[Libro] Kluge

Publicado el 4 de enero de 2012 en Libros por omalaled
Tiempo aproximado de lectura: 8 minutos y 42 segundos

El cuerpo humano es la obra más perfecta que existe en la Naturaleza y nuestro cerebro su mejor obra de ingeniería ¿Cuántas veces hemos oído algo similar? Quizás sí sea una obra muy compleja, pero dista mucho de ser perfecta. Este libro habla de ello. Lo descubrí a través de xacataciencia leyendo cantidad de artículos que ponían a este libro como fuente. La sorpresa fue mayúscula porque he disfrutado un montón con él. Os hago el habitual resumen.

Un kluge es, para el autor, una solución burda o inelegante, aunque puede que sea eficaz, para un problema. En abril de 1970, cuando el Apolo 13 estaba en situación crítica, empezaron a fallar los filtros de CO2. Era imposible enviar a la tripulación un filtro de recambio e igual de imposible traer la cápsula hasta pasados varios días. Sin filtro, la tripulación estaba condenada a muerte. Había que encajar una pieza cuadrada en una redonda. El ingeniero jefe de la misión, Ed Smyle, informó a su equipo de la situación, y vino a decir: He aquí lo que tenemos a mano en la cápsula espacial; a ver qué se os ocurre. Por suerte, el personal de tierra estuvo a la altura de semejante desafío e improvisó rápidamente un tosco recambio para el filtro que consistía en una bolsa de plástico, una caja de cartón, cinta aislante y un calcetín. Con ello consiguieron salvar la vida a los tres astronautas. Como recordaría más tarde uno de ellos, Jim Lovell: el artilugio no era muy bonito, pero dio resultado.

No era la obra más perfecta de ingeniería, sus componentes no habían sido pensados para formar parte de aquel artilugio, pero funcionaron. Pues bien, no sólo aquel montaje, sino todo el mundo de la ingeniería está lleno de kluges. Consideremos, por ejemplo, un dispositivo conocido como limpiaparabrisas accionado por vacío, común en la mayoría de los coches de la década de 1960. Los limpiaparabrisas modernos, como la mayor parte de los componentes de un automóvil, funcionan con electricidad, pero antiguamente los coches tenían potencia apenas suficiente para mantener activas las bujías y, desde luego, insuficiente para mantener lujos tales como los limpiaparabrisas. Así que algún ingeniero sagaz inventó un kluge que accionaba los motores del limpiaparabrisas mediante la succión, extraída del motor, y no mediante electricidad. El único problema es que la cantidad de succión generada por el motor variaba según las revoluciones a las que trabaja en un determinado momento. Cuanto mayor era el esfuerzo, menor vacío generaba.

Todo ello se traduce en que cuando se conducía un Buick Rivera del 58 cuesta arriba o se pisaba el acelerador a fondo, el movimiento del limpiaparabrisas se ralentizaba de manera extrema o llegaba incluso llegaba a detenerse por completo. Mala suerte para el abuelo que se encontrara en medio de la montaña durante un día lluvioso. Visto en retrospectiva, lo verdaderamente asombroso es que quizá la mayoría de las personas ni siquiera eran conscientes de que podía haber algo mejor.

Si observamos con detenimiento la biología, descubrimos un kluge detrás de otro. La columna vertebral del ser humano, sin ir más lejos, es una pésima solución al problema de sostener la carga en una criatura bípeda y erguida. Habría sido mucho más sensato repartir el peso en cuatro columnas iguales con travesaños. En cambio, soporta todo nuestro peso una única columna, lo cual somete a la espina dorsal a una tensión enorme.

Conseguimos sobrevivir erguidos, pero para muchas personas eso tiene un coste: unos dolores de espalda atroces. Nos hemos quedado con esta solución tan poco adecuada, no porque sea la mejor manera posible de sostener el peso para un bípedo, sino porque la estructura de la espina dorsal se desarrolló a partir de la de los cuadrúpedos, y sostenerse en pie precariamente (para unas criaturas como nosotros, que usamos herramientas) es mejor que no poder siquiera mantenerse de pie.

Otra muestra bien conocida de kluge evolutivo procede de un detalle un tanto íntimo de la anatomía masculina. Los tubos que discurren desde los testículos hasta la uretra (los conductos deferentes) son mucho más largos de lo necesario: van de atrás hacia delante, se enroscan y dan una vuelta de 180 grados hasta el pene. Un diseñador cicatero interesado en ahorrar material (o en la eficiencia en el plazo de entrega) habría conectado los testículos directamente al pene mediante un tubo corto; el organismo se ha montado de manera tan azarosa, única y exclusivamente porque la biología se ha ido construyendo a partir de la anterior. En palabras de un científico: El cuerpo [humano] es un puñado de imperfecciones, con… protuberancias inútiles por encima de los orificios nasales, dientes cariados y terceros molares proclives a dar problemas, pies doloridos, … espaldas propensas a las lesiones y una piel desprotegida y delicada, susceptible de cortes, mordeduras y, para muchos, quemaduras solares. Somos torpes cuando corremos y sólo poseemos un tercio de la fuerza de los chimpancés, animales mucho más pequeños que nosotros.

