[Libro] La ciencia: su método y su filosofía

Publicado el 18 de junio de 2013 en Libros por omalaled
Tiempo aproximado de lectura: 7 minutos y 45 segundos

Desde la editorial Laetoli han tenido la gentileza de enviarme este libro. La primera edición es de 1956 pero sorprende lo actual y válido de sus argumentos. Para empezar, el autor hace una reflexión de todos los cambios que ha habido desde entonces. De todos los cambios en los que se crearon y destruyeron imperios, creado y destruido ideologías, sólo ha habido una constante: que la matemática, la ciencia y la técnica no han dejado de avanzar. Os hago el habitual resumen con los párrafos e ideas que más me ha llamado la atención.

El autor comenta que, en general, quienes se dedican a algo relacionado con la ciencia no suelen plantearse las raíces filosóficas de la misma. Y el libro habla precisamente de ello. Se trata de un compendio filosófico acerca de lo que es la ciencia y el carácter de la misma. Habla, de las matemáticas explicando que la lógica y las matemáticas son racionales, sistemáticas y verificables, pero que no son objetivas en el sentido de que no explican la realidad. Tratan de entes ideales. A los matemáticos no se les da objetos de estudio, sino que construyen los suyos propios. Lo que sí pueden hacer es establecer correspondencias entre los hechos. Las matemáticas de por sí jamás entran en conflicto con la realidad. En matemática la verdad consiste en la coherencia del enunciado dado con un sistema de ideas admitido previamente, por esto la verdad matemática no es absoluta, sino relativa a ese sistema.

Las ciencias fácticas verifican hipótesis que en su mayoría son provisionales. La ciencia da cuenta de los hechos, no inventariándolos, sino explicándolos por medio de hipótesis y sistemas de hipótesis. No percibimos los campos eléctricos o las clases sociales: conjeturamos su existencia a partir de hechos observables.

El carácter matemático del conocimiento científico −esto es, el hecho de que es fundado, ordenado y coherente− es lo que lo hace racional (…) Las revoluciones científicas no son descubrimientos de nuevos hechos aislados ni perfeccionamientos en la exactitud de las observaciones, sino que consisten en la sustitución de hipótesis de gran alcance por nuevos axiomas y en el reemplazo de teorías enteras por otros sistemas teóricos.

El científico se ocupa del hecho singular en la medida en que este es miembro de una clase o caso de una ley (…) No es que la ciencia ignore la cosa individual o el hecho irrepetible; lo que ignora es el hecho aislado.

La utilidad de la ciencia es una consecuencia de su objetividad: sin proponerse necesariamente alcanzar resultados aplicables, la investigación los proporciona a la corta o a la larga. La sociedad moderna paga la investigación porque ha aprendido que la investigación rinde. Por este motivo, es redundante exhortar a los científicos a que produzcan conocimientos aplicables: no pueden dejar de hacerlo. Es cosa de los técnicos emplear el conocimiento científico con fines prácticos, y los políticos y empresarios son los responsables de que la ciencia y la tecnología se utilicen en beneficio de la humanidad. Los científicos pueden, a lo sumo, aconsejar acerca de cómo puede hacerse uso racional, eficaz y bueno de la ciencia.

Para que una parte del saber merezca ser llamada «científico» no basta −ni siquiera es necesario− que sea verdadera. Debemos saber, en cambio, cómo hemos llegado a saber, o presumir, que el enunciado en cuestión es verdadero: debemos ser capaces de enumerar las operaciones (empíricas o racionales) por las cuales es verificable (confirmable o desconfirmable) de una manera objetiva, al menos en principio. Se trata de una cuestión de nombres: quienes no deseen que se exija la verificabilidad del conocimiento deben abstenerse de llamar «científicas» a sus propias creencias, aun cuando lleven bonitos nombres compuestos con letras griegas. Se les invita cortésmente a bautizarlas con nombres más impresionantes, tales como «reveladas», «evidentes», «absolutas», «vitales», «necesarias para la salud del Estado», «indispensables para la victoria del Partido», etc.

El método de la ciencia debería emplearse también en las ciencias aplicadas y, en general, en toda empresa humana en que la razón haya de casarse con la experiencia; es decir, en todos los aspectos excepto en arte, religión y amor (…) Pídase aun político que pruebe sus afirmaciones no recurriendo a citas y discursos, sino confrontándolas con hechos certificables (…) Si es honesto, cosa que puede suceder, o bien a) admitirá que no entiende la pregunta, o b) concederá que todas sus creencias son, en el mejor de los casos, enunciados plausibles, ya que sólo pueden ser probados imperfectamente, o c) llegará a la conclusión de que muchas de sus hipótesis favoritas (principios, máximas, consignas) tienen necesidad urgente de reparación.

Desgraciadamente, la cientifización de la política la haría más eficaz, pero no necesariamente mejor, porque el método puede dar la forma y no el contenido; y el contenido de la política está determinado por intereses que no son primordialmente culturales o éticos sino materiales. Por esto, una política científica puede dirigirse a favor o en contra de cualquier grupo social: los objetivos de la estrategia política, así como los de la investigación científica aplicada, no son fijados por patrones científicos sino por intereses sociales. Esto muestra a la vez el alcance y los límites del método científico: por una parte, puede producir saber, eficiencia y poder; por la otra, este saber, esta eficiencia y este poder pueden usarse para bien o para mal, para libertar o para esclavizar.

Afirmar y sentir es más fácil que probar y disentir; por eso hay más creyentes que sabios. Y por eso, aunque el método científico es opuesto al dogma, ningún científico y ningún filósofo científico deberían tener la plena seguridad de que han evitado todo dogma.

No percibimos las leyes, sino que las adivinamos a partir de los fenómenos.

Quien encuentra grandes soluciones es quien enfoca los problemas con más amplitud (…), es decir, quien sitúa el problema dado en su contexto más amplio y está dispuesto a revisar los fundamentos mismos de las teorías o de las técnicas.

Apenas se discute ya que la ciencia es lo que distingue la cultura contemporánea de las anteriores. No sólo es el fundamento de la tecnología, que está dando una fisonomía inconfundible a nuestra cultura material, sino que de continuo absorbe disciplinas que otrora fueron artísticas o filosóficas: ayer, la antropología, la psicología y la economía; hoy, la sociología y la historia; mañana, quizá, la estética y la ética. Además, la concepción del mundo del hombre contemporáneo se funda, en medida creciente, sobre los resultados de la ciencia: el dato reemplaza al mito, la teoría a la fantasía, la predicción a la profecía. La cultura social y personal se tornan, en suma, cada vez más científica. Hace un siglo, quien ignoraba la Iliada era tildado de ignorante. Hoy lo es, con igual justicia, quien ignora los rudimentos de la física, de la biología, de la economía y de las ciencias formales. Con razón, porque estas disciplinas nos ayudan mejor que Homero a desenvolvernos en la vida moderna; y no sólo son más útiles sino que también son intelectualmente más ricas.

Semejante actitud no significa desdén para con las artes y las llamadas humanidades; no significa que no sea digno de admiración el especialista que permanece insensible a la belleza o que menosprecie la investigación filosófica. Lo criticable es que, en el siglo de los mayores avances sociales y la energía nuclear, se siga sosteniendo que la literatura y la crítica literaria deben seguir siendo el eje de la cultura o por lo menos la base de la formación cultural. Modernicemos el concepto de humanidades y equilibremos los diversos ingredientes de la educación, ofreciendo las posibilidades de una educación integral y actual. Si la vida no es ni debe ser puro goce, y la cultura no es ni debe limitarse a ser comentario de textos, entonces es preciso que renovemos las ideas acerca del lugar que deben desempeñar las artes y las humanidades en la educación moderna. Sostener que el goce estético y la educación para refinarlo deben ocupar un lugar más importante que la búsqueda de la verdad, de la utilidad y del bien social, no es hoy signo de cultura refinada sino de incultura, de egoísmo, de frivolidad propia de salones victorianos.

Del especialista que niega resueltamente que su ciencia tenga relación con la filosofía, de quien se desinteresa totalmente de la estructura lógica, de la evolución histórica o de la función social de su especialidad, de éste no puede decirse que sea un hombre culto, aun cuando lea novelas o visite exposiciones de pintura.

La ciencia es universal en el sentido de que sus afirmaciones y métodos son impersonales y objetivos, en lugar de valer sólo para arios o judíos, liberales o socialistas. La comunidad científica, a diferencia de la técnica, es comunista: sus miembros comparten datos, teorías y métodos. La actividad científica, a diferencia de la técnica, es desinteresada: busca la verdad por la verdad. Finalmente, la actitud científica es escéptica, no dogmática; revisa los supuestos y resultados de la investigación a la luz de la lógica y la observación.

Es cierto y sabido que la ciencia y la técnica modernas han evolucionado de la mano del capitalismo industrial, y que la ideología contamina a las ciencias sociales, en particular la economía. Pero ¿cuál es el contenido ideológico del Teorema de Pitágoras o de las ecuaciones de Maxwell, de la hipótesis de que los ácidos nucleicos [el libro fue escrito en 1959] controlan la síntesis de proteínas o incluso la ley de los rendimientos decrecientes? Es cierto que las ciencias puras son utilizadas para fines económicos o políticos. Pero el hecho de que pueden ser utilizadas por cualquier régimen económico o político, ¿no muestra acaso que son intrínsecamente neutrales?

Un estudio de la ciencia incapaz de distinguirla de la ideología es algo peor que inútil: es nocivo porque, como el tero, pega el grito lejos del nido y se calla cuando está en él.

La última frase del libro no tiene desperdicio: Donde todo vale nada marcha bien.

Estas y otras muchas cosas. Aunque para mí ha sido una verdadera joya, no lo recomendaría para tos los públicos, sino más bien para investigadores, científicos o estudiantes de carreras científicas o técnicas que quieran profundizar sobre la filosofía de la ciencia. Dichas personas se verán identificadas, a buen seguro, en más de un pensamiento filosófico; pero si eres una persona que no ha tenido contacto con la ciencia, no lo recomendaría o, al menos, echar un ojo antes de leerlo.

Título: La ciencia: su método y su filosofía
Autor: Mario Bunge



Hay 9 comentarios a '[Libro] La ciencia: su método y su filosofía'

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  1. #1.- Enviado por: Nicolaides

    El día 19 de junio de 2013 a las 00:53

    Que lindo poder volver a leerte! un saludo desde Cordoba (Arg)

  2. #2.- Enviado por: omalaled

    El día 19 de junio de 2013 a las 08:38

    Gracias 🙂

    Es un placer saber que seguís estando ahí.

    Salud!

  3. #3.- Enviado por: Fabián

    El día 19 de junio de 2013 a las 11:21

    Fernando, excelente tu blog. Estoy interesado en leer sobre el origen e historia de las religiones, desde el punto de vista ateo y cientifico, pero sin que contengan ataques a las religiones. Buesco alguien que haya investigado y analizado la historia pero sin intención de confrontación o descalificación. Podrías recomendarme autores y libros en español?. Soy argentino. Gracias y exitos en tu vida.

  4. #4.- Enviado por: omalaled

    El día 19 de junio de 2013 a las 11:44

    Hola, Fabián.

    Lo que me pides no es fácil, pues todos los libros que leas de religión te dirán que todo tiene una vertiente espiritual y sobrenatural; mientras que todos los que leas que sean ateos y científicos te van a decir que todo es una patraña. Así que pocos libros podrás encontrar que no estén en uno de estos dos extremos.

    Yo te recomiendo leer de ambos tipos y de ahí sacar tus propias conclusiones. No te voy a recomendar los que van a favor, puesto que los creyentes te los recomendarán con más criterio que yo. Lo que sí te puedo decir son algunos ateos e irreverentes según mi criterio 🙂

    Josep Montserrat escribió «Jesús, el Galileo armado», donde sostiene que Jesús, efectivamente existió, pero que de sobrenatural nada de nada. Yo no lo he leído, (lo empecé, pero dejó de interesarme el tema) pero en este enlace tienes una opinión-resumen Este libro lo puedes descargar incluso en ebook.
    Otro que no he leído es La religión, ¡vaya timo!
    Sí he leído «La Sábana Santa, ¡Vaya timo!» que está muy bien para introducirte al tema desde un punto de vista no creyente; pero de este tema el que sí he leído es «El fraude de la Sábana Santa y las reliquias de Cristo» Este último está muy bien porque te explica muchas cosas que no sueles encontrar en los libros de texto de religión. ¿De dónde salieron tantas reliquias de Jesucristo si sólo con los clavos que corren por ahí podría montarse una ferretería? Explica las historias de dónde salió cada una de las reliquias que muchas veces se veneran en las iglesias. Corre en pdf por ahí.

    No sé si te sirven los títulos y enlaces, pero si no es así sólo tienes que decirlo.

    Salud!

  5. #5.- Enviado por: Dani

    El día 20 de junio de 2013 a las 05:40

    Estoy de acuerdo con tu reseña, Fernando. No es un libro fácil.

    Salud!

    PS.- Estoy deseando leer tu reseña sobre el libro de Emsley 😉

  6. #6.- Enviado por: RnB

    El día 20 de junio de 2013 a las 13:21

    !Qué raro! No me cuadra la reseña que haces con el ensayo del mismo título que leí hace años. Por lo que recuerdo «La ciencia: su método y su filosofía» es un pequeño ensayo de unas cincuenta páginas en el que básicamente Bunge hace un pequeño resumen de los libros de Poincaré «Ciencia y método» y «Ciencia e Hipótesis». O al menos eso es lo que me pareció.

    @Fabian: Creo que te gustaría «Romper el hechizo: La religión como fenómeno natural» de Dennet.

  7. #7.- Enviado por: Fabián

    El día 24 de junio de 2013 a las 16:18

    Buen día Fernando… Muchas gracias por tu atención y las recomendaciones. Voy a buscar cada uno de los textos recomendados y sacaré mis propias conclusiones. Coincido con vos de las posiciones encontradas y extremistas de ateos y creyentes. Aunque soy ateo, quiero encontrar una posición objetiva sobre el tema. Sigo tu blog desde hace varios años y cada actualización que haces me sorprende siempre. Exitos…y gracias por tu aporte. Saludos desde Argentina

  8. #8.- Enviado por: Josean

    El día 6 de julio de 2013 a las 08:18

    Buenos días, interesante comentario: La ciencia: su método y su filosofía.
    Desde mi punto de vista, hoy en día se ha avanzado muchísimo en las ciencias desde los tiempos de la Grecia clásica, pero, nos centramos tanto en los últimos avances que nos olvidamos de sus axiomas o principios y las diversas clases de ciencias tanto por su materia como su mayor o menor grado de abstracción y éstas ya fueron clasificas en tres grandes grupos hace ya unos cuantos siglos:
    CIENCIAS FÍSICAS O NATURALES, en las que solo se abstrae la materia individual. Grado mínimo de abstracción de toda ciencia.
    CIENCIAS MATEMÁTICAS, en las cuales se abstrae, no sólo la materia individual, sino aun la que afecta a nuestros cinco sentidos, quedando únicamente materia inteligible.
    CIENCIAS METAFÍSICAS, en las cuales se abstrae en absoluto de toda materia, aun la inteligible.
    Lo que quiero dar a entender es que todas ellas son ciencias, pero, no se deben tratar de la misma manera. La primera trata de las verdades contingentes. La segunda verdades universales y la tercera las verdades eternas.
    Bueno no me enrollo más.

  9. #9.- Enviado por: Roscoe

    El día 12 de julio de 2013 a las 11:58

    Felicitaciones por su web, todo un lujo en estos días que corren.
    Interesante lo de las matemáticas y la lógica entendidas en relación a sistemas previamente aceptados. De alguna manera se corresponde con el diseño y la manera peculiar en que funciona nuestra mente.

    Creo que fue Einstein quien dijo algo así como que lo sorprendente es el que universo fuera comprensible. Sin embargo, no puede ser de otra manera.
    La frase de Einstein podría reformularse asi: A lo que podemos aspirar realmente es a «comprender» el universo. Siendo «comprender» un proceso biológico con sus propias peculiaridades. «Comprender» el universo se parece, salvando las distancias, a una vaca que «digiere» el prado.

    Visto así, no debería ser sorprendente, pues, que el universo sea «comprensible», ya que «comprender» puede entenderse como un proceso biológico que modula nuestra conducta en un sentido favorable a la supervivencia. Lo que efectivamente carece de lógica es atribuir a los procesos mentales la etiqueta de realidad independiente y absoluta.

    No es que una piedra o el código genético no sean reales en un sentido práctico del termino «real», pero esa realidad que se manifiesta, tanto en nuestros sentidos como en nuestros procesos intelectivos, no existe como tal de forma independiente y absoluta.

    En cuanto al uso que se da a la ciencia. La ciencia es fuente de poder, de modo que satisface una de nuestras pulsiones más determinantes dentro de nuestro abanico de pulsiones. Desde hace décadas está prohibido por ley publicar descubrimientos relevantes que podrían mermar la seguridad y el poder de una nación sobre las demás si se difunden alegremente. Ciencia básica, patentes, publicaciones científicas, todo permanece bajo estricto control de quienes dicen gobernarnos con el objetivo prioritario del bien social general.

    «Donde todo vale nada marcha bien»
    Buena frase. Mucho me temo que el pueblo, las leyes y los derechos ya pintan muy poquito. Mirando hacia atrás en la historia se comprueba que son las pugnas entre las élites dominantes las que han decidido casi todas las guerras.

    Saludos!

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