Sesgo de confirmación
Supongamos que te digo que he inventado una regla para la construcción de una secuencia de tres números, y que la secuencia 2, 4, 6 satisface mi regla. ¿Puedes adivinar la regla? Por favor, tómate un momento para inventarte algunas secuencias de tres números y probarlas.
Ahora que ya has considerado tu estrategia, puedo decir que si eres de la mayoría de la gente, las secuencias que presentes serán del tipo 4,6,8; u 8, 10, 12; o 20, 30, 40. Sí, esas secuencias obedecen mi regla. Por tanto, ¿cuál es la regla? La mayoría de la gente, después de presentar un puñado de tales casos de prueba, aumentaría su confianza y concluiría que la regla es esta: la secuencia debe ser una serie creciente de pares. Pero, en realidad, mi regla era simplemente que la serie debería componerse de números crecientes. La serie 1, 2, 3, por ejemplo, también entraría (no había la necesidad que los números fueran pares). ¿Las secuencias que pensaste habrían revelado esto?
Cuando estamos en las garras de una ilusión —o lo que importa, siempre que tenemos una nueva idea—, en lugar de buscar maneras de demostrar que nuestras ideas son erróneas, normalmente intentamos probar que son correctas. Los psicólogos lo llaman «sesgo de confirmación«, y representa un impedimento mayor a nuestra capacidad de liberarse de la mala interpretación de la aleatoriedad: intentando confirmar su conjetura [las personas] intentan poner a prueba muchas secuencias más de ese tipo. Pero muy pocos encuentran la respuesta del modo más rápido, a través de un intento de falsear su idea probando una secuencia que incluye un número impar.
Como el filósofo Francis Bacon dijo en 1620:
una vez que ha adoptado una opinión acerca de algo, la mente del ser humano, recoge cualquier caso que la confirme, y rechaza o ignora la demostración de casos contrarios, ya sean más numerosos y de más peso, con tal de que su parecer permanezca inalterado.
Para empeorar las cosas, no sólo buscamos pruebas de manera preferencial para confirmar nuestras ideas preconcebidas, sino que también interpretamos pruebas ambiguas a favor de nuestras ideas. Por ejemplo, si creemos en una política y cuando consigue buenos resultados confiamos en ella, y cuando fracasa, le echamos la culpa a las circunstancias, o al otro partido, mientras cualquiera de los modos refuerce nuestras ideas iniciales.
En un estudio los investigadores reunieron un grupo de universitarios; algunos apoyaban la pena de muerte y algunos estaban en contra. Proporcionaron a dichos estudiantes la misma colección de estudios sobre la pena capital. La mitad de ellos apoyaban la idea de que la pena de muerte tiene un elemento disuasorio; la otra mitad contradecía la idea. También les proporcionaron claves aludiendo a los puntos débiles de cada uno de los estudios.
Más tarde se pidió a los estudiantes que valoraran la calidad de los estudios individualmente, y también valoraran si su postura sobre la pena de muerte se había visto afectada y cuánto por todo lo que había leído. Los participantes dieron una valoración más alta a los estudios que confirmaban su punto de vista inicial. Y, al final, aunque todos habían leído exactamente los mismos estudios, tanto los que habían apoyado como los que se habían opuesto inicialmente a la pena de muerte contaron que leer los estudios había reforzado sus creencias. Más que convencer a alguien, los datos polarizaron el grupo; incluso los patrones aleatorios se pueden interpretar como pruebas convincentes si están relacionadas con nuestras ideas preconcebidas.
El sesgo de confirmación tiene muchas consecuencias desafortunadas en el mundo real. Cuando un profesor inicialmente cree que un estudiante es más listo que el otro, el profesor selectivamente se centra en pruebas que tienden a confirmar su hipótesis. Cuando un empleador con perspectiva entrevista a un candidato, el entrevistador se forma una rápida primera impresión y se pasa el resto de la entrevista buscando información que apoye eso. Cuando los abogados en el entorno clínico son avisados antes de tiempo de que un entrevistado es combativo, tienden a concluir que lo es, incluso aunque no sea más combativo que la media. Y cuando la gente interpreta un comportamiento de una minoría individual, lo hace en el contexto de sus estereotipos previos.
La mente humana ha evolucionado para ser muy eficiente reconociendo patrones, en algunos sentidos incluso óptimos, pero como muestra el sesgo de confirmación, nos centramos en encontrar y confirmar patrones más que en minimizar nuestras conclusiones falsas. Darse cuenta de que los sucesos aleatorios también producen patrones, es simplemente un comienzo. Aprender a cuestionar nuestras percepciones, y nuestras teorías supone dar otro gran paso. Y finalmente, deberíamos aprender a dedicar el mismo tiempo buscando pruebas de que estamos equivocados que buscando razones de que tengamos razón.
Leonard Mlodinow, El andar del borracho.
El día 19 de septiembre de 2013 a las 16:31
Plas plas plas plas plas plas plas
El día 21 de septiembre de 2013 a las 21:43
Estoy completamente de acuerdo. Es un kluge más de nuestro cerebro
El día 9 de octubre de 2013 a las 09:36
Conforme con los razonamientos. Pero, ¿que hacemos cuando nos encontramos situaciones similares a las planteadas y tenemos que tomar rápidas decisiones?
Ya disponemos de las razones que nos convencen y a lo mejor, a partir de ahora, buscaremos algunas que no lo hagan. Pero la decisión . …
El día 10 de abril de 2014 a las 04:42
El falsacionismo popperiano se ocupa justamente de ese problema, en un sentido epistemológico.
El día 22 de diciembre de 2016 a las 18:55
[…] nada. Eso no es más que una lavativa para los egos de quienes claman ser de izquierda. Es un sesgo de confirmación (Véase confirmation bias). Es información que te permite sentirte orgulloso de lo que sabes, […]