[Libro] ¿Se creen que somos tontos?
Leí este libro ya que hacía poco que había visto en directo a Rinze dar una excelente y divertidísima charla sobre «Falacias lógicas» (recomiendo verla). Cuando vi este libro pensé que aumentaría mi abanico de conocimiento de falacias que corren por el mundo y en las que uno mismo puede caer, queriendo o sin quererlo. Os hago el habitual resumen.
El libro contiene 100 frases de personas más o menos famosas que tienen una cierta falacia y luego explica dónde está planteando finalmente una serie de preguntas que nos hacen recapacitar en ello.
Por ejemplo, en un aviso incluido en los libros de texto de biología por el Consejo de Educación del Estado de Alabama, 1996-2001, podía leerse lo siguiente:
Este libro de texto habla de evolución, una controvertida teoría que algunos científicos presentan como explicación científica del origen de los seres vivos (…). Nadie estaba presente cuando apareció la vida en la Tierra. Por consiguiente, cualquier afirmación sobre los orígenes de la vida debería considerarse una teoría, no un hecho.
Como aclara el autor: si enseñásemos en nuestras escuelas sólo los hechos conocidos con plena certeza, no enseñaríamos absolutamente nada. Lo que hacemos en cambio es enseñar cosas que tenemos abrumadoras evidencias para creer que son así. Lo que llamamos «hechos» no son certezas blindadas, sino creencias no expuestas a dudas razonables o abrumadoramente probables.
La ausencia de una frontera clara y determinada no constituye un argumento en contra de la existencia de una distinción real. Quienes sostienen que existe una distinción real entre las células que todavía no son una persona y un humano plenamente formado no son refutados en modo alguno por la observación de que son incapaces de decir en qué punto lo uno se convierte en lo otro.
Una buena campaña [electoral] utilizará tópicos vacuos que sean irrefutables [como por ejemplo] «¿Qué tiene de malo un poco de disciplina en los colegios?» o «¿Estás pensando lo mismo que nosotros?»
Otro ejemplo de falacia lo tenemos en lo que es la democracia ¿Pueden los legisladores elegidos democráticamente actuar de forma «antidemocrática»? ¿Cuál es el nexo adecuado entre las decisiones políticas y la voluntad general?
Luego están las falacias relacionadas con los nazis. Cualquier cosa que hacían, era mala. Pero hay que tener cuidado, porque también eran muy aficionados a la ecología, los bosques, las concentraciones públicas, las clases obligatorias de gimnasia y mantenerse en forma (y como decía Rinze en el vídeo inicial, también celebraban la Navidad, pero poca gente se acuerda de ello).
Clint Eastwood demandó a un biógrafo por calificarlo de «maltratador de mujeres, cobarde en tiempos de guerra y ateo». Las dos primeras, aún podrían ser malas pero, ¿ser ateo? ¿qué tiene que ver?
Otro tipo de cuestiones: ¿Cuántas veces hemos de hacer algo para que nos clasifiquen hacedores de ello? Por ejemplo, para que te llamen pintor o escritor debes haber pintado o escrito más de una vez; pero para que te llamen asesino, basta que lo hayas hecho una sola vez. Así que si dices «No soy conductor ebrio: fue algo excepcional» aún puedes creer a alguien, pero si te dicen «No soy un asesino: fue algo totalmente excepcional» la cosa cambia. Curioso, ¿no?
Otro problema que se plantea es cuándo entendemos lo bastante para evaluar las pruebas de algún tema por nosotros mismos o deberíamos confiar en otros. Por ejemplo: el calentamiento global. Muchas personas que no son expertos creen entender lo bastante sobre ese asunto como para ver que no hay tal conclusión. Entonces, cuando existe un conflicto entre la opinión de muchos expertos y nuestro intelecto, ¿que hemos de elegir?
Luego están las Racionalizaciones post facto. Declaraciones como «De haber sabido esto en aquel momento, no habría votado aquello». Cuando realmente vemos las cosas en retrospectiva de modo diferente debemos plantearnos, ya no si la decisión fue correcta o no en ese momento, sino ¿podemos decir con sinceridad que «nos preocupábamos únicamente de los intereses de los demás»? ¿nos esforzamos realmente en averiguar qué era lo mejor? ¿no sería más honesto decir que realmente lo hicimos por razones equivocadas y que lo podríamos haber hecho mejor? Y es que, sólo podemos ser juzgados por lo que hacemos realmente, no por lo que decimos que habríamos hecho.
