Astrónomos aficionados
Una cosa maravillosa que tiene la Astronomía es que cualquier persona a la que le guste mirar las estrellas puede convertirse perfectamente en un astrónomo profesional. Por otra parte, los astrónomos aficionados o cualquier persona con un telescopio puede contribuir con un descubrimiento. No conozco ninguno personalmente, pero basta leer el blog El beso en la Luna para notar su pasión. La historia de hoy cita algunos ejemplos históricos de astrónomos aficionados que llegaron más tarde a ser famosos o profesionales.
A los 39 años Jean-Louis Pons era portero del observatorio de Marsella y localizó un cometa en 1801. Doce años después ya había descubierto una docena. Le ascendieron a ayudante de astrónomo, pero se marchó para convertirse en astrónomo real en Lucca. Descubrió otros 30 cometas y otros más que no valen. ¿Cómo que no valen? Resulta que había un cometa que tenía una órbita muy pequeña. Cada 3,3 años se volvía a hacer visible y fue descubierto por Méchain (el sucesor de Messier) en 1786, Herschel en 1795 y Pons dos veces en 1805 y 1818.
A todo ello puso fin un joven astrónomo alemán llamado Johann Encke, cuando predijo su vuelta para 1822, tal como sucedió y se le bautizó con el apellido de este astrónomo: cometa Encke. Es el cometa más famoso después del Halley.
Hay quien afirma, incluso, que puede que el Evento de Tunguska no fuera otra cosa que un trozo de este cometa (podéis leer de ello más aquí).
Otro astrónomo aficionado fue Bernard Schmidt. Inventó el telescopio para tomar fotografías de gran ángulo con enfoque de precisión. Hizo posible el atlas fotográfico del cielo que los observadores utilizan rutinariamente para localizar objetos interesantes.
Se crió en una granja de una pequeña isla del golfo de Finlandia, que pertenecía por entonces al imperio ruso. Cuando tenía once años, haciendo experimentos con pólvora de fabricación casera, quedó mutilado de la mano derecha. Después de eso, trabajó con la izquierda y valiéndose de una caja de cigarrillos y del fondo de una botella de cerveza, que había convertido en lente puliéndola en un plato de arena fina, construyó una cámara fotográfica y obtuvo fotos con ella.
Ya adulto, se trasladó a Mittweida, una ciudad de Alemania y allí permaneció durante 25 años, ganándose la vida tallando espejos y lentes. A sus 26 años ya había construido un telescopio de 16 pulgadas de mejor calidad que el que empleaban todos los telescopios de la época. Esto le dio fama y estuvo muy ocupado con los encargos de los observatorios profesionales. Finalmente, a la edad de 47 años aceptó un puesto de semiprofesional como «colega voluntario» en el observatorio de Hamburgo. Allí inventó y construyó su primer telescopio Schmidt. El astrónomo Walter Baade nos lo describía con sus propias palabras:
Un hombre poco corriente, este Bernard Schmidt. Siempre trabajaba con chaqueta y frac y los pantalones a rayas del traje de gala. Se rebelaba ante cualquier horario. El dinero no le decía nada. Le gustaba el aguardiente y fumaba cigarros uno tras otro. Tenía pocos amigos, pues era tímido y reservado. Amaba su independencia por encima de todo.
Su primer Schmidt de 14 pulgadas lo terminó el verano de 1930. Me llamó una calurosa tarde de domingo para decir que estaba listo. Desde una ventana del ático del observatorio dirigió su telescopio a un cementerio.
– ¿Puede leer usted los nombres de las lápidas? – me preguntó.
– Sí – contesté – pero sólo puedo ver una cosa: que la óptica es absolutamente maravillosa.
Publicó un solo escrito en su vida cuando contaba 42 años de edad. Ocupa 3 páginas.
El último astrónomo aficionado de nuestra historia es Milton Humason que vivía por su cuenta en Monte Wilson, California. A los 14 años abandonó el colegio porque le gustaba vivir salvajemente en la montaña y no estar sentado en clase. Vagabundeaba precisamente por Monte Wilson cuando George Ellery Hale pasó por allí y decidió construir su nuevo observatorio. Humason no reconoció a Hale en aquel momento, pero cuando empezó la construcción del observatorio y las reatas de mulas empezaron a serpentear montaña arriba, Humason entró a trabajar como arriero.
Estuvo llevando mulas arriba y abajo durante un par de años y empezó a hablar con la gente que construía el observatorio. Se interesó por el proyecto y por sus fines. Cuando estuvo terminado entró a trabajar como conserje y se trasladó a vivir allí. Poco después se casó con la hija del ingeniero jefe y empezó a ayudar a los astrónomos a revelar las placas en el cuarto oscuro. Más tarde les ayudó a poner las placas en el telescopio.
Aparte de ello, realizó todo tipo de trabajos para el observatorio como ayudante electricista y asistente de noche. Cuenta la leyenda que una noche el operador del telescopio enfermó y el astrónomo de turno le preguntó si sería capaz de ocupar su puesto por esa ocasión. Desarrolló esa tarea con tal destreza que pronto pasó a ocupar permanentemente el puesto de operador del telescopio y de asistente de astrónomo.
