resistencia que tienen los mismo?
Pues si esto sucederia, el cuerpo resistiria mas kilogramos por centimetro cuadrado y soportaria, aunque sea, su propio peso estando erguido.
Recuerda algo… esta pregunta no es solo para responderla con un SI o un NO sino que me gustaria saber que razones hay para cualquiera de las dos respuestas.
Muchas gracias…
El día 30 de enero de 2008 a las 08:37
Excelente pantallazo del libro. Si te contrataran para publicitar libros, se quedarían sin stock :o)
De verdad, me ha dado mucha ganas de leerlo, aunque quizás carezca de suficiente conocimiento matemático como para comprenderlo íntegramente.
He seguido uno de los enlaces que has dejado distribuidos [Patentar el valor de PI] y, como siempre, es muy interesante. Me interesaría conocer más sobre la demostración de Johann Heinrich Lambert de que PI es un número irracional. Tal vez algún día puedas ampliarlo, o bien recomendarme alguna lectura 😉
Nuevamente, te felicito por tu blog. Lamento no haberlo descubierto antes ^^
¡Saludos!