[Libro] La termodinámica de la pizza

Publicado el 10 de julio de 2013 en Libros por omalaled
Tiempo aproximado de lectura: 8 minutos y 30 segundos

Este libro es, por así decirlo, una visión de la vida a través de los ojos de un científico. Es capaz de plantearse desde si las industrias de la alimentación nos timan con el precio de los cereales valorando el contenido nutricional de los mismos, hasta explicarnos curiosidades y anécdotas personales y de la historia de la ciencia. Os hago el habitual resumen de las partes que me han llamado la atención.

Por ejemplo, nos habla de los hábitos alimentarios:

Según los criterios de muchos expertos en nutrición actuales, la dieta de mi abuela era puro veneno; sin embargo, los efectos tóxicos tardaron noventa y cinco años en manifestarse.

Por otro lado, leyendo un trabajo sobre los peligros del tabaco (Cuyler E. Hammond) se dio cuenta de que los datos revelaron que tanto para fumadores como para no fumadores, la tasa de mortalidad descendía con el número de comidas semanales a base de alimentos fritos:

En otras palabras, si la longevidad es su objetivo, comer cosas fritas es bueno para usted. Es un resultado muy contrario a la intuición, y sin embargo procede del más minucioso estudio estadístico sobre tipos de vida y salud jamás realizado, con una muestra de 400.000 individuos en un período de 3 años. He intentado llamar la atención de médicos y expertos en nutrición sobre este resultado, durante los últimos 19 años. (…) La única respuesta que he obtenido fue la solicitud por parte de una cadena de pollo frito para reproducir uno de mis artículos.

Cuando la conversación deriva hacia el tema de la comida y la salud y menciono a mi abuela o al doctor Hammond, descubro que las personas apacibles se ponen furiosas, los moderados profieren exabruptos y los defensores de la paz se muestran proclives a la violencia. Las reacciones suscitadas al discutir sobre la alimentación y salud tienen la intensidad y la carga emocional característica de las discusiones sobre creencias religiosas y, de hecho, hay un cierto nexo filosófico.

También habla de cómo la ciencia ha cambiado la sociedad mirando las tasas de mortalidad infantil de cierta ciudad:

«Los buenos tiempos de antaño» tenían escalofriantes aspectos que no se pueden olvidar (…) Vagando por los estantes de la biblioteca fui a dar con el Registro vital de Athol, Massachissetts, al término del año 1849. En las páginas 183 a 230 de este informe se registran todas las muertes ocurridas en Athol desde su fundación, hacia 1759, hasta 1849 (…) Ya la primera página de «Muertes en Athol» era bastante significativa. En 18 defunciones registradas había 6 niños de menos de 5 años, 2 personas de menos de 30 años, 3 de menos de 40, 1 de 42, 1 de 62 y 3 adultos de edades desconocidas. Tres de las muertes infantiles habían sido por disentería. La segunda página proseguía en la misma línea (…) El mensaje de estas páginas es claro: la Parca ataca pronto y a menudo.

Y nos cuenta el descubrimiento de la conservación de la energía:

El 22 de febrero de 1840, Mayer, recién graduado en medicina a los 26 años, salió de Rotterdam como médico de a bordo de la fragata «Java», con rumbo a las Islas Orientales. No tenía entrenamiento como investigador ni había mostrado ninguna propensión al trabajo científico. Afortunadamente, surgieron pocos problemas clínicos a lo largo del viaje, y Mayer tuvo tiempo de leer, estudiar y pensar. Al parecer, era bastante solitario, y se relacionaba poco con los oficiales y la tripulación.

Como todo buen médico del siglo XIX, eventualmente practicaba una sangría como medida terapéutica. Al aplicar este tratamiento en los trópicos por primera vez, observó que la sangre era más roja que lo acostumbrado, y al principio pensó que había pinchado una arteria en lugar de una vena. Las repetidas observaciones de la rojez de la sangre venosa en los trópicos comparada con su color más azulado en los climas fríos del norte de Europa le hicieron reflexionar. Mayer estaba haciendo observaciones espectroquímicas del oxígeno contenido en la sangre, y llegó a la conclusión de que la sangre venosa estaba más oxigenada en los trópicos. Postuló que eso se debía a que en un clima cálido se necesitaba menos oxígeno para mantener el cuerpo caliente.

Habla de los que hicieron su carrera en los épicos viajes, como Darwin o el anterior Mayer. Uno de los que más me ha sorprendido fue el del desconocido Richard Henry Dana, quien también buscó formación en el mar antes de graduarse.

En 1834, con la vista debilitada por el sarampión, dejó los estudios y se enroló como simple marinero. Navegó a California, y en 1836 regresó a Harvard. En 1840 publicó Dos años ante el mástil. El sensible estudiante se quedó hondamente impresionado por los abusos sufridos por los marineros. Como resultado, le quedó una simpatía hacia los oprimidos que marcó toda su carrera, y que le llevó a suministrar ayuda legal gratuita a los esclavos fugitivos capturados y sometidos a la Ley de Esclavitud.

También nos explica detalles filosóficos de la ciencia:

Desde un punto de vista matemático abstracto, las astronomías ptolemaica y copernicana son, simplemente, dos perspectivas distintas de los mismos eventos, y tenemos la evidencia empírica de que los navegantes normalmente llegan a donde quieren ir. Bien, (…) ¿qué moraleja podemos sacar? Si uno quiere saber quién es, debe adoptar la teoría copernicana y utilizar la mejor y más moderna concepción del universo para entender la ciencia actual y sus implicaciones metafísicas. Si uno quiere determinar su posición, debe tomar cualquier punto de vista que funcione. Después de todo, el intento de obtener esta información práctica es una actividad sumamente antropocéntrica. Como decía al principio, los navegantes están mucho más interesados en determinar dónde están que en pensar quiénes son.

(…)

Ser libre hoy en día significa, o bien ser lo suficientemente rico como para arreglar con dinero cualquier situación, o bien estar dispuesto a tomar una mochila y vivir en cualquier cobijo que la naturaleza provea.

(…)

Existe entre los científicos la tendencia a considerar que las ideas de hace treinta o cuarenta años, o bien han sido incorporadas al paradigma, o bien ya no son relevantes. En los casos en que no se ha llegado a un consenso, esta suposición está totalmente injustificada. Los escritos de los grandes pensadores poseen una suerte de atemporalidad, si no se los olvida en los polvorientos estantes de una biblioteca.

O frases dichas por otras personas acerca de la filosofía de la ciencia:

Existen leyes humanas y leyes de la naturaleza. Las primeras se quebrantan todos los días, y la segundas, si se quebrantan, dejan de ser leyes; como apuntaba el filósofo de la ciencia, Karl Popper.

«La naturaleza no puede ser desobedecida, pues preserva un orden fijo e inmutable… Por tanto, los milagros, en el sentido de acontecimientos contrarios a las leyes de la naturaleza, lejos de demostrar la existencia de Dios, nos llevarían a dudar de ella.»,Barauch Spinoza.

«Una costosa manera de averiguar cómo están hechos los relojes consiste en hacer chocar violentamente dos de ellos y examinar lo que sale de su interior. Esa es una de las pocas técnicas que tenemos para estudiar las partículas subatómicas, y por esa razón, se construyen trituradoras de átomos, también llamadas aceleradores de partículas», Sheldon L. Glashow

.

Habla de comportamientos de diferentes animales extrapolándolos a caracteres parecidos en las personas en sus trabajos. Están los pulpos, que echan tinta; o el pez globo, que se hincha cuando ve el peligro para que la gente se aleje y le dejen tranquilo en su despacho. Particularmente me ha sorprendido el del rinoceronte: imprevisible, puede atacar sin ser provocado y los habitantes de India y África lo consideran uno de los más peligrosos. Y ojo porque es capaz de correr a 50 km/h, por lo que su embestida es similar a la de una furgoneta mediana. Pues bien, habla del «rinoceronte empresarial». Este último «protege su ego mediante violentos ataques al azar. La víctima nunca sabe qué acción provocará la embestida, por lo que vive en constante temor. El rinoceronte puede permanecer tranquilo largos periodos y, de pronto, lanzarse al ataque de algún colega o empleado (…) La furia puede manifestarse en forma de gritos, pataleos, puñetazos en la mesa y similares, pero siempre tiene las características de la autoprotección mediante el terror.» Y también me ha gustado el de la «jirafa empresarial», «que se come las suculentas hojas más altas mientras sus colegas estiran el cuello por él.

