[Libro] La ciencia en la sombra

Publicado el 2 de abril de 2017 en Libros por omalaled
Tiempo aproximado de lectura: 10 minutos y 19 segundos

Muchos padres de alumnos ayudaron a hacer este libro. El tema de los crímines y su resolución es una cosa que interesa más a nivel familiar que la Proteómica de las plantas (sic). Lo de CSI o Bones es falso: cuando llegas a un accidente violento o crimen, los cadáveres están en formas poco estéticas, rodeados de un charco de sus propias heces y orines si han pasado varias horas después de la muerte. Y si han pasado varios días pueden estar descompuestos, llenos de gusanos o casi ser una papilla maloliente. De eso y de muchas cosas más habla el libro que os quiero comentar.

Habla de las huellas dactilares y de sus inicios. Curiosamente, al igual que con la prueba de ADN, la primera vez que se utilizó con fines policiales sirvió para liberar a un inocente y no para condenar un culpable. El primer caso famoso resuelto en España gracias al estudio de las huellas dactilares y al uso de fotografías fue el robo del Tesoro del Delfín en el Museo del Prado, ocurrido en septiembre de 1918.

Aunque la probabilidad de coincidencia de la huella entera es realmente baja (virtualmente nula), sí es más probable que haya coincidencia en huellas parciales. Es lo que le pasó a Brandon Mayfield, un abogado y padre de familia de Portland (Oregón). Se había convertido al Islam y había estado en una manifestación de apoyo a los talibanes; pero el caso es que una de las huellas parciales del 11-M coincidía con las suyas. Le cayó la ley antiterrorista en EEUU y fue arrestado durante dos semanas. Posteriormente se demostró que no tenía nada que ver.

Es muy importante no contaminar las escenas. Hay casos no resueltos en los que la contaminación de la escena tuvo un carácter importante, como en el caso del crimen del cortijo de Los Galindos, en agosto del año 1975, todo el pueblo pasó por allí mientras buscaban al juez, que estaba de vacaciones, o el de los marqueses de Urquijo, asesinados en 1980 mientras dormían: el mayordomo limpió y adecentó los cadáveres antes de que apareciera la policía, para, según él, que no vieran a los señores en pijama y camisón.

En 1959 el patólogo forense sir Sidney Smith detalló un caso en Falkirk, Reino Unido, en el cual a partir de las huellas pudo predecir que el autor sería bajito, con la pierna izquierda más corta, la pelvis desequilibrada hacia la izquierda, escoliosis, arrastraba el pie izquierdo y tendría el dedo del pie izquierdo deformado o amputado, posiblemente debido a una poliomielitis. Y acertó.

El primer caso resuelto gracias a la identificación de una mordedura fue el de Linda Peacock, una joven de quince años cuyo cuerpo fue hallado estrangulado y con signos de violencia el 6 de agosto de 1967. Una mordedura en el pecho derecho permitió identificar al culpable, que resultó ser Gordon Hay, un vecino de diecisiete años con antecedentes por delincuencia juvenil.

En España no podemos acogernos a la 5ª enmienda, como en EEUU: podemos acogernos al artículo 24 de la Constitución, tal como hizo cierto acusado que empezaba a caer en contradicciones.

También hay que tener en cuenta un aspecto de la filosofía del derecho. La ciencia forense solo puede determinar los actos, pero no juzgar las intenciones. Hay un principio que establece que «el acto no hace a una persona culpable a menos que la mente también sea culpable». Por ejemplo, dos personas van de caza, a una se le dispara la escopeta y el compañero muere. Ahora imaginemos otra situación: dos personas van de caza, uno dispara la escopeta y el compañero muere. En el primer caso, se trata de un accidente; en el segundo, se ha cometido un homicidio o un asesinato porque el disparo ha sido intencionado. Un perito forense puede determinar en ambos casos el modelo de escopeta, la distancia del disparo y el tipo de cartucho, y un médico forense estudiará las heridas que produjeron los perdigones. Difícilmente ninguno de los dos puede valorar la intencionalidad del disparo, ya que eso debe determinarse en el juicio y, según la conclusión del juez, la condena al tirador será muy diferente.

Es importante conocer los pasos de la descomposición de los cadáveres, ya que nos pueden situar la hora de la muerte en función de cómo estén los cuerpos. Es algo que debe estudiarse y de hecho, existen unas instalaciones llamadas «granjas de cadáveres» en las que se dejan cuerpos, de diversas tallas y estaturas, en diferentes condiciones para observar cómo se descomponen. La más famosa es la de la Universidad de Tennessee. Para bien o para mal, los cadáveres siguen las leyes de la física y la química que gobiernan el universo.