La naturaleza tiende a generar kluges porque le trae sin cuidado si sus creaciones son perfectas o elegantes. Si algo funciona, se propaga; si no funciona, se extingue. Los genes que dan resultados operativos tienden a difundirse; los genes que producen criaturas que no dan la talla tienden a desaparecer; todo lo demás es metáfora. Lo que cuenta aquí es la idoneidad, no la belleza.

En su libro El origen del hombre, Charles Darwin expuso una serie de rasgos «inútiles o casi inútiles», como el vello corporal, las muelas del juicio, la rabadilla residual conocida como cóccix, etc. Estas rarezas eran esenciales para la argumentación de Darwin.

No obstante, en el contexto de la evolución, rara vez se han abordado las imperfecciones de la mente ¿Por qué? Simple y llanamente, muchos de nosotros no queremos que la cognición humana se presente como algo menos que perfecto, ya sea porque entre en conflicto con nuestras creencias o porque nos daría una imagen de la especie humana poco edificante.

Pues así somos, nos guste o no nos guste, y como dicen en Alcohólicos Anónimos, el primer paso es reconocer el hecho. Cuanto mejor comprendamos nuestra torpe naturaleza más posibilidades tendremos de hacer algo al respecto. Y es importante que nos conozcamos a nosotros mismos. Para empezar, los científicos no establecieron con certeza que el cerebro fuese la fuente del pensamiento hasta el siglo XVII. Aristóteles pensaba que el cometido del cerebro era enfriar la sangre, así que ya podéis imaginar dónde nos lleva la ignorancia.

Si la especie humana fuese obra de un diseñador inteligente y compasivo, nuestro pensamiento sería racional y nuestra lógica implacable; nuestra memoria sería sólida y nuestros recuerdos fiables; nuestras frases serían claras; nuestras palabras, precisas, y nuestras lenguas, sistemáticas y regulares, no plagadas de verbos irregulares (conducir-conduje, traducir-traduje, y sin embargo, ir-fui) y otras incoherencias características. Al mismo tiempo, los seres humanos somos la única especie con inteligencia suficiente para planificar de manera sistemática el futuro, y al mismo tiempo tan estúpidos como para tirar por la borda planes cuidadosamente elaborados a cambio de una gratificación a corto plazo («¿he dicho que estaba a dieta? Mmmmm, pero es que la mouse de chocolate de tres capas es mi postre preferido… quizá empiece la dieta mañana»). Estamos más que dispuestos a cruzar la ciudad de punta a punta para ahorrar 25 dólares en la compra de un horno microondas de cien dólares, y sin embargo nos negamos a recorrer la misma distancia para ahorrar exactamente los mismos 25 dólares en un televisor de pantalla plana que vale mil. Por no hablar de testigos presenciales, que se basan en la absurda premisa de que los humanos somos capaces de recordar con precisión los detalles de un accidente o delito presenciado durante breves segundos, incluso años después del suceso, cuando en realidad una persona corriente a duras penas consigue recordar una lista de diez o doce palabras durante más de media hora.

Los seres humanos pueden ser brillantes, pero también estúpidos; pueden unirse a sectas, ser adictos a drogas que destruyen la vida o engancharse a las estúpidas tertulias radiofónicas nocturnas. Todos somos susceptibles de caer en eso, y no sólo los Homer Simpson de este mundo, sino también los médicos, los abogados y los líderes mundiales.

La memoria nos falla con frecuencia, llegamos a creer cosas que no son ciertas y no creemos cosas que sí lo son. Muchos creen en fantasmas y otros muchos afirman haber sido abducidos por extraterrestres ¿Cómo se explica que dediquemos tantas horas a ver la TV cuando realmente beneficia tan poco a nuestros genes? ¿Por que hay tantas enfermedades mentales? ¿Por qué el dinero no puede comprar la felicidad?

Por no conocer, no conocemos ni cómo somos nosotros mismos:

Tienes la necesidad de que los demás te aprecien y admiren, y sin embargo tiendes a mostrarte crítico contigo mismo. Si bien hay en tu personalidad ciertos puntos débiles, por lo general consigues compensarlos. Posees una considerable capacidad sin utilizar, de la que no has sabido sacar provecho. Disciplinado y controlado en apariencia, tiendes a preocuparte en exceso y a sentirte inseguro por dentro.

¿A que os estoy describiendo? En realidad es un pastiche de horóscopos, construido por un psicólogo llamado Bertran Forer. Lo que pretendía  señalar dicho psicólogo es que tendemos a ver demasiadas cosas en las vagas generalizaciones, creyendo que nos describen a nosotros (en concreto) aunque no sea así. Peor aún, somos todavía más propensos a caer en esta clase de trampa si esa descripción incluye unos cuantos rasgos positivos. Los telepredicadores y los anuncios de teletienda se ceban en nosotros de este modo: hacen todo lo posible por dar la impresión de que se dirigen al espectador individual, no a una multitud. Como especie, estamos más que dispuestos a dejarnos engañar.