También nos habla del contacto que tuvo con algún científico apasionado:

Von Békésy, al principio de su carrera, había trabajado como investigador en Budapest. Había pasado muchos años disecando el oído interno de ratas y cadáveres humanos para determinar la forma de interacción de la transmisión del sonido y la transducción de la energía sónica en el oído de los mamíferos, así como su anatomía. Un día sonó el teléfono de su laboratorio. Era el zoo de Viena. Uno de sus elefantes acababa de morir, y tenían entendido que Von Békésy necesitaba una preparación coclear fresca. El científico cogió el primer tren a Austria, y en uno de los puntos culminantes de su carrera, pudo servirse de la gran cóclea para resolver algunas difíciles cuestiones. Estaba radiante mientras me describía la disección de un oído interno lo suficientemente grande como para, realmente, meter las manos en él. Y nunca había oído a nadie hablar tan apasionadamente del oído interno de un elefante. De hecho, nunca he oído hablar con tal elocuencia de un sistema ótico.

Von Békésy se llevaría el Premio Nobel en 1961, pero sus conclusiones se revelaron incorrectas tres décadas después. No obstante, equivocarse no implica ser un mal científico.

Y también da un toque a los que emplean términos científicos para aplicarlos en áreas en las que no tienen sentido.

La entropía, como Clausius la formuló, tenía un significado muy preciso, definible mediante una ecuación y medible calorimétricamente. Las unidades de energía se dividían por la temperatura, y la entropía sólo podía medirse en sistemas en equilibrio en los que la temperatura tenía un significado claro y sin ambigüedades. Cuando la magnitud fue redefinida por Ludwig Boltzmann y Josiah Willard Gibbs en el contexto de la mecánica estadística, dedicaron un gran esfuerzo a demostrar la identidad entre la entropía de la mecánica estadística y la termodinámica.

Los que más tarde intentaron trasladar la terminología de la termodinámica a las humanidades y las ciencias sociales, a menudo, carecían de una auténtica comprensión del concepto físico de entropía. En consecuencia, la entropía se convirtió en un término de moda utilizado para recubrir ideas vagas e inciertas con una pátina de respetabilidad. Las dificultades surgieron al dar por supuesto que los diversos conceptos así establecidos tenían propiedades análogas a las de la entropía en la física. Así, el segundo principio de la termodinámica se aplicó erróneamente a casos en los que el flujo de energía hacía que el sistema en cuestión estuviera lejos del equilibrio. Lo más curioso es que quienes usan alegremente el término «entropía» nunca formulan, en su propio campo, conceptos análogos a la temperatura. Es curioso, pues entropía y temperatura son magnitudes recíprocas en la termodinámica de Clausius y sus sucesores.

No explica grandes conceptos ni hace grandes descubrimientos pero, como decía al principio, sí da una visión genérica de cómo una persona racional de formación científica percibe la vida. Un libro entretenido de leer. Apto para todos los públicos.

Título: «La Termodinámica de la pizza»
Autor: Harold J. Morowitz



Hay 3 comentarios a '[Libro] La termodinámica de la pizza'

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  1. #1.- Enviado por: javierzinho

    El día 15 de julio de 2013 a las 19:17

    La frase «… para recubrir ideas vagas e inciertas con una pátina de respetabilidad …» está genial. Esto de usar términos científicos sin saber qué significan se aplica a muchos expertos en administración de empresas, «management», y pseudoprofesiones por el estilo.

    Una cosa curiosa: aunque la entropía se define con la transferencia de calor reversible sí existe una termodinámica del «no equilibrio».

  2. #2.- Enviado por: Gabriel

    El día 30 de julio de 2013 a las 22:23

    Vamos, que habla de todo menos de pizzas! Me encanta 😉 Y me apunto el nuevo false friend: la entropía (y el caos…)

  3. #3.- Enviado por: omalaled

    El día 30 de julio de 2013 a las 22:42

    Gabriel: bueno, realmente le dedica un as pocas páginas, pero es más bien la excusa para el resto del libro 🙂

    Salud!

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