Los expertos

Publicado el 24 de junio de 2016 en Opinión por omalaled
Tiempo aproximado de lectura: 4 minutos

Me encanta el análisis que se hace en el libro Freakonomics. Los párrafos que leeréis a continuación están sacados y convenientemente modificados de dicho libro. Espero que os hagan reflexionar sobre cómo corre la mentira por este mundo.

A medida que el mundo se ha ido especializando, los incontables expertos, se han hecho a sí mismos indispensables. Médicos, abogados, contratistas, agentes de Bolsa, mecánicos del automóvil, asesores hipotecarios y financieros… todos ellos disfrutan de una ventaja informativa enorme. Y utilizan esa ventaja para ayudarnos, a nosotros, las personas que les contratan, a conseguir exactamente lo que queremos al mejor precio. ¿No?

Nos encantaría creerlo. Pero los expertos son humanos, y los humanos responden a incentivos. El modo en que un experto determinado nos trate dependerá de cómo se fijan sus incentivos. En ocasiones estos últimos pueden actuar a nuestro favor. Por ejemplo: un estudio sobre mecánicos de coches de California descubrió que con frecuencia éstos dejaban pasar una factura de alguna pequeña reparación dejando que automóviles con problemas superasen las inspecciones técnicas; la razón es que un mecánico individual se ve recompensado con un nuevo negocio. Según un estudio médico, en las zonas con índices de natalidad descendentes resultaba mucho más probable que los tocólogos realizasen partos con cesárea que los de las zonas en proceso de crecimiento, lo que sugiere que, cuando el negocio va mal, los médicos tratan de registrar (en caja) procedimientos más costosos.

Una cosa es elucubrar acerca del abuso de posición dominante por parte de los expertos y otra cosa demostrarlo. La mejor forma de hacerlo sería comparar cómo nos trata un experto y cómo llevaría a cabo el mismo servicio para sí mismo.

Los delitos que cometen los economistas o políticos son, en el fondo, delitos de información. Por ejemplo, WorldCom y Global Crossing inventaron ingresos de miles de millones de dólares para inflar el precio de sus acciones. Otros empresarios se deshacían de sus acciones por conocimiento de informes negativos, pero luego daban otras razones. A pesar de la extraordinaria diversidad de esos delitos, todos poseen un rasgo común: eran delitos relacionados con la información. La mayor parte de ellos concernía a un experto o grupo de ellos que difundía información falsa u ocultaba información verdadera. En cualquier caso, los expertos trataban de mantener esa asimetría informativa todo lo asimétrica posible.

Los responsables de dichas actividades, especialmente en el campo de las altas finanzas, se defendían invariablemente con el mismo argumento: Todos los demás lo hacían.

Otra de las características de estos delitos es que muy pocos son detectados. No van a punta de cuchillo por la calles y no dejan un herido o un cadáver tras de sí, por lo que son muy difíciles de probar. Para que un delito relacionado con la información salga a la luz, ha de ocurrir algo drástico. Y otra característica es que cuando esto sucede, los autores del delito no pensaban que sus actividades privadas llegaran a hacerse públicas.

Podríamos pensar que si el experto tiene más incentivos, entonces procurará más por nuestros beneficios. Tampoco es siempre cierto. David Hillis, especialista en cardiología intervencionista del Southwestern Medical Center de la Universidad de Texas en Dallas, explicó al New York Tmes que un médico puede contar con los mismos incentivos económicos que un vendedor de coches, director de una funeraria o el gerente de un fondo de inversión inmobiliaria: Si eres cardiólogo intervencionista y Joe Smith, el especialista local en medicina interna, te envía pacientes, y les dices que no necesitan la intervención, en breve Joe Smith dejará de enviarte pacientes.

Incluso un agente inmobiliario que obtenga un 3% de beneficios intentará obtener cuanto más beneficio mejor, ¿no? Pues no siempre. Si vende una casa por 350.000 euros su beneficio será de 10.000 dólares, pero ese agente no peleará mucho más por venderla por, por ejemplo, 360.000 dólares, ya que ese incremento de 10.000 dólares en el precio se transforma sólo en 150 dólares en su bolsillo. Así que, ¿para qué luchar más?

Pero los expertos ejercen una influencia gigantesca: el miedo. Nos pueden decir que nuestros hijos nos pueden encontrar muertos en el suelo del cuarto de baño si no nos sometemos a una angioplastia o que nuestro coche más barato se estrujará como un juguete mientras que otro mucho más caro envolverá a nuestros seres queridos en una impenetrable burbuja de acero.

La policía también se implica en estas cosas. Una investigación descubrió que a principios de los años 1990 la policía de Atlanta dejó de informar debidamente sobre la delincuencia. Dicha práctica empezó cuando la ciudad estaba trabajando para ser sede de los Juegos Olímpicos de 1996. La ciudad necesitaba deshacerse de su imagen violenta de forma rápida. Miles de delitos violentos pasaron a estar en la categoría de delitos no violentos o sencillamente no se registraron.

Y si alguien cree que esto de no ser sincero no va con él sólo debe pensar cómo nos comportamos en una entrevista de trabajo o en una primera cita. Para que resulte más divertido, podemos comparar esa primera cita y lo que se dice en ella con una conversación con la misma persona después de 10 años de matrimonio.

El abismo entre la información que proclamamos públicamente y la información que sabemos que es cierta es a menudo inmenso. En otras palabras, que decimos una cosa y hacemos otra. Esta tendencia puede observarse en las relaciones personales, en transacciones comerciales y, por supuesto, en la política.

Fuente:
Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner, Freakonomics.



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