Historia de un milagro
No hace mucho os contaba c mo había empezado todo el meneo del SIDA en diferentes lugares. En él citaba un libro llamado «El enemigo invisible». Ese libro explica además que hay un pequeño grupo de científicos muy vociferantes capitaneados por el retrovirólogo Peter Duesberg que afirma de forma categórica que el VIH no causa el SIDA.
Reconocen que el VIH existe pero que es inofensivo y que todo es una conspiración para culpabilizar a un virus que en realidad es inocente. De hecho, en 1996, el propio Peter Duesberg escribió un libro llamado «La invención del virus del SIDA» («Inventing AIDS»).
Para rebatirlo, una de las argumentaciones utilizadas es que unos 3000 profesionales habían sido expuestos accidentalmente al VIH de los que 92 de ellos se habían convertido en sero-positivos. Muchos de ellos han muerto. El libro que os comentaba (El enemigo invisible) decía algo así como «que le digan a Mahlon Johnson que el VIH no causa el SIDA».
Mahlon Johnson es un médico que una noche de 1992 tenía que ir al hospital a extirpar el cerebro de un paciente con SIDA que había muerto. Resulta que allá por 1991 se estaba investigando hasta qué punto las Tomografías por Emisión de Positrones (PET, de las que os tengo que hablar algún día) eran válidas para distinguir las infecciones cerebrales de los tumores de pacientes con SIDA. Así que cuando la persona moría había que aserrar sus casquetes craneales para extraerles el cerebro. Por supuesto, se liberaba sangre y líquido cefalorraquídeo repleto de virus.
Para protegerse, debía ponerse prendas de algodón azul, embutirse en un mono provisto de capucha, una máscara facial, una visera de plástico transparente y dos pares de guantes de látex. Conocía los riesgos, pero aceptó el trabajo. Sus herramientas, ya lo podéis imaginar, eran sierras, cuchillos, tijeras, fórceps, etc.
Mientras retiraba el cuero cabelludo antes de serrar el cráneo, su escalpelo ensangrentado resbaló y se hizo un profundo corte en el dedo gordo. Vio cómo su sangre se mezclaba con la del cadáver. Siguió todos los pasos prescritos por entonces (lavado a fondo, hacer que sangrara la herida, desinfectar, etc). Se apuntó a que le hicieran las pruebas sanguíneas regulares y el ELISA (Enzyme-Linked Immunosorbent Assay) dio positivo. Más tarde hizo el Western Blot del que salió una banda, pero fueron apareciendo más a medida que se repitió el análisis. En suma: Mahlon tenía el VIH.
Y esto lo explicaba en el libro cuyo título es el del artículo de hoy del que decía que era absorbente. Así que lo pedí en la biblioteca y lo leí en Semana Santa. Y, realmente, fue absorbente.
Os lo resumo. Una madre que sufre un «abruptio placantae», una anomalía que hace que la placenta se desprenda lentamente del útero. Un bebé que cuando nació no lloraba sino que emitía un jadeo al respirar. El médico dijo a aquella madre:
– Lo siento, pero habría sido un niño.
– Usted lo deja en esa incubadora y todo se andará. ¡No lo mueva de la incubadora! – le gritó la madre.
Por una vez, la opinión de aquella mujer fue más acertada que la del médico y el niño creció y se convirtió en el protagonista y escritor de este libro. Su madre, a partir de entonces, dijo de él que si había sobrevivido a esto, sobreviviría a cualquier cosa. Y parece que así fue.
Hombre de carácter solitario, ingresó en 1977 en la facultad de medicina. Descendiente de médicos, trabajaba de 14 a 16 horas en el depósito de cadáveres. Su sueldo era exiguo, así que decidió comprarse una furgoneta para vivir en ella al ladito de la facultad. Su dirección era «c/ La furgoneta del pan (tercer farol a contar desde la esquina)».
Después del episodio que os he contado donde queda infectado con el VIH empieza la lucha de un médico para salvar su vida. De médico pasa a ser paciente y a ponerse en duda toda su vida. La compañía de seguros para los accidentes de trabajo insinuó inmediatamente que lo había contraído debido a su homosexualidad, cuando no lo era; o que lo había contraído en relaciones sexuales con alguna de sus parejas, cuando había roto con su novia hacía más de un año y no había tenido ninguna relación más en todo ese tiempo, dado su carácter solitario.
