En un principio se pensaba que nuestro cerebro era un órgano estático, que nunca cambiaba. No deja de ser curioso que todo el resto de nuestro cuerpo, incluida nuestra cara, iba cambiando con el tiempo, pero el cerebro se consideraba aparte. Pues no es así. Nuestro cerebro cambia cada momento, en cada experiencia. Sus conexiones cambian y en función de nuestras acciones pueden cambiar para mejorar nuestra calidad de vida o empeorarla. Y este libro da montones de ejemplos de pacientes que tienen problemas que no están en su físico (entendiendo por físico todo el cuerpo menos el cerebro), sino en el cerebro; y por otro lado, da también numerosos ejemplos de que, realmente, nuestro cerebro no está predeterminado, ni mucho menos, sino que sus conexiones neuronales dependen de las circunstancias y las experiencias. Comento los detalles del libro que más me han llamado la atención.