Grandes maestros

Publicado el 27 de julio de 2006 en Historias de la ciencia por omalaled
Tiempo aproximado de lectura: 4 minutos y 21 segundos

Los grandes científicos no tienen por qué ser grandes profesores. La historia está plagada de buenísimos científicos que eran pésimos como maestros. Pero no me refiero a maestros como los clásicos profesores en la tarima, sino maestros tanto dentro como fuera de las aulas, en estrecha relación personal con los alumnos, en los paseos, bares, reuniones. La historia de hoy habla algunos de ellos.

Uno de los más destacados fue Niels Bohr. Prefería enseñar en conversaciones privadas que no en clases formales. Al estudiante que venía al gabinete de Bohr le eran formuladas agudas preguntas sobre su investigación y se veía embarcado en una animada charla. No había críticas. Se reunían para aprender juntos y se daban cuenta de lo mucho que valía Bohr cuando conversaban con él. Si alguien le presentaba un nuevo trabajo su primer juicio solía ser: «¡Magnífico!». Pero sólo los novatos caían en la trampa y creían triunfar demasiado pronto.

Quien conociera a Bohr algo mejor sabía, por ejemplo, que las palabras «very, very interesting» pronunciadas con una ligera sonrisa como de disculpa después de la conferencia de un joven discípulo, en realidad eran un juicio sumamente negativo.

Preguntando, hablando sólo a ratos o callando algunos minutos el gran pensador conseguía que el joven físico, que le había pedido consejo, llegara por sí mismo a darse cuenta que quizá en efecto su trabajo no estaba bien meditado. Una conversación de este tipo podía durar horas y prolongarse hasta bien entrada la noche. De vez en cuando, silenciosa y desapercibidamente, entraba la señora Bohr. Sin decir palabra, con una simple sonrisa en los labios, les servía un plato de sabrosos bocadillos y unas cuantas cajas de cerillas para que el maestro pudiera encender su pipa que se estaba apagando constantemente.

Y es que Bohr siempre tenía una pipa que eternamente procuraba mantener encendida. Le era imposible hablar y al mismo tiempo volverla a encender. Se pasaba buena parte del tiempo teniendo en la mano un fósforo que se iba consumiendo hasta los dedos y en el instante justo era arrojado de la mano. Quienes hablaban con él miraban fascinados todo ese espectáculo (al lado del asiento de Bohr se amontonaban los fósforos y al acabar, el gran hombre se ponía a gatas y recogía todo aquello).

Por fin el discípulo empezaba no sólo a descubrir las faltas de su trabajo sino incluso a criticarlas duramente. Entonces Bohr le frenaba advirtiéndole que no lo desechara todo, porque incluso en el error siempre hay algo aprovechable (dicen que los progresos de Bohr eran obtenidos «cometiendo todos los errores posibles; el punto decisivo era cometerlos rápidamente y aprender gracias a ellos»).

Gracias a esas discusiones el estudiante acababa conociendo íntimamente a Bohr. Hablando precisamente de esos jóvenes, Léon Rosenfeld (1904-1974, quien acuñó la palabra leptón) dijo una vez:

Vienen buscando al científico y encuentran al hombre, en el pleno sentido de la palabra.

No es de extrañar que de su círculo salieran tantos y tan grandes científicos. Casi todos los discípulos que pasaron por las manos de Bohr fueron Premios Nobel, directores de importantes instituciones o hicieron grandes contribuciones a la ciencia.

Y es que cuando hay algún buen profesor en algún lugar, los resultados pueden medirse en el éxito de sus alumnos. Un ejemplo menos conocido es el del barón Eötvös. Para empezar fue pionero de la ortografía: ¡dos diéresis!. En la era Eötvös hubo una explosión de genios en Budapest y salieron lumbreras del calibre de Edward Teller, Eugene Wigner, Leo Szilard y John von Neumann. Muchos observadores de la época pensaban que Budapest había sido colonizada por marcianos para controlar el planeta.

No, no era una invasión de marcianos. Lo que pasa es que había un gran profesor.

Otro gran físico y gran maestro fue J.J. Thomson, descubridor del electrón y premio Nobel de Física en 1906. Siete físicos que fueron ayudantes suyos recibieron posteriormente un Nobel, incluido su hijo G.J. Thomson. Fue muy apreciado como maestro, guía y director de departamento.

Como ya dije, no deja de ser gracioso que J.J. (el padre) recibiera el premio Nobel por probar que el electrón era una partícula y, 31 años después, G.J. (el hijo) recibiera el mismo premio por demostrar que el electrón era una onda.

Uno de sus estudiantes, Max Born (1882-1970), premio Nobel de Física en 1954 y catedrático de Física de Edimburgo, a la muerte de J.J., recordaba:

Fue el nombre del profesor J.J. Thomson el que me llevó a Cambridge en 1906 (…) Más de quince años después, en una visita a Cambridge me encontré al hijo de Thomson, que me llevó al Cavendish, al sótano, donde J.J. estaba trabajando rodeado de las habituales y complicadas estructuras de aparatos, tubos de vidrio y cables. Fui presentado:

– Padre, aquí está un antiguo discípulo tuyo que estudió contigo hace años …

La cabeza gris, inclinada sobre un tubo de vacío que brillaba, se levantó durante un minuto:

– ¡Qué tal! Ahora, mire aquí, este es el espectro de …

y al momento estábamos inmersos en el ámbito de la investigación, olvidando el abismo de años, guerra y posguerra, que había entre este reencuentro y la época en que nos conocimos por primera vez. Así era Thomson en el Cavendish: la ciencia personificada.