Su ventaja: sabía qué sucedía en el interior de su cuerpo. Resulta que para reproducir sus enzimas, el VIH-1 necesita invadir las células CD4 (gracias, Shora, por las aclaraciones). Como afirma el propio Mahlon: Los CD4 son como capitanes que, en respuesta a una invasión extranjera, idean la estrategia de una respuesta inmunitaria (…) El virus del SIDA mata a estos comandantes de campo, con lo que el resultado es catastrófico, puesto que siembra la anarquía en una fuerza militar organizada.
Y lo que se hace es medir el número de linfocitos CD4 por milímetro cúbico de sangre y el porcentaje de CD4 relativo al número total de linfocitos T y B en la sangre. Ambos constituyen una valoración de cómo el sistema inmunitario puede oponerse a los ataques del VIH. Dichas concentraciones pueden variar de un mes a otro.
Una persona se considera normal si tiene un número entre 600 y 1200. Cuando se contagia con el VIH y éste empieza a eliminar los CD4, el cuerpo no es capaz de reponerlos tan rápidamente como los destruye el virus y su número va bajando. El cómo de rápido ya depende de otros factores. La definición de SIDA viene cuando el recuento equivale a una estimación menor que 200 (el 14%).
Mahlon se ofreció para experimentar con nuevas técnicas y explica cómo subían y bajaban esos números, los medicamentos que tomaba, etc. Cuenta sus aventuras y desventuras, sus miedos y sus pensamientos, las miradas de reojo de sus compañeros al saber que estaba infectado con el virus, etc. La verdad es que cuando se lee un libro como este uno se olvida de sus problemas cotidianos para pensar que este hombre sí tiene problemas de verdad.
¡Ah! y para quienes piensen que hoy todo esto está superado, sabed que en 1996 (5 años después de ser infectado) tomaba unas 28 pastillas diarias.
Ya no podréis decir que no os he recomendado un libro para Día Internacional del Libro, que en mi tierra es Sant Jordi. Recomendaré más libros hasta ese día.
Título: «Historia de un milagro»
Autor: Mahlon Johnson & Joseph Olshan
Fuente:
«El enemigo invisible», Dorothy H. Crawford
http://medtempus.com/archives/animacion-3d-de-la-replicacion-del-vih http://www.thebody.com/bp/sidaahora_nov02/cd4.html
El día 13 de abril de 2007 a las 01:59
El suceso del escalpelo me ha recordado que el VIH se «desactiva» en contacto con el aire, así que tuvo que ser un tajo bastante profundo (bueno, y el escalpelo «en su salsa»). Por esa razón, no hay riesgo de que te pongan lazos rojos con un alfiler los voluntarios (que en ocasiones están infectados) o que cuando un mangui te diga que tiene «el virus» en la navaja es mentira (aunque, en mi caso al menos, me daría igual….si me saca la navaja, como si está lavada con PatoWC, yo le doy lo que quiera, je je).
No digo que no ocurriese la anécdota(ni mucho menos), pero se me plantea la duda de hasta que punto un objeto puede considerarse estar «limpio».
¡Un saludo!
El día 13 de abril de 2007 a las 08:54
Buena idea omaled lo de ir recomendando libros. Muchas veces uno se pierde y no sabe cual comprar/regalar
El día 13 de abril de 2007 a las 19:09
Kamarada Danielov: esa pregunta se la haré a un biólogo con quien tengo que quedar …
Proximo: pues agradezco que te guste la idea. Tenía varios libros que siempre pensé que eran muy interesantes y divulgativos. Los iré poniendo a lo largo de estos días.
Salud!
El día 15 de abril de 2007 a las 20:28
Desgraciadamente falta tiempo para leer todo lo que recomiendas y no precisamente por falta de ganas.
El día 16 de abril de 2007 a las 19:09
Puedes recomendar libros de divulgación científica recientes para regalar el día de SJ en tu tierra? 😉 gracias!
El día 16 de abril de 2007 a las 21:58
Hombre, consumidor, tampoco recomiendo tantos. Si viajas en metro o en autobús o tienes que esperar en alguna cita, siempre puedes llevar un libro encima … yo lo hago 🙂
danntara: lo haré.
Salud!