A los pocos años fue contratado como ayudante de noche y a la edad de 29 años se había convertido en astrónomo profesional, miembro de pleno derecho del personal del laboratorio.
Durante el resto de su vida trabajó en los telescopios de 100 y 200 pulgadas progresando continuamente en el arte de medir las desviaciones al rojo de galaxias remotas, descubriendo con ello junto a Edwin Hubble la arquitectura a gran escala del Universo. Llegó a publicar unos 120 artículos de astronomía o astrofísica.
Así que si vais a algún observatorio astronómico saludad al portero. Nunca se sabe: algún día podría ser un excelente y famoso astrónomo profesional.
Fuentes:
«¡Que viene el cometa!», Nigel Calder
«De Eros a Gaia», Freeman Dyson
http://www.inaoep.mx/~rincon/humason.html
http://www.robertreeves.com/span.htm
El día 5 de octubre de 2006 a las 10:27
Vaya, historias como estas me hacen concebir esperanzas de que algún día pueda llegar a hacer algo importante, ¿no? :o)
Me ha gustado, buen artículo.
El día 5 de octubre de 2006 a las 10:34
Gracias, me alegro que te haya gustado. Todos podemos hacer cosas importantes: basta hacer las cosas habituales bien hechas 🙂
Salud!
El día 5 de octubre de 2006 a las 13:25
Muy bueno, omalaled. 😉
Ahí va otro ejemplo interesante sobre astrónomos aficionados, concretamente un radioastrónomo. Después de que Karl Jansky descubriera en 1935 las ondas de radio que llegaban desde el exterior, casi todas desde las regiones centrales de nuestra galaxia, casi nadie le hizo caso. Ahora cito el libro «Agujeros negros y tiempo curvo», de Kip Thorne:
«Tan poco interesados estuvieron los científicos profesionales en el descubrimiento de Jansky que la única persona que llegó a construir un radiotelescopio durante la siguiente década fue Grote Reber, un soltero excéntrico y radioaficionado de Wheaton, Illinois, con el indicativo W9GFZ.5 Habiendo leído sobre el pitido de radio de Jansky en la revista Popular Astronomy, se propuso estudiar sus detalles. Reber tenía una formación científica muy pobre, pero eso no era importante. Lo que importaba era su buena preparación en ingeniería y su fuerte vena práctica. Utilizando un enorme ingenio y sus propios modestos ahorros, diseñó y construyó con sus propias manos, en el patio trasero de la casa de su madre, el primer radiotelescopio del mundo, un plato de 9 metros de diámetro (figura 9.lc); y con él, hizo mapas de radio del cielo (figura 9.Id). En sus mapas se puede ver claramente no sólo la región central de nuestra Vía Láctea, sino también otras dos fuentes de radio, posteriormente llamadas Cyg A y Cas A, A por las «fuentes de radio más brillantes», Cyg y Cas por «en las constelaciones Cygnus (Cisne) y Casiopea». Cuatro décadas de trabajo detectivesco demostrarían finalmente que Cyg A y muchas otras fuentes de radio descubiertas en los años siguientes están alimentadas, con gran probabilidad, por agujeros negros gigantes.»
El día 5 de octubre de 2006 a las 13:34
Conocía algo de Jansky, pero ese párrafo es genial!!
Je, je … espero que salgáis muchos más escritores de «Historias de la Ciencia» …
Por cierto, ese libro pasa a la cola de mis pendientes.
Salud!
El día 5 de octubre de 2006 a las 14:40
Muy bueno, como siempre 😀
¿Y qué me dices de Robert Evans, el clérigo aficionado a la astronomía y cazador de supernovas ;)? Ese si que es un aficionado realmente prolífico, y con buen ojo…
Saludos!!
El día 5 de octubre de 2006 a las 15:56
Hmmm, ¡cuántos van aparecuendo! … 🙂
Salud!
El día 5 de octubre de 2006 a las 19:26
Me ha gustado especialmente, me ha recordado mis años de astronomo aficionado, pero debido a circunstancias varias he tenido que dejar la afición
El día 5 de octubre de 2006 a las 23:15
Me ha encantado el articulo. La astronomía siempre me pareció algo fascinante, un primo mío tenía un telescopio y recuerdo que vimos cuatro de las lunas de jupiter e identificamos los crateres de la luna que salian en un libro que me regaló mi padre y que aún conservo.
Por otra parte he leído en algún sitio que los astronomos aficionados suelen hacer mas descubrimientos de estrellas y cometas porque exploran muchas partes del universo al contrario que los observatorios profesionales que se ciñen durante mucho tiempo a un cuadrante específico y no se mueven de el.
Un saludo.
El día 6 de octubre de 2006 a las 11:50
alvarhillo: yo también he visto esas lunas con un telescopio que me dejaron. Es una visión increíble. Casi grité de emoción.
Consumidor: me parece que es un regalo que podríamos hacer todos a nuestros hijos: un telescopio (y por qué no, un microscopio).
Salud!