Otra frase, a ver si detectáis la falacia: «Hoy todas las naciones en todas las regiones han de tomar una decisión. O estáis con nosotros, o estáis con los terroristas», por el expresidente de los EEUU: George W. Bush
También habla de los que hacen predicciones (léase astrólogos y demás analistas económicos o políticos) y luego recuerdan a bombo y platillo en las que acertaron, pero olvidan las que fallaron.
Una de las preguntas más inquisitivas que podemos hacernos es: ¿qué es lo que me haría revisar mi creencia más firmemente mantenida? Si no puedes pensar en una prueba realista que te llevaría a hacerlo, lo más probable es que te hayas aferrado demasiado a tu opinión como para admitir siquiera la posibilidad de que sea equivocada.
Luego hay otro fenómeno que el autor llama desagregación. Se refiere al hecho de cómo dividimos las estadísticas en sus partes integrantes. Por ejemplo, ¿Viven más los vegetarianos por ser vegetarianos, o porque suelen preocuparse más por la salud de los demás, agregados como carnívoros? ¿Por qué ciertos colegios religiosos consiguen a menudo mejores resultados? ¿O debemos analizar la clase social de su alumnado?
La lealtad: ¿Debe ser leal un patriota a si gobierno, a su pueblo o a lo que percibe como los intereses o valores de su país? En tu trabajo, ¿guardas lealtad ante todo a tu equipo, tu departamento, tu oficina o tu compañía?
También habla de los límites de nuestra libertad. O sea, si los debe haber o no. Por ejemplo, ¿deberíamos poder poner fin a nuestra vida si así lo deseamos? ¿incluye nuestra libertad poder ofender a los demás y el derecho de enfurecerlos provocándolos? Si soy libre de decir lo que quiero, ¿soy libre de hacer en público acusaciones falsas sobre otros? En un país libre, ¿no hay una lista muy larga de cosas que no debería ser libre de hacer?
Más cosas. ¿Justifica hacer actos que van en contra de nuestra conciencia el hecho de que «sea nuestro trabajo»? Si hemos hacho algo que nosotros mismos consideramos malo, ¿es suficiente esa razón para lavarnos las manos? Por ejemplo, los cristianos, musulmanes, ateos, socialistas o conservadores, ¿ejercen actividades que ni siquiera piensan que les correspondería hacer a ellos? ¿o lo hacen porque piensan realmente que lo deberían hacer?
En estos tiempos en que abundan los trabajos precarios, lo primero que te dicen cuando te quejas de alguna injusticia manifiesta es que tú lo escogiste. Es un razonamiento peligroso, ya que la gente elige cosas terribles porque, simplemente, no tiene otra opción. La prostitución es un ejemplo. Cualquier hombre que piense que la prostitución nunca es una explotación mientras la mujer no se vea físicamente forzada a practicarla está en un error. Por otro lado, el hecho de que algo desagradable sea la mejor opción disponible no la convierte en aceptable. ¿Qué hacer si hemos de elegir forzosamente entre algo malo y nada? ¿Podemos lanzar un ataque militar con inevitables víctimas civiles porque el enemigo está usando a personas inocentes como escudos humanos? Extendiendo esta situación, ¿es responsabilidad nuestra asegurarnos de que lo que compramos no lo ha hecho gente que trabaje en condiciones injustas?
Otro ejemplo del mismo tipo es cuando te piden que renuncies a tus derechos legales basándose en que te han informado de los riesgos. Esto suele suceder en los hospitales. Si el tratamiento que te han dado se revela terriblemente malo, ¿tiene derecho el hospital a decirte que diste tu consentimiento y con ello liberarse de toda responsabilidad?
Otro tema que aborda es el de las falsas autoridades. Por ejemplo, la ética. Los medios de comunicación tienden a centrarse en opiniones de médicos, obispos, líderes de grupos y «expertos». Pero, ¿realmente existe un «experto» en ética? Sí, pueden saber mucho de medicina o religión pero, ¿de ética? Una vez que empezamos a cuestionarnos por qué concedemos un respeto automático a ciertas personas, no tardamos en percatarnos de que hay muy pocas autoridades genuinas.
«Tengo derecho a opinar», «la Iglesia tiene derecho a opinar», «el Rey tiene derecho a opinar». De acuerdo. Ahora bien, la pregunta es si ese derecho implica que también tengamos derecho a contar con un lugar prominente para explicar esas opiniones. Todo el mundo tiene derecho a opinar, pero a hacerlo desde un lugar privilegiado es un tema más discutible.
Y, por supuesto, habla de las medias verdades. Suponed un chico de 17 años, de familia conservadora, que tiene experiencia en sexo oral, masturbación mutua y demás. Sus padres le preguntan: «¿Eres virgen?» a lo que contesta que «sí»; pero cuando se lo preguntan sus amigos contesta que «no». Una de las respuestas es verdadera, eso está claro; pero ambas son engañosas. ¿Recordáis a Bill Clinton cuando dijo que no tuvo relaciones sexuales con Monica Lewinsky? Fueron relaciones «inapropiadas», aunque no las calificó de sexuales. Los políticos utilizan mucho esta falacia.
Pero la herramienta predilecta de los políticos para evadir definirse es negarse a contestar preguntas hipotéticas: ¿Subiría Ud. los impuestos? ¿Eliminaría ciertas ayudas? ¿Echaría a los sin papeles? Las clásicas respuestas: «tendríamos que estudiarlo» o «ya nos ocuparemos de ello». Pero hay que decir que si creyeran de verdad que no deberían responder a estas preguntas, entonces deberían abstenerse de hablar sobre lo que harían si llegaran al poder. Aunque, sinceramente, tampoco importa mucho. Hay quien dice muchas cosas en una campaña electoral y luego dice lo hará lo que crea conveniente auque antes hubiera dicho que no lo haría.
«Es horrible, luego no puede ser cierto» es otra de aquellas falacias que nos presenta este libro. Un teólogo dijo: «Sólo si Dios existe puede tener un propósito la vida. El dilema del hombre moderno es, pues, verdaderamente terrible». Verdaderamente, terrible: porque una cosa sea terrible no tiene por qué ser menos cierta. Hay ejemplos más terrenales. En el famoso caso McCann, la columnista del Daily Mail, Allison Pearson, escribió: Los actos de los que se acusa a los McCann habrían requerido tanta perversidad y frialdad, que me niego a creer que sean culpables a menos que se descubran pruebas abrumadoras.
Luego está el tema de atribuir méritos cuando lo que sucede no sabemos si es una cuestión simplemente de azar o realmente es mérito de alguna persona. Por ejemplo, ¿fue Alan Greenspan un brillante presidente de la Reserva Federal o simplemente tuvo suerte?
O cuando se dice que las cosas son de sentido común: Decir que es puro sentido común es una forma de desplazar la responsabilidad de tener que explicar por qué pensamos lo que pensamos a algún juez mítico de la razón ordinaria.
También está la falacia de las cosas antiguas. Todo lo antiguo es bueno, lo moderno malo: si algo ha resistido siglos, algo debe tener. Lástima que con esa lógica, algo debe tener la esclavitud y la desigualdad de las mujeres.
También están las teorías conspirativas recordándonos que ninguna cantidad de indicios malos llega a equivaler a un buen argumento global. Vamos, que no debemos cambiar cantidad por calidad.
Una falacia más curiosa: la del «verdadero escocés»: ningún verdadero escocés haría esto o aquello. Pues bien, esta se utiliza mucho cuando se habla de «ningún verdadero alcohólico recobrará el control» o «ningún verdadero cristiano aprobaría la homosexualidad». Parece ser que esta falacia fue bautizada así por el filósofo Antony Flew, quien propuso un ejemplo ficticio de un escocés que leyó sobre lo que consideraba payasadas de los maníacos sexuales y dijo «¡Ningún escocés haría semejante cosa!». Cuando a la semana siguiente leyó una historia que parecía contradecirlo exclamó: «¡Ningún verdadero escocés haría semejante cosa!»
En las conclusiones finales nos recuerda que las líneas que separan los argumentos inteligentes de los estúpidos, los buenos de los malos, rara vez son nítidas; y que siempre hemos de estar atentos. No asumamos que nuestros argumentos son siempre racionales. Podemos equivocarnos. Busquemos siempre signos de descuido en ellos. Al menos así, aunque nos hayamos equivocado, habremos intentado hacerlo bien. Lo que no es poco.
Libro para todos los públicos, sin necesidad de formación alguna. Informativo. Entretenido.
Título: «¿Se creen que somos tontos?»
Autor: Julian Baggini
El día 14 de agosto de 2012 a las 07:23
Me ha encantado esto: «¿qué es lo que me haría revisar mi creencia más firmemente mantenida? Si no puedes pensar en una prueba realista que te llevaría a hacerlo, lo más probable es que te hayas aferrado demasiado a tu opinión»
Cuesta mucho! Pero lo intento llevar a la práctica.
El día 14 de agosto de 2012 a las 08:17
Cuesta mucho revisar los prejuicios propios!. Me he dado cuenta en esta blog, en el cual me encadené en una discusión sin fin, sin tener en cuenta a los internautas, ni a su propietario.
En fin, grácias por la sugeréncia. La apuntamos en la lista.
El día 14 de agosto de 2012 a las 11:20
Tengo que leer este libro. No he parado de twittear frases a ver si a alguien se le enciende la bombilla.
El día 14 de agosto de 2012 a las 22:20
Me ha parecido muy interesante este post.
Sólo un pequeño comentario que estaba pensando ahora. Caer en alguna falacia, no es tan dificil, me parece, en un discurso largo. Es más fácil encontrar la falacia a mí parecer. Por ejemplo, yo usaba mucho la frase: eso es relativo jeje. Pero cuando me preguntaron: ¿todo es relativo? Me di cuenta de que caía en una contradicción, pues ya lingüisticamente si todo es relativo, hay algo que no lo es, aunque sea la misma frase, que es un absoluto… en física, en relatividad, también se da así, con el marco absoluto de la velocidad de la luz, me parece. Y en filosofía, también me parece que pasa algo parecido…
En fin, considero que construir un discurso coherente es muy dificil en general.
Otro caso, es cuando se usan esas falacias «a sabiendas» para beneficio propio, como para ganar una discusión…es complicado eh.
Y es complicado en parte porque si te paras mucho a hacer un discurso coherente y racional, al final pierdes espontaneidad, supongo que dependerá del contexto en que se use ese discurso.
Un saludo Omalaled!
El día 15 de agosto de 2012 a las 06:13
Malonez: te cuesta ati, a mí y ahttp://www.historiasdelaciencia.com/wp-admin/comment.php?action=editcomment&c=15176 todos. Creo que ser consciente de ello es dar un paso a caer menos.
co.co, Estudiante: hay muchos más cometarios de este libro por internet. No dejés tampoco de mirarlos.
cometa: creo que hablamos de cosas diferentes. Una cosa es no tener en cuenta un detalle, no acordarte de cierta condición posible que te cambiaría todo el discurso; y otra es hacer un discurso sin espontaneidad. Cuando escuchas a alguien, sobre todo a políticos o religiosos, te das cuenta en seguida de falacias e incoherencias. Pero cuando dices una idea y la explicas convencido, es posible que caigas, pero no siempre serán fáciles de ver. Vamos, yo creo que desde el momento en que realmente no quieres caer, ya no eres el tipo de persona que hable en estos términos. Te recomiendo ver el vídeo enlazado en el artículo de Rinze. Es maravilloso 🙂
Salud!
El día 16 de septiembre de 2012 a las 08:32
Hola omalaled, la verdad es que vivo en México y llevó queriendo comprar el libro desde el año pasado pero no hay en existencia en el país y ni siquiera existe una página para descargarlo electrónico, mi duda es: ¿existirá algún nombre en el español mexicano para el libro? Lo digo por que al buscarlo solo hay post españoles y tiendas De envío en España
El día 16 de septiembre de 2012 a las 12:45
Aldo: creo que se puede descargar en formato electrónico pero en inglés. Si te interesa te lo puedo buscar y a la que lo tuviera te lo enviaría.
Salud!
El día 19 de septiembre de 2012 a las 22:42
te lo agradecería muchísimo, gracias de antemano.