Incluso Rutherford, que no era precisamente un ejemplo de modestia, le tenía muchísimo respeto, tanto al padre como al hijo. En cierta ocasión, un físico llamado Francis William Aston (1877-1945), premio Nobel de Química en 1922 e inventor del espectrógrafo de masas, se quejaba de que Thomson no creería la evidencia a favor de un nuevo isótopo, a lo que Rutherford le contestó que en realidad debería estar agradecido y añadió:

– Si Thomson la creyera, el chaval te la habría birlado.

Fuentes:
«La partícula divina», Leon Lederman
«Historia de la Ciencia», John Gribbin
«Eurekas y Euforias», Walter Gratzer
«De la fisión del átomo a la bomba de hidrógeno», Otto von Frisch
«Los creadores de la nueva física», Barbara Lovet Cline
«Los cazadores de partículas», Yuval Ne’eman y Yoram Kirsh



Hay 12 comentarios a 'Grandes maestros'

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  1. #1.- Enviado por: aberron

    El día 27 de julio de 2006 a las 09:11

    Un solo profesor puede hacer más por la ciencia que veinte bibliotecas. Me he emocionado recordando a mis buenos profesores. saludos!

  2. #2.- Enviado por: omalaled

    El día 27 de julio de 2006 a las 10:08

    Totalmente de acuerdo. Yo también tengo recuerdo de buenos profesores (que normalmente son también buenas personas) que me marcaron mucho mi forma de ver tanto la ciencia como la docencia.

    Los llevo muy dentro y difícilmente los olvidaré … por muchos años que pasen.

    Salud!

  3. #3.- Enviado por: kuroma

    El día 27 de julio de 2006 a las 12:19

    Yo tambien me he emocionado al recordar a mis viejos profesores de ciencias, sniff sniff. Creo que es facil sentirte unido a otro ser humano cuando te das cuenta de lo pequeño que somos ante el universo y de todo lo que nos queda por aprender. Un abrazo.

    PS: Mi novia no leyo el articulo XD (de la que me libée jejeje)

  4. #4.- Enviado por: omalaled

    El día 27 de julio de 2006 a las 23:13

    Ahora, el día que la pilles de buenas … pues se lo enseñas 🙂

    Salud!

  5. #5.- Enviado por: Maelstrom

    El día 28 de julio de 2006 a las 01:22

    Creo que de la mano de Eötvös también surgió otro extraterrestre: Paul Erdös, famoso por sus excentricidades y por su increíble destreza en demostrar los teoremas de la manera más sencilla posible, aparte de su prolificidad. Se cuenta de él que se inventaron los números de Erdös según la proximidad e influencia que había tenido Erdös con el resto de matemáticos de la época. Así por ejemplo si habías publicado un artículo junto con el mismísimo Erdös, tú numero de Erdös era de 1. El número de Erdös aumentaba según la influencia era menor.

  6. #6.- Enviado por: omalaled

    El día 28 de julio de 2006 a las 01:44

    Es cierto. El mismo Erdös se reía diciendo que ni Einstein tenía el número 1 de Erdös. Lo que no he podido encontrar es relación entre Erdös y Eötvös.

    Salud!

  7. #7.- Enviado por: ASD

    El día 28 de julio de 2006 a las 12:19

    Me falta un Feynman por aquí.

  8. #8.- Enviado por: Curiosidad

    El día 28 de julio de 2006 a las 16:40

    «La historia está plagada de buenísimos científicos que eran pésimos como maestros.»–> La historia y ciertas universidades españolas. Pertenecen a la familia de los «dictator». Se distinguen dos géneros: «sillam» o «peripatéticus», distinguibles por su posición en el aula. Ambos grupos comparten a su vez dos especies: «antiquae» si son de hoja amarillenta (las que prepararon hace treinta años la primera vez que dieron clase) o «modernae que lo flipum» si han descubierto el binomio portátil-proyector.
    (Y que me perdonen los que entienden de taxonomía, que yo no me aclaro)
    Menos mal que aún hay algún individuo inclasificable que nos devuelve la esperanza casi perdida.

    Gracias Kuroma por contárnoslo. Me había quedado intrigada 🙂

  9. #9.- Enviado por: Ecazes

    El día 28 de julio de 2006 a las 23:14

    Sirva de homenaje.
    A todos los docentes, no todos los buenos maestros terminan en los libros que cantan las glorias de los hombres; pero todos terminan con su nombre grabado a fuego en el corazón de sus alumnos.
    Un agradecimiento sentido a todos: los que enseñan a amar el estudio desde las primeras letras y los que destilan el saber, gota a gota, ya al final del alambique.
    Y un agradecimiento al autor de este blog.

  10. #10.- Enviado por: omalaled

    El día 29 de julio de 2006 a las 00:05

    Curiosidad: hace poco hubo un manifiesto de varios científicos sobre el padrinazgo en la Universidad Española. Más aquí.

    Me uno al homenaje, Ecazes.

    Salud!

  11. #11.- Enviado por: Maricruz

    El día 29 de julio de 2006 a las 01:55

    Me parecía estar leyendo sobre dos de mis queridos maestros, en uno ese arte de enseñar profundísimamente con sus silencios y sus preguntas, en otro, en ese ir encendiendo la pipa constantemente, absorto en el tema que explicaba, los dos, grandes fitas en mi vida de búsqueda incansable.
    El uno era un monje católico, con el que aun ahora estoy aprendiendo… El otro un sencillo técnico en electrónica, gran conocedor del ocultismo y las religiones, mi profesor de yoga, con el que arendí muchos de los entresijos humanos. Los dos catalanes…
    Mi homenaje a ellos y a este sitio capaz de tan buenos artículos.

  12. #12.- Enviado por: omalaled

    El día 29 de julio de 2006 a las 14:06

    Gracias Maricruz.

    Salud!

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