Para que la carne de ternera de calidad esté buena, tienen que haber pasado varios días desde su sacrificio porque es necesario que haya pasado el rigor mortis en que está dura como una piedra. Pasada esa fase, la carne se queda tierna y es el momento óptimo para su consumo.

Mientras estamos vivos, tenemos aproximadamente dos kilogramos de bacterias repartidas por diferentes partes del cuerpo, principalmente en el intestino, y en el caso de las mujeres también en la vagina. Cuando morimos comienzan a comernos por dentro. Curiosamente la velocidad en a que lo hacen depende de ciertos factores: en obesos y bebés es bastante más rápido porque, en proporción, hay más tejido blando; si has muerto por una enfermedad infecciosa, las mismas bacterias se pueden haber adelantado y la descomposición será más rápida (habrían empezado a comerte incluso antes de morir); si antes de morirte has tenido un tratamiento con antibióticos o has muerto envenenado o intoxicado, puede haber eliminado bacterias y la descomposición será mucho más lenta.

En España no tenemos costumbre de embalsamar a la gente. Por ejemplo, cuando aquí mueren los reyes, lo que hacemos, es dejar que se pudran (literalmente) en una sala destinada a tal efecto en El Escorial llamada «el pudridero». Pasados treinta o cuarenta años, los restos son enterrados en la cripta del Real Monasterio del Escorial. Ahora mismo en el pudridero se encuentran los cuerpos de Juan de Borbón y de su esposa María de las Mercedes, que cuando sean enterrados completarán el espacio de la Cripta Real, por lo que habrá que habilitar algo para los siguientes.

Los huesos guardan su historia más tiempo que la carne. De hecho, un cadáver queda en los huesos en apenas 2 o 3 años. Así que una cicatriz o un lunar habrá desaparecido, pero una fractura de un hueso se conservará durante mucho tiempo al igual que una ficha dental. Los huesos se están formando y degradando continuamente y es por ello que cuando nos rompemos un hueso se repara si lo dejamos inmovilizado.

En las cremaciones no siempre se queda todo reducido a cenizas. Puede quedar algún pequeño hueso o algún diente; por ello, arrojarlas al mar está prohibido en Europa, o sea, que debes aleare más de 12 millas náuticas de la cosa o hacerlo a través de alguna empresa con autorización. También puedes esnifar las cenizas como hizo Keith Richards

, guitarrista de los Rolling Stones.

Para estudiar los huesos se tienen que hervir y luego tratar con diferentes productos químicos. Los laboratorios cuentan con los equipos necesarios, aunque no siempre fue así. El antropólogo forense William Bass cuenta que una vez tuvo que llevarse una cabeza medio descompuesta a casa porque en la Universidad no contaba con el equipamiento necesario. La puso a hervir en una olla en la que cabía muy justa en la cocina de su casa, pero cuando rompió el hervor, el ímpetu de la burbuja hizo que la olla se volcara, desparramando todo el contenido por la cocina y dejando un profundo olor a caldo de carne.

Explica la cantidad de información que puede sacarse de los huesos, pero todo ello llevaría para un par de artículos bien extensos e interesantes; pero ya no sólo por la información debida a un crimen, sino por la información de los huesos que pueden dar de la historia, como los de Quevedo. Parece ser que cuando le preguntaron si quería música en su funeral contestó: «La música páguela quien la oyere».

Tener los ojos azules es debido a una mutación que se dio en los alrededores del Mar Muerto hace unos 1.500 o 1.600 años, lo que descarta que los neandertales tuvieran ojos azules.

Habla también de algún caso en que se ha encontrado a algún asesino gracias a la reconstrucción facial gracias a la que reconocieron a uno 18 años después del crimen. También explica cómo identificaron los restos de Josef Mengele, médico de Auschwitz y apodado «el Ángel de la Muerte».

Habla también de errores que pueden producirse si no se va con mucho cuidado, como en el caso de Asunta Basterra, una niña de doce años asesinada Santiago de Compostela. Se encontró una mancha de semen en la camiseta de la víctima que resultó ser de un aprendiz de panadero de Madrid. El imputado, sin embargo, pudo acreditar que el día de los hechos estaba en Madrid y no en Santiago. ¿Qué había pasado? Pues que el mismo laboratorio estaba procesando una muestra suya procedente de un preservativo que había entregado personalmente a la policía ya que después de una fiesta había sido acusado de violación. Dicha muestra había contaminado la de Asunta, posiblemente por haber utilizado las mismas tijeras y no haberlas limpiado de manera correcta. Así que si no se va con cuidado en el laboratorio la cosa puede acabar mal.

Pero los beneficios de la genética y las pruebas de ADN son enormes. Gracias a la iniciativa Innocence Project que pretende rebatir casos que se habían procesado antes de la existencia del ADN se han liberado más de 300 personas erróneamente condenadas, de las cuales, 14 estaban condenadas a pena de muerte. Uno no puede dejar de pensar si los culpables todavía siguen libres y que se dejara de investigar el caso por tener ya un culpable.

Trabajar en un servicio de genética forense presenta, además, muchos dilemas éticos. Pensemos, por ejemplo, en la identificación de un cadáver hallado en un accidente. Los restos están muy deteriorados, por lo que el juez solicita muestras de sangre a los padres para confirmar la identidad. Resultado: el fallecido es hijo de su madre, pero no del que supuestamente es su padre. En cualquier servicio de genética forense, todos los años, se encuentran con algún caso similar.

Pero eso no es lo más grave. Para empezar, del informe que tú le envíes al juez dependerá la inocencia o culpabilidad de una persona, por lo que, como en todo, debes ser competente haciendo tu trabajo.

El ADN mitocondrial siempre pasa por línea materna, como ya he explicado en algún artículo. Lo que no sabía es que dado que el ADN de la mitocondria se duplica, y además lo hace independientemente de cuando se duplica la célula puede aparecer una mutación que se mantenga, de modo que coexistan dos genomas mitocondriales diferentes. Este fenómeno se llama heteroplasmia.

Aunque el cromosoma Y es muy pequeño, también es muy útil en los casos de violación y de abuso sexual donde aparece mezclado el ADN de la víctima con el de la mujer, ya que será específico del hombre. Por un lado, al tener poca variabilidad, no sirve para inculpar a un sospechoso, pero sí sirve para excluirlo en caso de que sea diferente.

El problema del ADN es cuando hay gemelos idénticos, como ocurrió en un caso en Marsella: una serie de violaciones quedó sin castigo porque el perfil genético coincidía con dos gemelos idénticos. Si hubiera habido huellas digitales sí hubiera podido discriminarse.

El luminol que tan conocido es por las series de TV se utilizó por primera vez en España en octubre de 2001 en el caso del cuerpo de una mujer que apareció en una zanja de la Casa de Campo de Madrid. La inspección ocular determinó que el cuerpo había sido trasladado allí post mortem. La policía empezó a investigar el entorno de la víctima. Al aplicar luminol en la trastienda del comercio donde trabajaba, aquello se iluminó como unos grandes almacenes en Navidad (sic), a la vista de lo cual el sospechoso se derrumbó y confesó.

Al llegar a una escena de un crimen, los investigadores se fijan en la forma y diámetro de las gotas de sangre (deducen si ha sido de un balazo o de un objeto contundente). Por otro lado, como los insectos que devoran los cadáveres lo hacen siempre en la misma secuencia, pueden saber muchas cosas sólo analizando los que tiene en aquel momento, y si la fauna de insectos es diferente del lugar donde se ha encontrado el cadáver, ya sabemos que lo mataron en otro lugar. En el metro de Londres hay, incluso, razas de insectos propias de cada línea.

Nos explica cómo funciona el test de embarazo y la relación que tiene otros tests como el de alguna droga o de sangre. Y también nos cuenta el caso de Patricia Stallings en el que todo apuntaba a que había envenenado a su hijo con etilenglicol… hasta que tuvo otro hijo y fue dado en adopción por el estado, mostrando a los pocos meses síntomas similares a los de su hermano que había muerto (dejo que leáis el caso en el libro).

Aunque tuviéramos una base científica para afirmar que sabemos que alguien va a delinquir, ¿podemos culpabilizarle por algo antes de que cometa el delito? Creo que estaremos todos de acuerdo en que, hasta que no se comete un delito, todos somos inocentes.

Y también nos recuerda que podemos ser condenados porque los letrados no saben estadística, citando para ello los casos de Sally Clark o del de Lucia de Berk.

Gran libro, del que se aprende, uno de aquellos que podríamos calificar para todos los públicos e imprescindible como cualquier otro libro del mismo autor.

Portada del libro

Título: «La ciencia en la sombra»
Autor: José Miguel Mulet



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