Tendemos a prestar más atención a aquello que es consecuente con nuestras convicciones que a aquello que podría ponerlas en tela de juicio. Los psicólogos lo han llamado «tendencia a la confirmación». Cuando nos acogemos a una teoría, grande o pequeña, se nos suele dar mejor ver pruebas a favor de ella que en contra.

Mientras que a nuestros ordenadores no se les olvida llevar una mientras suman, nosotros sí lo hacemos. Existe una leyenda urbana que dice que los esquimales tienen más de 500 palabras para referirse a la nieve, pero esa leyenda se vuelve verdad cuando intentamos definir una equivocación: tenemos montones de palabras como error, pifia, plancha, patinazo, coladura, metedura de pata, desliz, cantada, descuido, lapsus; hasta los jugadores de ajedrez tienen una palabra mezcla de inglés y alemán llamada fingerfehler que se emplea cuando el jugador coge una pieza sin querer y por ello se ve obligado a moverla.

Sin una formación determinada, nuestra especie es inherentemente crédula. Los niños nacen en un mundo de «verdades reveladas», donde tienden a aceptar lo que se les dice como si de la Biblia se tratara. No es fácil conseguir que los niños entiendan que a menudo existen múltiples opiniones y que no todo lo que oyen es cierto; requiere un esfuerzo aún mayor que aprendan a evaluar pruebas contradictorias. El razonamiento científico no es algo a lo que la mayoría de la gente recurra de manera natural o automática. Si fuéramos buenos pensadores por naturaleza, escépticos y equilibrados de manera innata, los colegios estarían de más.

Nuestra mente es, sin lugar a dudas, impresionante; mucho mejor que cualquier otra alternativa disponible. Aun así, tiene defectos, a menudo difíciles de reconocer. En general, nos limitamos a aceptar nuestros fallos tales como los arrebatos emocionales, una memoria mediocre o lo vulnerables que somos ante los prejuicios; porque se supone que ya venimos así de fábrica.

Pues bien, de todos estos aspectos y de otros muchos más habla este interesantísimo libro. Muy recomendable, para todos los públicos.

Título: Kluge: la azarosa construcción de la mente humana
Autor: Gary Marcus



Hay 9 comentarios a '[Libro] Kluge'

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  1. #1.- Enviado por: Laertes

    El día 4 de enero de 2012 a las 11:06

    No creo que «Fingerfehler» sea una mezcla de inglés y alemán, «Finger» también significa dedo en alemán, no sólo en inglés y «Fehler» es fallo en alemán, por lo que me parece que es una palabra completamente alemana. Además no olvidemos lo común que es juntar dos, tres, cuatro o más palabras para crear otras nuevas en alemán.

  2. #2.- Enviado por: Cesar

    El día 4 de enero de 2012 a las 20:09

    Buen post Omalaled, pero me parece que hay una errata, supuestamente los esquimales tienen unas 50 palabras y no 500 para nieve. Lo lei en «Destejiendo el arco iris», pagina 74. Alguna de las dos tiene que estar equivocada.

  3. #3.- Enviado por: Gabriel

    El día 6 de enero de 2012 a las 15:02

    Un post fundamental omalaled, gracias!Sólo lo he leido por encima, y creo que tiene mucha enjundia. Elcomienzome ha recordado a Homer Simpson en el transbordador y la solución para atrancar la puerta con el trozo de barra…jajaja
    Y el horóscopo me lo he «comido con patatas»…dime de que presumo y te diré de qué carezco!

  4. #4.- Enviado por: Gabriel

    El día 7 de enero de 2012 a las 14:23

    Laertes, perdona he oido campanas y no se por donde ;- )…me decia un amigo cuya mujer es austriaca que es por la raiz sajona común.??

  5. #5.- Enviado por: Laertes

    El día 8 de enero de 2012 a las 16:45

    Seguramente, hay muchas palabras similares en ambos idiomas.

  6. #6.- Enviado por: El hijo del Ahuizote

    El día 14 de enero de 2012 a las 22:01

    Simplemente excelente, tengo años siguiendo tu blog y cada historia es un deleite para el intelecto. A conseguir el libro!, lástima que en México esté dificíl
    Un abrazo

  7. #7.- Enviado por: Arvedui

    El día 23 de enero de 2012 a las 13:00

    gran post 🙂
    creo que eso de kluge en españa se llama chapuza, y se nos da bastante bien 😀

  8. #8.- Enviado por: Jorge A. Berrueta

    El día 1 de febrero de 2012 a las 16:45

    Genial post, Omalaled, impecable de principio a fin. Dan muchas ganas de leer ese libro. Y hablando de libros, por cierto, ya he comenzado a deleitarme con el tuyo y va perfecto. Cuando lo termine te cuento.

  9. #9.- Enviado por: Mihai

    El día 23 de agosto de 2016 a las 14:48

    Maravilloso libro! En Amazon esta disponible para comprarlo? No he mirado todavia. Saludos

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