¿Inspiración divina?
Hay quien dice que para los avances técnicos se necesita inspiración divina y hay quien dice que simplemente es inspiración o cuestión de suerte. En la historia de hoy no sé a quién podemos dar la razón.
En 1887, John Boyd Dunlop fij su primer neumático de caucho provisto de una cámara de aire en torno a la llanta de una rueda de bicicleta. Esto, aparte de ser una verdadera innovación tecnológica fue una auténtica revolución social. Aunque la bicicleta pas inadvertida en la Exposici n Universal de 1889 (la misma que la de la Torre Eiffel) tuvo un auge indiscutible, sobre todo, en Francia donde fue llamada «la pequeña hada mecánica que multiplica los poderes del hombre».
Hay quien dice que para los avances técnicos se necesita inspiración divina y hay quien dice que simplemente es inspiración o cuestión de suerte. En la historia de hoy no sé a quién podemos dar la razón.
Arthur Holly Compton fue un distinguido físico profesor de física en la Universidad de Chicago donde dirigió el laboratorio en el que se produjo la primera reacción nuclear en cadena. Estuvo en el Proyecto Manhattan y fue rector de la Universidad de Washington y después de 1954 fue catedrático de Filosofía Natural. Fue galardonado con el Premio Nobel de Física en 1927 principalmente por el descubrimiento del famoso efecto que lleva su nombre.
Muchas veces se atribuye el éxito de las guerras a los grandes generales o a los políticos de turno cuando el mérito es, en realidad, de otros cuyos nombres no quedan tan resaltados en las doradas letras de la historia. ¿Que no me creéis?. Dejadme que os dé un ejemplo en el que os intente hacer cambiar de opinión.
La desintegración alfa es un tipo de radiactividad que un servidor ha tenido el gusto y el placer de observar y medir (os recuerdo que eran núcleos de helio: 2 protones y 2 neutrones).
La historia de hoy es una continuación del artículo de las reacciones nucleares pues de lo que os voy a hablar es particularmente de elementos transuránicos.
El artículo de hoy quiere poner sobre el tapete una cuestión que durante la historia ha provocado no pocos problemas: ¿quién merece el mérito, la fama, el beneficio o el nombre por haber hecho un descubrimiento técnico o científico? ¿el que lo descubre? ¿el que lo publica o lo patenta? ¿el que le da un uso práctico? ¿el que paga por ello?. Os cuento hoy una historia que tiene que ver con el asunto.
La idea del artículo de hoy nació de un comentario de Maelmori. Quizás el logro más importante de Laplace fue publicar una obra que ilustra cómo se encontraba la física a finales del siglo XVIII. En una copia donada al Colege of New Jersey (actualmente Universidad de Princeton), en 1798 el donante escribió: